TEMA 27. Siglos V a VIII. Características generales

Esquema

a) El nuevo marco histórico después de la caída del imperio de Occidente
b) El contexto doctrinal y las diferencias entre Occidente y Oriente
c) Visión de conjunto de los principales problemas teológicos de esta época

San Benito de Nursiaa) El nuevo marco histórico después de la caída del imperio de Occidente

       A la época de oro de la teología patrística (siglos IV y V) le sige una "época de plata" (siglo VI) y luego una de "hierro" (siglos VII y VIII). En el período de decadencia de la patrística son pocas las estrellas que brillan en el firmamento de la teología y, además, son cada vez más pequeñas.

       El contexto político religioso en el cual se encuentran los Padres de este período era muy diverso en Oriente y Occidente. En el Oriente de Constantinopla la teología depende de la guía de los soberanos inteligentes y enérgicos, como Justiniano. Florecen los estudios filosóficos, teológicos y jurídicos. En los grandes monasterios se encuentran vivas la teología espiritual y la mística.

       En cambio, en Occidente, durante el siglo V, las invasiones de los bárbaros (ostrogodos, visigodos, germanos, francos, vándalos, suevos, alanos, erulos, anglosajones, etc.) son cada vez más frecuentes y ruinosas. En el año 410 Alarico saquea Roma. En el 430, mientras San Agustín decía adiós a este mundo, Genserico con los vándalos, pone sitio a Hipona. Finalmente, en 476, el mismo emperador de Occidente, el joven Rómulo Augústulo, es derrotado y depuesto por Odoacro, jefe de los Érulos. A partir de entonces todas las regiones del Imperio son ocupadas por los bárbaros y sufren un proceso de progresivo estancamiento cultural: desaparecen las instituciones públicas, especialmente la administración y las escuelas. Desaparece, al mismo tiempo, la institución estatal.

       Providencialmente, por iniciativa de San Benito, en Occidente nace el monaquismo, que se convierte en la última roca sólida de la cultura latina y, por tanto, también de la teología.

Bibliografía: Mondin I, 441-443 

b) El contexto doctrinal y las diferencias entre Occidente y Oriente

       La labor teológica desarrollada en torno a los primeros Concilios en Oriente y Occidente, manifiesta ya las diferencias de orientación intelectual que, con el transcurso de los siglos, se harían más patentes entre "los dos pulmones" del mundo cristiano. Por una parte está el interés teológico y cristológico de un Orígenes o de un Clemente de Alejandría, y por otra la predilección por los temas soteriológicos, etico-antropológicos y eclesiológicos de un Tertuliano, un Cipriano o un Agustín. Occidente siempre a mostrado un mayor interés por lo racional, lo jurídico, lo organizativo y lo práctico. Oriente por las cuestiones especulativas, el simbolismo y la mística. Otro factor diferenciativo importante es la tendencia de la Iglesia oriental a permanecer en la Tradición, sin admitir ningún tipo de progreso o desarrollo.

       Estas diferencias fundamentales entre pensamiento oriental y occidental se manifestaron pronto en importantes cuestiones en torno a las relaciones Iglesia-Estado. Los orientales, metidos en el mundo de las ideas, renuncian al mundo profano, que dejan totalmente al dominio y custodia del Estado. Incluso los aspectos más visibles de la Iglesia, son dejados a la competencia de los Emperadores (la convocación de los Concilios, por ejemplo).

       A todo lo anterior se unió, a partir del siglo IV, la creciente importancia de Constantinopla, en Oriente, y la conciencia cada vez más clara del Primado del sucesor de Pedro, en Occidente. Durante los primeros tres siglos, sin embargo, se puede decir que en todas las Iglesias (Antioquía, Alejandría, Corinto, Cartago, etc.) había una clara conciencia de la superioridad de la Iglesia romana y de la autoridad suprema de su obispo. Hay muchos datos históricos que confirman esto: la forma autoritativa en que Clemente romano se dirige por carta a los fieles de Corinto, a finales del siglo I; las alabanzas de Ignacio de Antioquía a la Iglesia de Roma a principios del siglo II; la apelación de Policarpo al Papa Aniceto en la controversia pascual de mediados del siglo II; la defensa de Ireneo al Papa Víctor a fines del siglo II; la forma autoritaria en que Víctor I dirime la cuestión pascual a fines del siglo II; el modo frecuente y respetuoso de tratar Orígenes y Cipriano con la Iglesia Romana, etc.

c) Visión de conjunto de los principales problemas teológicos de esta época

       Como hemos visto más arriba, la época que comienza con la caída del imperio romano de Occidente, trae consigo una gran decadencia de la cultura en el Occidente latino. La decadencia en Oriente se da más lentamente.

       Las fuentes a las que recurren los Padres para desarrollar su trabajo, tanto en Oriente como en Occidente, son prácticamente las mismas: la Sagrada Escritura, que ahora es asiduamente comentada, y las fuentes de la Tradición (los Padres y los Conciios).

       Cada vez son más numerosos los "florilegios", las "catenae" (cadenas) de las sentencias de los Padres y las antologías de sus escritos. Uno de los más famosos florilegios es el de Severo de Antioquía, contenido en su Liber contra impium Grammaticum que comprende cerca de 1250 citas de los Padres.

       Entre los instrumentos de trabajo, la filosofía conserva siempre el primer puesto y, entre las filosofías, predomina el neoplatonismo de Plotino y de Proclo. De las Eneadas de Plotino, y de la Teologia platonica de Proclo, los Padres de la época de la decadencia sacaban conceptos y teorías. También Aristóteles es estudiado y comentado con mayor atención y asistimos a varios tentativos para armonizar las posiciones de los dos máximos filósofos griegos.

       En cuanto al contenido, y por tanto a las doctrinas, la teología de este período, especialmente en Oriente, se caracteriza como "teología neocalcedonense". En efecto, mientras en los siglos IV y V el punto de referencia para la mayor parte de los teólogos era el Concilio de Nicea, en el siglo VI el objetivo primario de la reflexión teológica es la consolidación de las adquisiciones dogmáticas de Calcedonia. El elemento común de los neocalcedonenses es el empeño por elaborar una apología, más o menos sistemática del dogma de Calcedonia. Sin embargo, la definición de Calcedonia, aunque fue aprobada por el poder imperial, no se impuso inmediatamente, y su recepción fue bastante lenta y tortuosa. Al centro de las discusiones estaba la autoridad de Cirilo de Alejandría, que hablando de Cristo había usado un lenguaje diverso al que utilizó Calcedonia. El objetivo de los "neocalcedonenses" es superar definitivamente el monofisismo de Eutiques, conciliando las terminologías opuestas: la ciriliana y la calcedonense. La teología de los siglos VI y VII es esencialmente una hermenéutica del dogma de Calcedonia.

       Esta es la época en la que se registra la introducción del "Filioque" en el símbolo litúrgico de la Iglesia latina. Pero esta innovación no da, todavía, lugar a contrastes teológicos entre latinos y griegos. Esto ocurrirá al inicio de la época sucesiva, y precisamente en el tiempo del emperador Carlomagno. y del patriarca de Constantinopla Focio.

       En esta época ocupa un puesto de relieve el misterio del Espíritu Santo que, en tiempos pasados, había permanecido más o menos en la sombra, oculto por las herejías cristológicas de Arrio, Apolinar, Nestorio y Eutiques.

       Al fin de la era patrística, el tema más debatido fue el referente al culto de las imágenes. A la furia iconoclasta de algunos emperadores bizantinos se opuso eficazmente y con ardor el último gran teólogo de la época patrística, San Juan Damasceno.

Bibliografía: Mondin I, 441-443.

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