El montanismo

Su fundador fue Montano (nacido en Ardabau, Frigia), que el año 170 se declaró, en su pueblo natal, portavoz del Paráclito prometido en el evangelio. Esta herejía se autodenominó "La Profecía". Sus enemigos (sobre todo tenemos datos de ella a través de Eusebio y Epifanio) le llamaban "La Nueva Profecía" (desligada del Evangelio auténtico) y "La herejía de los frisios". Conocemos también el montanismo por los escritos de montanistas de Tertuliano y por las actas sinodales.

Fueron seguidoras de Montano dos profetisas frigias: Prisc(il)a y Maximila. Esta última decía que la Nueva Jerusalén vendría después de su propia muerte en Pepuza o en Tymion (Frigia). Los montanistas se proponían revitalizar el ambiente de profetismo del primer siglo, anunciaban la proximidad del fin del mundo y, como consecuencia, la conveniencia del martirio, las limosnas generosas, la continencia, el celibato, el ayuno riguroso (después mitigaron el ayuno y sólo prohibieron las segundas nupcias).

Al principio hubo defensores del montanismo (por ejemplo, los mártires de Lyon que enviaron a Roma a Ireneo para defenderlos ante el papa, en 177). Pero pronto se descubrió su peligrosidad: subordinaban la jerarquía elclesiástica a los profetas, desautorizaban la Sagrada Escritura, negaban la voluntad salvífica universal de Dios, etc.

En Oriente, tras la muerte de Maximila (179) fue perdiendo fuerza, pero no así en Occidente, en donde se extendió gracias a la conversión de Tertuliano (200) a esta secta. Se pueden rastrear restos de montanismo en Oriente hasta el siglo IX.

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