TEMA 29. Las grandes controversias cristológicas

—Esquema

a) Monfisismo, monotelismo, monoergismo
b) León de Bizancio
c) San Máximo el confesor
d) San Sofronio de Jerusalén
e) Breves noticias sobre los demás protagonistas de estas controversias

Theotokosa) Monofisismo, monotelismo, monoergismo

—Monofisismo

       Recordamos que Eutiques, monje de Constantinopla, en desacuerdo con la postura indulgente de San Cirilo con los nestorianos, y con el apoyo del Emperador, depuso a Teodoreto de Ciro en el Latrocinio de Efeso.

       San León Magno restituye en su sede a Teodoreto y escribe el "Tomus ad Flavianum".

       Muere el Emperador y se convoca el Concilio de Calcedonia (451) en el que se aprueba una fórmula cristológica basada en los textos de San Cirilo, San León y Juan de Antioquía.

       La doctrina de Calcedonia afirma la unión de las dos naturalezas de Cristo (humana y divina) en la única persona (divina) del Verbo. Esa unión se realiza indivise, inseparabiliter (contra los nestorianos) e inconfuse, inmutabiliter (contra los monofisitas).

       Antes del cisma monofisita, durante el siglo V, el Patriarcado de Alejandría tenía 15 provincias (7 en Egipto, 3 en Libia, 4 entre Libia y el Atlántico y 1 en Cerdeña).       

       Así surgió la Iglesia Copta monofisita. Los melquitas fieles a Constantinopla (es decir, no monofisitas), se separaron de Roma en el siglo XI. A partir del siglo VIII, la Iglesia Copta queda bajo dominación mahometana. Son destruidos templos, monasterios y comunidades.

       Corrientes monofisitas actuales (que son cismáticas, por profesar un monofisismo atenuado):

  • Jacobitas de Siria y la India (1 millón),
  • Coptos de Egipto (6 millones),
  • Etiopes (9 millones),
  • Armenios (3 millones).

—Bibliografía: Masson, 251-255.

—Monotelismo y monoergismo

—Antecedentes

       Todo comienza a raíz del cisma acaciano. El emperador Zenon (474-491) intentando agradar a ambas partes, encargó a los patriarcas de Constantinopla (Acacio) y de Alejandría (Pedro Mongo, monfisita) que redactaran un símbolo que anatematizara a Nestorio, Eutiques, y el Concilio de Calcedonia: El "Henoticón" (482). Hubo un rechazo general. El papa Felix II excomulgó a Acacio (cisma acaciano: 484-519). El emperador Justino I, aconsejado por su sobrino Justiniano, reanuda las relaciones con la Sede Apostólica. El papa Hormisdas (514-23) envía a Constantinopla una fórmula de unión, condenando a Nestorio, Eutiques, Dióscoro, y reafirmando la doctrina de Calcedonia y el Tomus Flavianus (Libellus Hormisdae). La suscriben los obispos, con Juan II de Constantinopla a la cabeza. Sin embargo, el monofisismo continuó, y se perdieron: Egipto, Siria, Persia, Armenia (1/4 del total de la población católica: 4 o 5 millones de fieles). De esta manera se cortó la expansión de la Iglesia a Africa y Asia.

       Después del cisma acaciano, habían tomado fuerza los monofisitas. La situación política de Constantinopla era difícil: eslavos en los Balcanes y persas en Siria y Egipto. Heraclio (610-641) vence a los persas y reconquista Jerusalén. Entra en escena el Islam.

       Ante estas dificultades, Heraclio condesciende con los monofisitas, y acepta la doctrina sincretista del monotelismo (es como un semiarrianismo para los monofisitas).

—Desarrollo del monotelismo

       Aceptan dos naturalezas en Cristo, pero una sola voluntad. El emperador Heraclio pidió a Sergio de Constantinopla que redactara la nueva doctrina. S. Sofronio de Jerusalén y S. Máximo en confesor, abad de Constantinopla, se oponen. Sergio acude al papaHonorio I (625-638) y expone el monoergismo (Cristo tiene una energía, o modo natural de obrar). Honorio I envía dos cartas a Sergio aceptando genéricamente su postura. Heraclio promulga un edicto redactado por Sergio, la "Ektesis", que imponía el monotelismo. En Oriente se aceptó. En Occidente no. Fue rechazado más radicalmente por los sucesores de Honorio I. El sucesor de Heraclio retiró la "Ektesis" con otro edicto, el "Typus" (648), permisivo de ambas doctrinas. Martín I (649-653) condena la "Ektesis" y excomulga a Sergio y a los monotelitas. El emperador llevó al papa a Constantinopla y lo desterró a Crimea, donde murió (mártir). A Máximo, Anastasió (monje con Máximo) y Anastasio (apocrisiario), les cortaron la lengua y la mano derecha, y los flagelaron.

—Concilio de Constantinopla III

       Constantino IV Pogonato, de acuerdo con el papa Agatón (678-681), convoca el VI Concilio ecuménico en Constantinopla (680), llamado Trullano I (trullos = cúpula), por celebrarse en la sala del trono. Se acepta la fórmula de Agatón (dos voluntades y dos modos de operar, indivisos, inmutables, inseparados, no mezclados; la voluntad humana se subordina a la divina). Se condenó a patriarca Sergio y también al papa Honorio.

—El "caso" del papa Honorio

       Es uno de los argumentos usados contra la infalibilidad del papa, aducido en el Concilio Vaticano I.

       Hay que reconocer que el Concilio fue excesivamente duro contra Honorio, que no era monotelita en absoluto: hablaba de "una voluntad" pero moral, como identificación de las dos voluntades. León II (682-683) en una carta a los obispos españoles explica la verdad sobre Honorio mitigando el juicio del Concilio Trullano I.

—Concilio Trullano II o "quinisexto"

       Justiniano II convoca un nuevo Concilio en Constantinopla en 692. Es un complemento del II de Constantinopla, en el que se había condenado los Tres Capítulos y del III de Constantinopla , en el que se había condenado el monotelismo. Por eso se llamó "quinisexto". En los anteriores sólo se habían tocado cuestiones dogmáticas. En este, disciplinares. Muy anti-romano, no asistió legado papal: subordina el papa al emperador, confirma el canon 28 del Concilio de Calcedonia (no aprobado por el papa) sobre el rango eclesiástico de las ciudades y el papel del emperador; desprecia el celibato de los presbíteros. Era practicado sólo por los monjes, y, por eso, los obispos eran monjes; se prohibió el ayuno del sábado; se prohibió el consumo de sangre y representar al Señor como cordero.

       Las consecuencias fueron que Sergio I (687-701) no lo reconociera, y el pueblo romano no permitió que lo llevaran preso a Bizancio. En cambio sus sucesores fueron deportados a Bizancio. El emperador se decidió a no defender a los romanos de los longobardos que invadían Italia. Roma no reconoce el Concilio Trullano II, y se le denomina synodus erratica.

—Bibliografía: Apuntes.

b) León de Bizancio

       León o Leoncio de Bizancio, fue originario de Constantinopla y frecuentó, siendo joven, los ambientes nestorianos. Monje en Palestina, se unió al partido origenista encabezado por Sabás. En 531 formó parte de una misión a Constantinopla, pero en los debates que precedieron los diálogos con los monofisitas, traicionó sus convicciones origenistas. Sin embargo, su hábil defensa en el Concilio de Calcedonia le procuró un cierto prestigio en la corte. Murió en Constantinopla poco después de la promulgación del edicto de Justiniano contra Orígenes (543).

       Es el autor de tres importantes obras teológicas, que en el pasado eran atribuidas a algún homónimo suyo o a otros escritores bizantinos: Contra nestorianos et eutichianos (tres libros); treinta Capítulos contra Severo; Epylisis que vuelve a los argumentos antiseverianos (contra Severo de Antioquía) del primer libro. En la primera obra intenta demostrar que el Concilio de Calcedonia representaba la vía media, la sola verdadera, entre las herejías opuestas de los nestorianos y los eutiquianos. Sin embargo, su solución se parece más a la de Eutiques que a la de Calcedonia. Leoncio no designa al Verbo como el sujeto de la unión hipostática, sino sólo a "Cristo" o al "Señor". En la visión de Leoncio, Cristo era esencialmente el intelecto no caído, unido al Logos, que voluntariamente había asumido la naturaleza humana para restaurarla. Sobre este punto no hacía otra cosa que reproducir las antiguas tesis de Orígenes.

       Escritores bizantinos contemporáneos suyos fueron Juan el Gramático y Severo de Antioquía.

—Bibliografía: Mondin I, 457-458.

c) San Máximo el Confesor

       Después de estas figuras menores del siglo VI, al inicio del siglo VII el firmamento teológico bizantino presenta nuevamente una estrella de primera magnitud, Máximo el Confesor. La visión del mundo que nos ha dejado Máximo el Confesor —dice H.U. von Balthasar— es, bajo varios aspectos, el complemento y la plena madurez del pensamiento griego místico, teológico y filosófico.

       Después de haber recibido una óptima formación literaria y filosófica, desarrolló en poco tiempo una brillante carrera política hasta llegar a alcanzar la altísima dignidad de secretario del emperador. En 630 abandona este alto oficio estatal y se hace monje, entrando en el monasterio de Crisópolis (el actual Scutari). Más tarde lo encontramos en Cartago (645), empeñado en combatir las herejías que afligían la Iglesia en aquella región, particularmente la herejía cristológica del monotelismo, la cual enseñaba que, aún admitiendo que en Cristo hay dos naturalezas, sin embargo, él está dotado de una sola voluntad, la divina. Para obtener la condena de esta herejía, Máximo discute en varios sínodos africanos, y en el 649 toma parte en el Concilio Lateranense, que se cierra con la condena del monotelismo y de los obispos y patriarcas que lo habían sostenido. Esta condena desencadenó la ira del emperador Constante II que buscó hacer cambiar de opinión a Máximo con todos los medios. Habiendo resultado vanos todas las tentativas, el emperador le hizo cortar la lengua a él y a sus compañeros. Máximo murió el 13 de agosto de 662.

       San Máximo tiene 11 obras escritas contra el monofisismo y 23 contra el monotelismo. Además tiene algunos comentarios a Dionisio Areopagita y a Gregorio Nacianceno. Las más importante son: Liber asceticus; 500 capita theologica; Capita gnostica; Ambigua. Fue, sobre todo, un especulativo y un grandísimo exponente de la filosofía cristiana de dirección neoplatónica.

       En un capítulo de Ambigua (Teorías ambiguas) presenta unas síntesis de su cosmovisión.

—Bibliografía: Mondin I, 458-463. Cfr. también la Catequesis de Benedicto XVI sobre San Máximo, el Confesor.

d) San Sofronio de Jerusalén

       Nació en Damasco hacia el 550 y murió en Jerusalén el 11 de marzo de 638 (un año después de la toma de Jerusalén por el Califa Omar). Parece ser que fue maestro de retórica y por esta razón se le dio el título de "Sofista" (Sofronio el Sofista). Se hizo monje en el monasterio de San Teodosio, junto a Jerusalén. En compañía de su maestro, Juan Mosco, se dirigió a Egipto, en donde los dos monjes se dedicaron a la conversión de los monofisitas. Luego fueron a Roma, donde murió Juan Mosco. Sofronio llevó sus restos al monasterio de San Teodosio. En 634 lucha contra los monotelitas en Egipto y África, y luego en Constantinopla contra el patriarca Sergio.

       Fue elegido patriarca de Jerusalén en 634. Publica una carta sinodal en donde defiende la fe calcedoniana contra el monotelismo. Tiene escritos hagiográficos, homilías (11), odas anacreónticas (23).

—Bibliografía: Di Bernardino II, 2034.

e) Breves noticias sobre los demás protagonistas de estas controversias

—Juan el Gramático

       Mientras el Pseudo-Dionisio había elaborado una teología ahistórica, toda dirigida a contemplar desde el punto de vista de la teoría atemporal, la efusión sustancialmente atemporal de Dios eternamente bueno y a celebrarla simbólicamente y místicamente, los otros teólogos bizantinos, contemporáneos suyos, están, en cambio, ligados profundamente a las disputas de su tiempo, que se referían a la correcta interpretación del Concilio de Calcedonia (451). El problema fundamental era encontrar un acuerdo entre el lenguaje "monofisita" de Cirilo de Alejandría, cuya ortodoxia no podía ser puesta en duda por ninguno, y el lenguaje cristológico "difisita" de la fórmula calcedonense. Pronto se desarrollaron dos puntos de vista: la que se esforzaba para plegar el lenguaje de Cirilo al de Calcedonia, y la contraria, que pretendía reconducir la fórmula calcedonense al "monofisismo" de Cirilo. El primero estaba representado por Juan el Gramático y el segundo por Severo de Antioquía. Una vía media fue, como ya hemos visto, la de Leoncio de Bizancio.

       No se sabe si Juan el Gramático fue originario de Palestina o de la Capadocia. No es seguro que estuviera presente en el Concilio de tendencia neocalcedonense que se tuvo en Alejandría entre el 514 y el 518, y que haya sido encargado de escribir la carta sinodal dirigida al emperador Atanasio. Su obra principal es la Apología del Concilio de Calcedonia, escrita en torno al año 515. Su defensa del Concilio está basada, sobre todo, en la necesidad de afirmar la doble consubstancialidad de Cristo: con el Padre y con nosotros.

—Severo de Antioquía

       Nació en Sozópolis, en Pisidia. Estudió en Alejandría y en Beirut. Fue bautizado en 488 y entró en un convento cerca de Gaza. Creció en un ambiente monofisita y fue el principal representante de esta confesión en el plano político y cultural. En 509 propaga favorablemente sus ideas en Constantinopla. En 512 fue consagrado obispo de Antioquía. A la subida al trono de Justino (518) es expulsado a Egipto en donde propaga el monofisismo. En 535 acepta la invitación de Justiniano, que intentaba la conciliación de los monofisitas. Llega a Constantinopla pero pronto se aleja de ahí (536) y es perseguido y quemados sus libros. Murió en Egipto en el 538.

       La inmensa obra de Severo defiende el monofisismo moderado. Además nos han llegado 125 homilías y más de 300 cartas.

       La teología de Severo está más cerca de la fe calcedonense de lo que él mismo creía, sobre todo de la neocalcedonense; por eso se ha definido a su monofisismo como verbal. Pero él no quiso nunca admitir esta afinidad ya que le bastaba la afirmación de Cristo en dos naturalezas para evocar la herejía de Nestorio.

—Bibliografía: Di Bernardino II, 1985-1986; Mondin I, 455-457.

—Romano el Cantor (o el Meloda)

       Aunque no está inmerso en las controversias de los siglos VI y VII como los autores que hemos visto más arriba, Romano el Meloda, es un padre de la Iglesia de esta época y, de otra manera, también se ocupó de las grandes cuestiones de tipo dogmático.

        Los datos biográficos que poseemos sobre Romano el Meloda son pocos. Proceden de dos documentos menores, de origen litúrgico: el Sinasario y el Meneo. Según esos textos, Romano nació en Siria, en la ciudad de Emesa, hacia el 490. Ordenado diácono en Beirut, durante el reinado del Emperador Anastasio se trasladó a Constantinopla, donde fue incorporado a la iglesia de la Santísima Madre de Dios. Allí se entregó a una vida de oración y de mortificación, caracterizada por su devoción a la Virgen. En el santuario de la Madre de Dios, recibió el carisma poético.

        Cuenta la tradición que una noche de Navidad se le apareció la Virgen y le entregó un rollo para que lo masticara y engulliera. Apenas cumplió su mandato, subió al ambón e improvisó un himno en alabanza del Nacimiento del Señor. La vena poética, milagrosamente desatada en él, inspiró nuevos y numerosos Kondakia, himnos para las principales festividades litúrgicas del año, especialmente las de Cristo y la Virgen. Se dice que compuso un millar de himnos, aunque son muchos menos los que han llegado hasta nosotros.

        Romano, que ha pasado a la historia con el sobrenombre de el  cantor, murió entre el 555 y el 562, y fue sepultado en la iglesia de Ciro, donde se celebra su memoria el 1 de octubre. Aunque los temas de sus composiciones son muy variados, destacan los himnos mariológicos (cfr. el himno Mater dolorosa, diálogo de Jesús y María en el camino a la cruz). La figura de la Virgen es contemplada a la luz de la vida y de la obra redentora de su Hijo.

—Bibliografía: Catequesis de Benedicto XVI sobre Romano el Meloda.

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