TEMA 21. Escritores latinos (siglo IV y comienzos del V) —Esquema
El renacimiento teológico de Occidente tiene lugar con un siglo de retraso respecto al de Oriente. Después de las grandes figuras del siglo III (Tertuliano, Cipriano e Hipólito) la Iglesia latina no había producido más teólogos de valor, y desde la mitad del siglo III hasta la mitad del siglo IV había registrado una larga fase de estancamiento. Las razones de esta situación son tres principalmente:
El renacimiento teológico en Occidente, a fines del siglo IV, tiene lugar, sobre todo, por el mérito personal de algunos teólogos sobresalientes como Jerónimo e Hilario de Poitiers que toman contacto directo con la teología griega y se apropian de los métodos y discusiones por ella elaborados. Por otra parte, contribuyó al renacimiento teológico también la aparición a fines del siglo IV y comienzos del V de tres nuevas herejías: el maniqueísmo, el donatismo y el pelagianismo. —Bibliografía: Mondin, I, 335. b) Problemas específicos del cristianismo occidental: el donatismo, el priscilianismo, el pelagianismo DONATISMO En 310 el obispo de Cartago murió al regresar de Roma, en donde había estado para explicar las razones por las que dio asilo al obispo Felix de Aptunga, autor de un libelo contra el emperador Majencio (280-312). Los fieles eligen a Ceciliano, consagrado por Felix. Botrus y Celestio aspiraban a esa sede. Lucila, rica patricia, logró quitar de su sede a Ceciliano. En un Concilio de Numidia fueron depuestos Ceciliano y Felix. Fue elegido, como obispo de Cartago, Mayorino, consagrado por Donato, obispo de Casas Negras. Comenzó el cisma. A partir del 313, Constantino confió al proconsul Anulino la misión de pacificar Africa. Se llegó a la conclusión de reunir un Concilio en Roma para dirimir la cuestión, al que asistieron el papa Milcíades, Materno de Colonia, Reticio de Autun y Marino de Arles con otros 15 obispos. También estuvieron presentes Ceciliano y Donato con diez obispos cada uno. El concilio se proclamó a favor de Ceciliano. El Concilio de Arles (314) confirmó las decisiones del de Roma. Los donatistas se rebelaron. Constantino afirmó su postura en contra de ellos, por consejo de Osio de Córdoba. Donato, sucede a Mayorino en la sede donatista de Cartago, y se convierte en hereje al proclamar su doctrina:
Los emperadores romanos tuvieron una actitud diferente ante ellos. Valente los persiguió, Juliano (361) los aceptó. Durante el gobierno del conde Gildón, Optato ocupó la sede de Cartago. Ambos eran aliados. Honorio encarga al tribuno Marcelino la pacificación del territorio. Se reúnen en Cartago 279 obispos donatistas y 286 católicos. Asistió San Agustín. Prevaleció la doctrina católica y Honorio condena a los donatistas en el año 411. El donatismo desapareció definitivamente con la invasión de los vándalos en 430. —Bibliografía: Masson, 124-27. PRISCILIANISMO Prisciliano (+375) era un laico rico del sur de España, rigorista (semejante a los montanistas), consagrado obispo de Avila, al que seguían muchas mujeres, que muere ejecutado en Tréveris (primer caso en la historia). Su influencia perduró en Galicia hasta la mitad del s. VI. Su doctrina contiene elementos sabelianos y docetas. Negaba la creación del mundo por Dios y admitía un principio del mal. PELAGIANISMO Muchos pensadores coinciden en afirmar que, en la actualidad, el ambiente está saturado por una especie de pelagianismo que ignora las consecuencias del pecado y la necesidad de la gracia. Pelagio (360-422) era un monje Bretón (inglés) muy austero y de ingenio penetrante que viajó a Roma hacia el año 400 y vivió ahí muchos años durante el siglo IV y V. Tuvo muchos amigos de gran calidad espiritual, como San Paulino de Nola. Entre sus discípulos más sobresalientes se cuentan Celestio, noble romano, y Juliano de Eclana que, según San Agustín, es el arquitecto del sistema pelagiano. Con Celestio, se traslada en el año 409 (un año antes de la invasión de Alarico) a Cartago y luego a Jerusalén donde conoce a Rufino, un discípulo de Teodoro de Mopsuestia. San Agustín combate su doctrina. Sin embargo, la moral pelagiana tiene muchos aspectos positivos. Sus temas favoritos son la paciencia ante las tribulaciones, el abandono del mundo, la vanidad de la vida, la inanidad de las riquezas, la belleza de la virtud, etc. Sin embargo, es curioso constatar en sus escritos la ausencia total de la teología de la Cruz. Para él la santidad es una meta que se consigue con los propios esfuerzos sin necesidad de la gracia. La gracia de la que habla Pelagio no es una gracia interior, sino sólo la gracia exterior de la enseñanza y del ejemplo. Puede ser una iluminación —de carácter puramente intelectivo—, pero nunca una gracia que mueva la voluntad, que —según Pelagio— es autónoma. Para Pelagio el cristianismo se limita sólo a una enseñanza, a una doctrina, no es el acontecimiento de una presencia que fascina. En la escuela griega se seguían los principios fundamentales de la pedagogía antigua (paideia), según los cuales basta la capacidad natural (natura), el esfuerzo de la voluntad —aplicada de modo intenso (studium), habitual (usum) y constante (exercitium)—, y las enseñanzas y ejemplos del maestro para alcanzar la virtud. Tanto el donatismo como el pelagianismo, nacen del desconocimiento de la fragilidad del hombre y de la fuerza del pecado. Ambas pretensiones llevan al orgullo, a la intolerancia y a la división. San Agustín, ante estos errores, hace una llamada a la humildad y a la caridad fraterna, al mismo tiempo que señala la necesidad de que todo los hombres avivemos en nuestro interior la disposición de misericordia con todos los pecadores. Pelagio dice que es un deber de todo hombre vivir sin pecado (impecancia), como resultado de un esfuerzo constante. Pelagio afirma que no necesitamos más ayuda de Dios que la que nos dio al crearnos. Creado por Dios, el hombre es autónomo y vive con independencia de Dios. Por eso, también dice que el pecado de Adán no es hereditario. No tenemos una mancha en el alma al nacer. Afirma que las penalidades de est vida son consecuencias de nuestros pecados personales y no de un supuesto pecado original. Adán fue creado mortal y la muerte no es consecuencia del pecado, sino algo previsto por Dios para el hombre desde la creación. Esta doctrina le lleva a negar el Bautismo de los recién nacidos. Además afirma que Cristo es maestro del mundo y un ejemplo para nuestra vida, pero no es redentor de los hombres ni salvador. San Agustín lo combate hasta el año 417. La Iglesia condenó esta doctrina en los Concilios de Cartago (411) y Milevi (413). Inocencio I confirmó estas condenas. Ante un titubeo de su sucesor, el papa Zósimo, en 418 se reúne un Concilio en Cartago donde se reafirma la doctrina sobre la gracia de San Agustín. El papa condena a Pelagio. En el Concilio de Éfeso (431) vuelve a ser condenada su doctrina. Resumen de la doctrina pelagiana:
—Bibliografía: Masson, 278-80; L. Arias, voz Pelagio y Pelagianismo, en GER, vol. 18, Rialp, Madrid 1974 p. 190-193; L. Cappelletti, El estupor de la gracia no se puede imponer, en Revista 30 Días, Año X, n. 102 (1996) 36-39. —Vida
—Obras y pensamiento —Obras exegéticas: utiliza el método de Orígenes; da primacía al sentido moral; especulativamente depende de los orientales:
—Obras ascético-morales: sobre las vírgenes; sobre las viudas; sobre los deberes de los ministros sagrados (inspirada en el "De oficiis" de Cicerón. —Tratados dogmáticos: lucha antiarriana y catequización de los paganos):
—Otros escritos:
—Doctrina moral en el "De officiis ministrorum" Entre sus obras morales se cuentan los tres libros Sobre los deberes de los ministros, dirigidos a sus clérigos; constituyen el primer tratado sistemático de ética cristiana, en el que sigue la pauta y el plan general del De officiis de Cicerón. Es la obra más importante de Ambrosio. Esta obra es ciertamente posterior al 386, cuando se hallaba en plena posesión de su experiencia pastoral.
Es de gran interés esta obra de Ambrosio para estudiar cómo aprovecha la obra de Cicerón, qué cosas rechaza de la misma y que cosas conserva. Para Ambrosio lo que hay de bueno en la filosofía pagana ha sido tomado de la sabiduría hebrea, y hay que corregirla en casi su totalidad, y reformarla según los principios cristianos. Desde el mismo fundamento hay que purificar la ética pagana, que no tiene la solidez de la moral cristiana apoyada firmemente en su aspecto religioso, es decir, considerada en cuanto expresión de la voluntad de Dios. Conceptos de la ética estoica, como la distinción entre razón y pasiones, el deseo del "sumo bien", la clasificación de las virtudes (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), el valor atribuido al juicio de la conciencia, etc., son transformados por Ambrosio. Por ejemplo, incluye en la virtud de la templanza el concepto de modestia, de la verecundia, tan poco familiar al espíritu pagano. De esta manera, cada noción moral adquiere un sentido, una eficacia, un alcance nuevo. Defectos de composición son: las fluctuaciones en la exposición, la marcha libre de ideas, una falta de claridad deseable. No siempre supo conciliar y unificar las ideas presentes en su pensamiento. Su valor es grande, sin embargo, porque en ningún otro tratado se percibe mejor hasta qué punto los dogmas capitales del cristianismo (fe en la Providencia y en Jesucristo, esperanza en la inmortalidad del alma y en la remuneración de ultratumba, etc.), han iluminado y solucionado plenamente muchos de los problemas que siempre se ha planteado el hombre. —Importancia universal de su actividad
—Bibliografía: Moliné II, 11-157; Fliché III, 449-452. Cfr. también la catequesis de Benedicto XVI sobre San Ambrosio. d) San Jerónimo: su importancia como traductor y exégeta de la Biblia —Vida
—Escritos y doctrina Tiene un estilo de gran belleza. —Traducciones:
—Obras exegéticas (al principio utiliza la exégesis alegórica; al final, la literal): S. Mateo; 4 epístolas de S. Pablo; Génesis; Salmos; Eclesiastés. —Obras polémicas: Contra Elvidio, Contra Joviniano (defiende el monaquismo); Disputa entre un luciferario (Lucifer, obispo de Cágliari, era rigorista con los arrianos) y un ortodoxo; Apología contra Rufino (origenista: controversia); Diálogo contra los pelagianos (415). —Obras históricas y Cartas: De viris illustribus (392-392), 150 Cartas. —Sus versiones de la Sagrada Escritura: A finales del siglo IV había ya mucha diferencia entre los diferentes códices latinos de los Evangelios, muchos de ellos muy alterados en su sentido original. Por encargo del papa Dámaso, durante su segunda estancia romana (384), San Jerónimo comienza la revisión de la traducción latina de los Evangelios. Es el principio de la versión latina de la Biblia, que se ha llamado posteriormente "Vulgata", recomendada, como versión oficial, el Concilio de Trento. Esta traducción eliminó, no del todo aunque sí en buena parte, la antigua versión latina que se designa (con bastante impropiedad) con el nombre de "Itala". De ciertos libros de la Biblia, San Jerónimo no retocó las traducciones latinas que existían (los deuterocanónicos: Sabiduría, Eclesiastés, Libros I y II de los Macabeos, Baruch) por no hallarse incluidos en el canon hebreo. Otra serie de libros los revisó sumariamente: los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de San Pablo, el Apocalipsis. Compuso una triple traducción al Salterio:
Además, rehizo el texto de los Evangelios según los manuscritos griegos más antiguos que pudo hallar. Por último, tradujo por primera vez del hebreo los libros canónicos del Antiguo Testamento (del 390 al 405). No contento con fijar un mejor texto latino de los libros santos, se esforzó también en facilitar su inteligencia por medio de una serie de comentarios, en los que se sirvió en gran escala de Orígenes, y que contienen elementos inestimables, aunque elaborados con demasiada rapidez. —Bibliografía: Fliché III, 452-453. Cfr. también la catequesis de Benedicto XVI sobre San Jerónimo: parte 1 y parte 2. e) Breves noticias sobre otros autores occidentales de esta época RUFINO DE CONCORDIA (AQUILEYA) Mientras que Epifanio de Constanza, Juan Crisóstomo, Jerónimo y otros participaron en diversa medida, a finales del siglo IV y comienzos del V, en la disputa en torno a Orígenes y su teología, Orígenes constituyó el principal campo histórico-literario del trabajo de Tirano Rufino porque la mayor parte de la ingente obra de Orígenes se ha conservado sólo por sus traducciones. Rufino nació en Concordia, al oeste de la ciudad de Aquileya, hacia 345. Recibió en Roma, junto a Jerónimo, su formación gramatical y retórica. Hacia 371 recibió el bautismo en Aquileya y se unió a una comunidad monástica. Estuvo ocho años en Egipto, recibió clases de Dídimo el Ciego y conoció la teología origenista. En 381 fundo en Jerusalén un monasterio en el Monte de los Olivos, donde vivió dieciséis años. Fue ordenado presbítero hacia 392. Defendió a Orígenes, al estallara la controversia en 393, junto a su obispo Juan y en el bando opuesto de Epifanio y de Jerónimo. Rufino volvió a Roma en 397. Desde entonces hasta el 402 sostuvo una agria polémica con Jerónimo con motivo de los escritos de Orígenes. Rufino traduce varias obras de Orígenes con bastante libertad y tratando de limar los pasajes de difícil comprensión. Durante la invasión de los godos, estuvo en Roma, luego en el monasterio de Pinetum (no lejos de Terracina) y más tarde pasa a Roma (410), Silicia y Mesina, donde fallece entre 411 y 412. Rufino es el testigo principal de la teología de Orígenes. —Bibliografía: Drobner, 366-369. OPTATO DE MILEVI (c. 320 - c. 390) Optato fue obispo de Milevi, en Numidia (hoy Mila, Algeria). Se conoce muy poco de su vida. Agustín y Jerónimo nos han dejado algunos datos biográficos. Ocupa un puesto importante en la Historia de la Teología gracias a su obra De schismate donatistarum o Contra Parmenianum, traducida al italiano con el título de La vera Chiesa. Es la primera obra antidonatista. Esta obra tiene importancia como fuente histórica del donatismo y desde el punto de vista eclesiológico. Se compone de siete libros. Señala que además de las notas de la Iglesia de la unidad, santidad y apostolicidad, está la nota de la catolicidad y la comunión con la Iglesia de Roma. Proporciona la lista completa de los papas que han sido obispos de Roma hasta Siriaco (384-399), contemporánea a él. Optato se opone a la práctica de volver a bautizar a los que habían caído en la herejía, como afirmaban los donatistas. —Bibliografía: Mondin, I, 339-341. CROMACIO DE AQUILEYA (c. 350 - 407) San Cromacio de Aquileya fue miembro del clero de Aquileya, uno de los nudos de tránsito más importantes entre oriente y occidente, desde el año 370 aproximadamente. En 387 fue consagrado obispo de esa ciudad. Actuó en la controversia sostenida entre San jerónimo y Rufino de Aquileya, su antiguo amigo. También tuvo relación con San Juan Crisóstomo. Padeció la invasión de los visigodos. Murió en 407. Es autor de más de 40 sermones y 60 homilías sobre el evangelio de Mateo. En los últimos años han aparecido numerosos estudios que se ocupan de su persona, de su método exegético y de las referencias sobre la liturgia de Aquileya. —Bibliografía: Di Bernardino, II, 1409-1411. Cfr. también la catequesis de Benedicto XVI sobre San Cromacio de Aquileya. EUSEBIO DE VERCELLI (c. 305 - c. 370) San Eusebio de Vercelli nació en Cerdeña y acudió a Roma donde fue compañero del futuro papa Liberio. Permaneció en Roma hasta que fue elegido obispo de Vercelli en el año 345. Por defender a Atanasio de Alejandría fue desterrado a Palestina (355-360). Trasladado a Capadocia fue llevado finalmente a la Tebaida (Egipto). Participó en el Concilio de Alejandría (362). A su regreso a Italia continuó su actividad antiarriana con Hilario de Poitiers. Es autor de varias cartas. —Bibliografía: Di Bernardino, I, 823-824. Cfr. también la catequesis de Benedicto XVI sobre San Eusebio de Verceli. MÁXIMO DE TURÍN (c. 350 - c. 415) San Máximo de Turín debió nacer hacia mediados del siglo IV. Ignoramos dónde. En el 398 es obispo en la sede episcopal de Turín. Muere, según Genadio, durante el reinado de Honorio y Teodosio II (408-423), un poco después del 412. Es pastor, más que teólogo. Se conservan unos cien de sus Sermones, que siguien el tiempo litúrgico y conservan una rica catequesis sobre los más diversos temas de la vida ordinaria (civil y eclesiástica) en aquella época de turbulencia por las constantes invasiones de los pueblos bárbaros. Cfr. uno de sus sermones, sobre el bautismo del Señor. —Bibliografía: Di Bernardino, II, 1409-1411. Cfr. también la catequesis de Benedicto XVI sobre San Máximo de Turín. |
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