Filosofía y Teología de la Historia (V.J. Bourke)

XXXXXSan Agustín fue un pionero en el estudio del significado de la historia. Antes de él, los historiadores eran fundamenalmente "contadores de historias", poco interesados en algo más que no fuese una visión superficial de los eventos humanos. Su pensamiento en este campo puede llamarse "filosofía" ó "teología" San Agustín, inspirador del pensamiento religioso (Papa, cardenales, obispos y monjes) y del político (emperador, rey y doctores). Miniatura del siglo XV. Ms. Vat. Lat. 451 (I parte), fol. 1r.de la historia. El nombre es lo de menos. Lo importante son los logros del doctor de Hipona en este campo.

XXXXXLas creencias fundamentales del cristianismo están implícitas en la visión agustiniana de la historia: sólo hay un Dios; todos los hombres son creaturas con un antepasado único, Adán; todas las cosas y sucesos están bajo el cuidado de la Providencia divina; la humanidad ha caído desde una condición original más privilegiada, y ahora está sometida al sufrimiento y a otros males; el hombre ha sido redimido a través de la encarnación de Cristo; todos los hombres están llamados a buscar la felicidad definitiva con Dios en la vida eterna. Considerados desde este punto de vista cristiano, los sucesos de la historia temporal, se convierten en acontecimientos incluidos dentro del drama de la redención y de la salvación eterna.

XXXXXSi antes de Agustín había alguna teoría acerca de la histoira, podía resumirse en una sola palabra: fatalismo. En la literatura primitiva, se consideraba al hombre como un muñeco atado a la rueda del destino. Se pensaba que el tiempo transcurría en grandes ciclos. Los hombres estaban destinados a volver nuevamente, y de modo perpetuo, a recorrer los mismos caminos, una y otra vez. No se concebía un progreso lineal. El hombre vivía en una inmensa rueda de la fortuna de la cual era casi imposible escaparse. Toynbee ha dicho lo siguiente de este proceso cíclico: "Prácticamente, no se puede más que llegar a la conclusión de que somos las víctimas perpetuas de una broma que nunca termina, que nos condena a soportar nuestros sufrimientos, y a superar nuestras dificultades, y a purificarnos de nuestros pecados, sólo para comprender, en última instancia, que algún lapso de tiempo, sin ningún sentido, acabará por hacer inútiles todos nuestros esfuerzos" (A Study of History, IV 30).

XXXXXAgustín rompió esta rueda del destino fatal haciendo referencia a un gran acontecimiento que no puede ser repetido: "Cristo murió una sola vez por nuestros pecados; ahora que ha resucitado de la muerte, ya no puede morir" (De civitate Dei XII, 3,2). Esta enseñanaza cristiana acerca de la unicidad de la redención liberó las mentes de los hombres del determinismo y fatalismo griego. Además, proporcionó a la humanidad una meta positiva más allá del tiempo y de los sucesos temporales. Expandió los horizontes humanos más allá de las limitaciones raciales, las diferencias culturales y la variedad de instituciones sociales y políticas.

XXXXXLos sucesos humanos son significativos cuando se ven a la luz de la Providencia divina. Entonces, Dios es el punto focal de toda explicación, como sucede en todo el pensamiento agustiniano. Aún dentro del agustinianismo hay, al menos, dos diferentes interpretaciones del climax de la historia. Algunos (cfr. Paul Henry) piensan que el punto culminante es la Encarnación; todos los sucesos posteriores son, entonces, de menor relieve. El drama ha llegado a su cima; a partir de entonces, sólo queda llegar al último acto. Otros escritores ponen el énfasis en el final de los tiempos; ven la historia humana como un progreso gradual hacia una última condición del género humano todavía no alcanzada. Se trata de un punto de vista escatológico, que ha llegado a hacerse popular a través de los escritos de Teilhard de Chardin (cfr. C. Tresmontant, Père Teilhard de Chardin, His Thought, Baltimore: Helicon Press, 1959). Ambas interpretaciones encuentran algún fundamento en San Agustín.

XXXXXBibliografía: Tomado de V. J. Bourke, The Essential Augustine. X. Philosophy of History, The New American Library, New York 1964, p. 220-221; tradución de Víctor Cano.

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