E) De Civitate Dei

XXXXXCon la conquista de Roma por primera vez en la historia milenaria del imperio por los visigodos de Alarico el 24 de agosto del 410, para los romanos se hizo literalmente añicos un mundo según el cual Roma era la "Ciudad eterna", centro del mundo y quintaesencia de toda cultura, una ideología que el cristianismo había hecho suya bajo San Agustín. De Civitate Dei. Miniatura. Biblioteca Med. Laurenziana, Florencia (Ms. Plut. 12. 21). Siglo XII.signo cristiano en el siglo IV, ya que el Dios cristiano suplantaba a los dioses antiguos en el cuidado y protección del imperio (Ver el marco histórico en el que se desarrollaron estos acontecimientos). Era lógico, pues, que después de ese "cataclismo mundial" se culpara al cristianismo de haber fracasado y de haber provocado con la represión de los dioses antiguos el ocaso del imperiio (pues mientras los antiguos dioses fueron venerados jamás se produjo una catástrofe de semejantes dimensiones). Muchos de los romanos cultos y ricos huyeron al norte de África, donde tenían propiedades, y con sus críticas desafiaron a Agustín, el guía del cristianismo africano, a ofrecer una respuesta que éste suministró en la extensa apología De civitate Dei en 22 libros, un "magnum opus et arduum" (Civ I prol). La confeccionó en etapas, a lo argo de catorce años (413-426). En el año 413 estaban listos los libros I-III; en el 415, IV y V; en el 417, VI-X; en el 418, XI-XIV; en el 426, XV-XII.

XXXXXAgustín mismo describe en forma insuperable en Retractationes (II 43) la estructura y el contenido de la obra: "Los cinco primeros libros refutan a aquellos que piensan que el servicio de los muchos dioses venerados por los paganos es necesario para que la situación humana sea próspera, y a los que afirman que la actual desgracia terrible, es la consecuencia de haber impedido ese servicio. Los cinco libros siguientes van contra aquellos que admiten que desgracias similares ora más graves ora más leves y según lugar, tiempo y personas han golpeado desde siempre a los mortales y los azotarán en el futuro, pero aseguran que el culto sacrificial a los muchos dioses es recomendable debido a la vida futura después de la muerte. En estos diez libros se refutan, pues, las dos creencias, ya mencionadas, que militan contra la religión cristiana. Pero para que nadie nos acuse a habernos limitado a rechazar opiniones ajenas y de no haber ratificado las nuestras, aborda esa tarea la segunda parte de la obra, que comprende doce libros... Los cuatro primeros libros de la segunda mitad tratan del origen de ambos Estados, el Estado de Dios y el Estado de este mundo; los cuatro siguientes se ocupan del curso favorable o desfavorable de ellos; y los cuatro últimos, de su resultado debido". Se trata pues, de una apología amplia, dispuesta en dos partes, y de la exposición de una teología histórica del cristianismo. Ver el tema de la Teología de la Historia en V.J Bourke.

XXXXXA los que opinan que el culto a los dioses es necesario para la prosperidad de Roma (I-V) responde Agustín con dos argumentos principales: (1) Precisamente bajo los dioses se ha corrompido moralmente Roma y ha sido acosada desde fuera. (2) No a esos dioses sino sólo al Dios de los cristianos se debe la grandeza de Roma. Agustín rechaza que sea útil dar culto a los dioses con miras a una vida eterna (VI-X) discutiendo las filosofías que proclaman tal recomendación. La segunda parte esboza una historia salvífica del cristianismo distinguiendo un reino terreno y otro eterno. Esta división deriva de la caída en el pecado; primero de los ángeles, por amarse a sí mismos, y del que derivó el pecado del primer hombre por seducción. Por eso la civitas terrena, manchada por el mal, perdura a lo largo de la historia de la humanidad hasta la encarnación del Hijo de Dios que muestra el camino de la civitas terrena a la divina a través del amor de Dios. Desde entonces ambos reinos coexistirán en el mundo hasta la consumación, en la que serán separados para siempre en la eternidad del infierno y en la de la felicidad. Ver también el comentario a "La Ciudad de Dios" de V.J. Bourke, titulado "Las Dos Ciudades".

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