TEMA 22. San Agustín de Hipona —Esquema
Entre los Padres de la Iglesia, Agustín merece un capítulo aparte, dada la singular grandeza de su pensamiento. Figuras como Tertuliano, Cipriano, Ambrosio, Hilario y Jerónimo palidecen frente a la grandiosidad de San Agustín. Algunos escritos de Agustín como las Confesiones, la Ciudad de Dios, La Trinidad y La doctrina cristiana, iluminan no solamente la época patrística, sino que también han marcado de modo indeleble el camino de todas las épocas sucesivas de la historia de la teología. Con Agustín la teología ha alcanzado unos de sus hitos más altos, de todos los tiempos, quizá el más alto de modo absoluto. El doctor de Hipona ha influido poderosamente en toda la civilización occidental. Su influjo abarca no solamente la mística y la política, sino toda la civilización medieval en cuanto tal. Todos los elementos esenciales de su cultura (las doctrinas, las costumbres, los valores, las mismas instituciones políticas) son manifestaciones de la cosmovisión elaborada por Agustín. Solamente cuando al fin de la Edad media comienza a afirmarse la autonomía de la ciudad terrena frente a la ciudad celeste, con el advenimiento de la secularización y el triunfo de lo profano, la civilización cristiana —construida sobre las bases proporcionadas por Agustín— entrará en crisis y se desvanecerá. —Algunos rasgos de su pensamiento e influjo en la historia de la teología:
—Bibliografía: Cfr. J. Morales, Teología IV: Historia de la Teología, en GER 22 (1975) 252-256, Mondin, I, 369 y 419. b) Vida de San Agustín: centralidad de la conversión; las grandes polémicas contra maniqueos, donatistas y pelagianos
—Bibliografía: Cfr. J. Morales, Teología IV: Historia de la Teología, en GER 22 (1975) 252-256. Son 93 obras, 232 libros, sermones, y cartas. Con un estilo de gran calidad y sobriedad clásica. —Autobiografías
—Escritos filosóficos
—Obras apologéticas
—Escritos dogmáticos
—Obras polémicas
—Obras morales y pastorales
—Obras exegéticas
—Bibliografía: Cfr. J. Morales, Teología IV: Historia de la Teología, en GER 22 (1975) 252-256. Las Confesiones es la obra más famosa de San Agustín, y la única que figura en la literatura universal. Sus trece libros son la fuente principal para el conocimiento de su vida y de su evolución interior hasta su bautismo y hasta la muerte de su madre Mónica (387). Confesio en latín no significa sólo confesión, sino también reconocimiento de la grandeza y la bondad de Dios. Así entiende Agustín el título de su libro. Las Confesiones se divide en dos grandes parte, siguiendo ese criterio: los libros 1-9 contienen la confesión de los errores de Agustín hasta su conversión, terminando con la muerte de su madre Mónica en Ostia; y los libros 10-13 alaban a Dios y su creación con el libro 11, famosa y gran filosofía del tiempo. Agustín comenzó las Confesiones después de la muerte de Ambrosio (4 de abril de 397). La obra competa fue terminada el año 400. Se han constatado algunas diferencias entre las Confesiones y los diálogos escritos en Casiciaco. La finalidad de las Confesiones no es la de ofrecer un relato biográfico "objetivo", sino las reflexiones del obispo sobre la vida, de modo que nos aproximaremos lo más posible a la verdad si tenemos en cuenta a la vez ambas fuentes, sin perder la distinta época de su escritura y la diferente intención que las motivó. —Bibliografía: Drobner, 443-444. San Agustín debió tener muchas dificultades para escribir su obra De Trinitate, como él mismo hace notar en el prólogo. En un trabajo de catorce años (399-412) habían nacido doce libros, pero Agustín no estaba satisfecho con los resultados obtenidos y, por eso, aplazó la publicación. Hasta el año 420 no apareció la obra completa en sus quince libros. De Trinitate es una de las obras de San Agustín que no nacieron de motivos externos sino internos. Los quince libros se dividen en cinco grandes partes: 1) I-IV: los testimonios de la Escritura respecto a la unidad y consustancialidad de la Trinidad; 2) V-VII: la doctrina de las relaciones como características diferenciadoras de las personas de la Trinidad; 3) VIII: el conocimiento de Dios mediante la verdad, bondad, justicia y amor; 4) IX-XIV: la imagen de la Trinidad en el hombre; 4) XV: resumen y retoques de la obra. —Bibliografía: Drobner, 450-452. Con la conquista de Roma por los visigodos de Alarico (410) se hizo añicos para los romanos un mundo según el cual Roma era la "Ciudad eterna", centro del mundo y quintaesencia de toda cultura. Esta cultura el cristianismo la había hecho suya. Era lógico que ahora se culpara al cristianismo de haber provocado esta catástrofe con la represión de los antiguos dioses romanos. Agustín suministró una extensa apología en su De Civitate Dei (22 libros). La confeccionó en etapas a lo largo de catorce años (413-426). Agustín mismo describe en forma insuperable en Retractationes (II 43) la estructura y el contenido de la obra. Se trata de una apología amplia dispuesta en dos partes, y de la exposición de una teología histórica del cristianismo. —Bibliografía: Drobner, 452-454. San Agustín es el máximo exponente de la filosofía cristiana durante el período patrístico y uno de los más geniales pensadores de todos los tiempos. Mejor que ningún otro logra la síntesis armoniosa entre platonismo y cristianismo. Su filosofía religiosa y su doctrina teológica tiene un influjo decisivo en la Edad Media y el Renacimiento, tanto en el aspecto teológico como en el social. Influyó en todos los ámbitos: dogmático, político, místico, de reforma, etc. —El momento histórico
—Fuentes del pensamiento filosófico de San Agustín Conocía muy bien a Cicerón. El "Hortensio" le influye decisivamente. Sus filósofos preferidos eran Platón y Plotino, aunque conoce mejor a Porfirio, al que también admira. —Doctrina del conocimiento —Problemas de epistemología A la pregunta sobre si conocemos la verdad, responde con su crítica al escepticismo. A la pregunta sobre cómo la conocemos, responde con su doctrina de la iluminación, que sustituye a la doctrina de la reminiscencia de Platón y a la doctrina aristotélica de la abstracción. —Critica del escepticismo: el hombre conoce la verdad Agustín prueba que el hombre no puede dudar de su existencia en el mismo momento en que se plantea esta posibilidad: si soy capaz de preguntarme si existo, es que existo. También afirma que si el hombre es capaz de dudar, es que la verdad existe, puesto que la duda es una señal de que existe algo que es verdadero, aunque yo ahora no lo conozca como tal. La discordia entre los filósofos, indica al menos una verdad: que la discordia existe. Por otra parte, es falso que los sentidos nos engañen. El engaño puede provenir de la enfermedad de los sentidos. Pero cuando están sanos, no engañan. Además, el escepticismo es sumamente dañino en el terreno moral, porque conduce al relativismo, y a la disolución de la sociedad. —Mecanismo del conocimiento: doctrina de la iluminación Según San Agustín existen tres tipos de conocimiento:
Es claro que el hombre debe dar preferencia a la segunda función, como María, a riesgo de caer en la avaricia (radix omnium malorum) y en el orgullo (initium peccati), si sigue el camino de Marta que conduce al egoísmo, el individualismo y la anarquía de la civitas diaboli. —Fe y Razón Antes de su conversión Agustín era un racionalista convencido. Despreciaba la Sagrada Escritura, con su lenguaje infantil, decía, y antropomórfico. Despreciaba las enseñanzas de la Iglesia y toda autoridad que no fuera la razón. Por eso se adhirió al gnosticismo de los maniqueos. Después, admitió plenamente el papel de la fe que conduce a la verdad plena que no podemos obtener con la sola razón. El cristianismo es la verdadera filosofía. Razón y Religión deben ir siempre unidas. Cfr. De utilitate cedendi y De vera Religione. —La filosofía del lenguaje San Agustín trata del problema del lenguaje en el De Magistro y en De Doctrina christiana. En estas dos obras explica que las palabras no son fuente de conocimiento, porque las cosas naturales las conocemos por la visión y las sobrenaturales es Cristo mismo el que nos las da a conocer. Las palabras son un instrumento para recordarnos lo que ya hemos conocido. Son un signo convencional (también hay signos naturales). La Sagrada Escritura es Palabra de Dios y está en el marco de los signos. El sentido de la Escritura puede ser literal (inmediato) o alegórico (nos da a conocer una realidad más allá de lo que las palabras quieren significar inmediatamente). San Agustín afirma que las palabras son signo de las cosas, pero también en ocasiones dice que son signo del pensamiento. Respecto al lenguaje teológico, San Agustín dice que podemos hablar de Dios con nuestro lenguaje humano porque Él es el que ha creado todas las cosas, pero sobre todo porque ha creado al hombre a su imagen y semejanza. Nuestro lenguaje es apto, por tanto, para hablar de lo divino (las ideas no tienen subsistencia en sí mismos sino en Dios), aunque no es posible hablar de Dios de manera plenamente adecuada, porque es inefable. —Problemas de cosmología: origen del mundo, del tiempo y del mal —El fundamento de la filosofía agustiniana: la interioridad Para Agustín sólo dos cosas tiene que conocer el hombre: el alma y Dos. A partir de ahí conocerá toda la realidad. Aristóteles había buscado la verdad en la realidad. Agustín la busca en la interioridad. "Ubi Deus ibi homo" decía Agustín. Pero podría haber dicho también "ubi homo ibi Deus". Es la filosofía de la interioridad. La existencia de Dios la prueba por la presencia de verdades eternas en el alma humana, que requieren la existencia de una razón suficiente: Dios. Y la naturaleza trinitaria de Dios también la explica mediante la analogía con el alma humana que tiene mens, amor, notitia. —Origen del mundo Al principio, Agustín pensaba que el mundo era una emanación de Dios. Después de su conversión, comprende que ha sido creado por Dios. La expresión "in principio" la interpreta como "en el Logos" (según las ideas arquetípicas que se encuentran en el Hijo), de la nada y por su bondad. —El problema del tiempo Platón concebía el tiempo como la imagen móvil de la eternidad. Aristóteles como la medida del movimiento. Agustín como la duración de una naturaleza finita que no puede existir toda contemporaneamente. El pasado y el futuro existen porque el presente no puede ser un presente siempre: es un presente que pasa. El presente se distingue en esto de la eternidad: es un nunc transiens; en cambio la eternidad es un presente que no pasa: es un nunc stans. Sólo en nuestra mente se encuentran presente pasado y futuro: la memoria (presente del pasado), la intuición (presente del presente) y la espera (presente del futuro). En el alma es donde se mide el tiempo. El universo es finito y sucesivo. Por lo tanto tuvo que tener un origen en el tiempo y no en la eternidad. —Las razones seminales Son las virtualidades puestas por Dios en la creación, que se van desarrollando en el tiempo. Son las semillas de todas las cosas futuras, que son desveladas y puestas por obra gracias a la actividad de las creaturas. El porqué de las razones seminales es el mantener la simultaneidad de la creación (como dice la Biblia) y que sólo Dios puede crear. —El problema del mal Lo trata San Agustín en su polémica con los maniqueos que sostenían un principio del mal junto a un principio del bien. Agustín afirma que sólo hay un Dios bueno, creador del Cielo y de la Tierra, y que el mal viene al mundo por la misma limitación de la creación y, sobre todo, por el pecado (mal moral). —Bibliografía: B. Mondin, Storia della Filosofia Medievale, Pontificia Università Urbaniana, Roma 1991. h) Principales aportaciones agustinianas para la teología católica: teología trinitaria; antropología sobrenatural; eclesiología; sacramentaria; moral; espiritualidad A partir de Sócrates la tarea filosófica se presenta con una entraña ética y religiosa. Las filosofías griegas en época de los primeros cristianos se presentan como escuelas de salvación (epicureísmo, estoicismo, neoplatonismo). Ante el ambiente paganizante, los primeros autores cristianos coinciden en dos puntos:
S. Agustín experimenta con fuerza la aporía que amenazaba el pensamiento griego, a saber, la tensión entre:
S. Agustín supera esa aporía en el reconocimiento de Dios y en la confianza en Él. Sin embargo, la filosofía sigue siendo para él la búsqueda de la verdad que salva y hace feliz. "Para S. Agustín la filosofía es salvífica no porque produzca la salvación, sino porque nos sitúa frente a ella. La filosofía alcanza en efecto su culmen cuando conduce al hombre al reconocimiento de Dios como principio de todo bien y de toda bondad y, por consiguiente, a la confesión de que sólo en El está la solución del problema de la existencia. (...). El filósofo debe ir más allá de su filosofía, so pena de traicionar ese amor a la verdad que sustenta la filosofía misma". Por eso, para S. Agustín, la laguna fundamental de la filosofía grecorromana ha sido su desconocimiento de Cristo. El conocimiento de Dios no es pleno si no va acompañado de la confesión de nuestra dependencia con respecto a Él. De otra manera se corre el riesgo de desembocar en el equívoco intelectual, en el orgullo y en la soberbia. La revelación cristiana y la fe son así absoluta y plenamente salvíficas, ya que liberan al hombre de confiar en sí mismo. La revelación no es una mera palabra, sino Palabra de Dios que produce y causa lo que anuncia (relación entre predicación y gracia, Palabra y sacramentos). S. Agustín, en este contexto, afirma: "intellige ut credas, crede ut intelligas". Es necesario ir profundizando en el conocimiento de Dios (noverim Te), para así reconocerse cada vez como creatura hecha a imagen suya (noverim me) con más claridad y entregarse a Dios con todo el corazón. En resumen, la teología en la escuela de S. Agustín es "la progresiva conformación de la mente con la verdad divina, el acto de una inteligencia amante que, usando de todos los recursos de que dispone, se mueve hacia la plena identificación con el Amado". —Teología trinitaria La intervención de San Agustín en la clarificación del misterio de la Trinidad ha sido decisiva. Fijó con precisión el significado de los términos clave. Mientras que las Personas divinas son perfectamente idénticas al nivel de esencia y de perfección absoluta, se distinguen al nivel de las relaciones. San Agustín aclara que la identidad del Padre procede de la relación de Paternidad, que solamente él poseé; la identidad del Hijo, de la Filiación, y la identidad del Espíritu Santo de la donación pasiva (el Don que el Padre y el Hijo se hacen recíprocamente). —Antropología sobrenatural En la controversia pelagiana desarrolló la teología de la redención, la justificación y gracia auxiliar, así como la de la muerte, la concupiscencia, el bautismo de los niños, la solidaridad humana (con Adán y con Cristo). La clave para comprender su doctrina es la Cruz de Cristo, cuyo significado y eficacia defendió con energía: "ne evacuetur crux Christi". La redención es necesaria, objetiva y universal. Todos los hombres tienen necesidad de ser justificados en Cristo. La justificación lleva consigo la remisión de los pecados y la renovación interior que comienza aquí en la tierra y llega a su perfección después de la resurrección. Para llegar a la justificación y perseverar en ella se necesita la gracia divina que consiste en la inspiración de la caridad para que hagamos con amor lo que conocemos que hay que hacer. Agustín defiende la necesidad, la eficacia y la gratuidad de la gracia. Sobre el misterio de la predestinación que sintió muy profundamente, pone de relieve la gratuidad de la salvación; tanto el comienzo de la fe como la perseverancia final son dones de Dios. —Eclesiología En la controversia donatista y en la Ciudad de Dios desarrolló la noción de la Iglesia como: 1) comunidad de fieles edificada sobre el fundamento de los apóstoles; 2) comunidad de justos que peregrinan por el mundo desde Abel hasta el final de los tiempos; 3) comunidad de predestinados que viven en la inmortalidad dichosa. La primera es la communio sacramentorum, en la que bajo la guía de los obispos, de los concilios, y de la Sedes Petri, están unidos buenos y malos sin que la santidad de los primeros se vea contaminada por los segundos, aunque los sacramentos por su naturaleza cristológica son válidos —pero no fructuosos— fuera de la verdadera Iglesia. La segunda es la communio iustorum, presente ya antes de Cristo, pero no sin Cristo, en tensión a la escatología. La tercera es la communio praedestinatorum, constituida por los que componen el reino de Dios glorioso, pero "ya en el presene la Iglesia es el reino de Dios y el reino de los cielos". —Sacramentaria San Agustín elabora toda la teología de los sacramentos como signos instituidos por Jesucristo para dar la gracia. Defiende la eficacia "ex opere operato" de los sacramentos. —Moral La doctrina moral de San Agustín está en estrecha dependencia con su antropología sobrenatural y su teología de la gracia. Cfr. introducción a este apartado. —Espiritualidad El contenido de la espiritualidad de San Agustín puede resumirse en estos temas: vocación universal a la santidad; la caridad: alma, centro y medida de la perfección; la humildad: condición indispensable para desarrollara la caridad; la purificación interior o el ascetismo: ley de ascensiones interiores; la oración; deber y necesidad, medio y fin de la vida espiritual; los dones del Espíritu Santo; la imitación de Cristo; amor y meditación de la Escritura. —Bibliografía: J.L., Illanes, Sobre el saber teológico, pp. 27-31; Di Bernardino, I, 59-61. i) Discípulos y adversarios de San Agustín —Discípulos de San Agustín:
—Adversarios de San Agustín:
—Bibliografía: Drobner, 438-439. San Paulino de Nola, poeta cristiano del que ha llegado hasta nosotros una colección de Epístolas y otra de Carmina. Nació en Aquitania (Francia) de una noble familia senatorial. En 378 fue nombrado senador. Conoció a San Ambrosio de Milán. Recibió el bautismo en el 389. En 394, en Barcelona, fue aclamado sacerdote. Cerca de Nola (Campania), llevó una vida ascética con su esposa Terasia y algunos compañeros hasta que en 409 fue consagrada obispo de Nola. Murió el 22 de junio de 431. —Bibliografía: Di Bernardino, II, 1720-1722. Cfr. también la catequesis de Benedicto XVI sobre San Paulino de Nola. Excursus: Los arquetipos de la no creencia en San Agustín 1. ¿La historia se repite? Aunque la historia no se repite, también es verdad que los sucesos históricos son eadem sed aliter, es decir, los mismos, pero ocurren de otro modo. Dice Spengler que el budismo del siglo VI a.C., el estoicismo del siglo I y el socialismo del siglo XX tienen en común lo de todas las ideologías del final de una civilización, cuando comienza la decadencia: se busca organizar la naturaleza en modo útil y racional, en base a principios intelectualísticos, porque reina el cerebro y el alma ha abdicado. —Lo que sucedió en la época helenística sucede ahora en la época postmoderna:
En este sentido podemos mostrar cómo los cuatro enemigos a los que combatió San Agustín se vuelven a presentar en nuestra sociedad postmoderna:
2. La lucha de San Agustín contra cuatro grandes enemigos a) Agustín escéptico San Agustín es primero maniqueo. Los académicos son los que lo alejan de este error. Más tarde, el neoplatonismo filosófico y teológico es el que le hace abandonar el escepticismo. Hay un sano escepticismo: el de no dejarse llevar por cualquier apariencia de verdad. El peligroso es el que se convierte en sistema de pensamiento. El escepticismo de Agustín en su periodo de profesor en Roma, era el de la Academia: el de Carneades, que Cicerón hace suyo. Pronto supera Agustín esta doctrina, haciendo ver lo absurda que es. El verdadero escéptico no podría ni decir, ni hacer nada. El utilizar el pensamiento para afirmar el escepticismo es ya una contradicción. Agustín sostiene, contra el escepticismo, la capacidad del hombre para conocer la verdad con certeza. Por ejemplo en el si fallor, sum. b) Agustín maniqueo Ya antes que Manes difundiera su doctrina dualista en el siglo III, el gnosticismo —fundamento del maniqueísmo— se había introducido desde el siglo II en la vida de la Iglesia con su triple dualismo:
Agustín ataca al pesimismo maniqueo, apoyándose en Plotino, sobre todo en la doctrina del único Dios Espíritu Creador y de la bondad de la Creación (comentarios al Génesis). c) El autonomismo pelagiano Al final de su vida, San Agustín escribe su Opus imperfectum contra Iulianum. En esta obra explica cómo el maniqueísmo es contrario al pelagianismo. El primero niega la libertad humana y el segundo minimiza la gracia divina. Pelagio afirmaba que no se trasmite el pecado original y que la gracia es dada al hombre como consecuencia de sus obras meritorias. Negaba así la donación gratuita de Dios, y hacía inútil el mismo sacrificio de Cristo ("Crux Christi evacuator"). Influido por el estoicismo romano, Pelagio consideraba al hombre autónomo y capaz de conseguir la salvación con su sola libertad. San Agustín explica la relación entre gracia y libertad haciendo ver que ambos aspectos se comprenden perfectamente cuando consideramos que son dones de Dios y se someten a su verdad. La gracia precede a la voluntad, pero no la anula, sino que la convierte en poderosa para el bien. d) El integralismo donatista Al escepticismo se enfrenta Agustín como filósofo, al maniqueísmo y pelagianismo como teólogo, y al donatismo como obispo. Los donatistas rechazaban a los sacerdotes y obispos que habían caído en la persecución y los consideraban indignos de poder administrar los sacramentos, que sólo serían válidos si eran conferidos por ministros dignos. Su moralismo pretencioso les llevaba a acusar, injuriar y matar (los circumceliones). San Agustín explica una eclesiología realista. En la Iglesia in via caben los hombres ejemplares y los pecadores que luchan y se purifican. Solamente todos serán santos en la Iglesia in patria. La Iglesia, en esta vida, está conformada por las dos ciudades: la ciudad de Dios y la ciudad del pecado (De Civitate Dei). 3. Los mismos peligros en la sociedad postmoderna a) Escepticismo moderno
b) Maniqueísmo moderno
c) Pelagianismo moderno
d) Donatismo moderno: la Iglesia de los puros El integrismo donatista se manifiesta en la actualidad en el ataque a la Iglesia como "instrumento de poder, dominio y privilegio", y a la religión como una superestructura clerical de la vida religiosa contra los "pobres" y los "humildes". Se pueden señalar diversas manifestaciones de neodonatismo que llevan al arquetipo donatista de la no creencia:
Existe la esperanza, como señala T.S. Eliot, de que en el tercer milenio aparezca una sociedad verdaderamente cristiana. 4. Conclusión Agustín combate cuatro peligros siempre presentes en la vida de todo hombre:
Pero, en concreto, podrían resumirse en estas cuatro actitudes que experimentamos todos:
Todavía podríamos concluir de manera más sintética, diciendo que lo que cada una de estas cuatro herejías represente en la vida de cada hombre es:
En este sentido, cabe señalar estos cuatro estilos de afrontar el problema de Dios, del hombre y del mundo, como los arquetipos de la no creencia, porque realmente se trata de cuatro modos de arrancar algún aspecto central del modo teologal de comprender la realidad. En el mundo postmoderno en que vivimos —muy parecido a la sociedad helenística en que vivió San Agustín— habría que reforzar cuatro cosas principalmente:
—Bibliografía: Gianfranco Morra, Gli archetipi de la non credenza, en Studi Cattolici, n. 441, pp. 741-750. | ||
![]() | ![]() |