CAPÍTULO XII: LA SOCIEDAD CRISTIANA EN EL SIGLO III

La Iglesia se extiende mucho en el siglo III. Esto reclama un esfuerzo de organización.

Examinaremos las principales características de esa transformación, la organización del catecumenado, la disciplina de la penitencia, la formación de la sociedad cristiana.

1. Organización de las comunidades

Orígenes afirma que existen dos estadios antes del bautismo: remoto y próximo. Hay unos cristianos encargados de examinar a los catecúmenos antes de cada estadio.

Hipólito dice en la Traditio apostolica que unos doctores examinan al aspirante al catecumenado. Le pregunta por los motivos de su conversión, su situación legal y su oficio. El catecúmeno tiene que renunciar a una serie de profesiones (soldado, profesor de letras). Durante tres años recibe instrucción: son los audientes. Luego pasa al grupo de los iluminados, es la preparación inmediata al bautismo.

El sábado tiene lugar un exorcismo, la exsufflatio y la signatio. Por la noche, la vigilia con lecturas e instrucciones. Al término de la misma se administra el bautismo.

Tertuliano es testigo de la existencias del catecumenado en África.

El rito bautismal comprende una triple inmersión, acompañada de una triple profesión de fe.
Hay bautismo de los niños, que se remonta a los tiempos apostólicos. Las mujeres deben soltarse el cabello y quitarse las joyas.

Sigue la unción con los óleos (para el exorcismo y para la consagración), la presentación de las ofrendas por los diáconos, la consagración de pan y vino, la bendición de la leche y la miel mezcladas y del agua, en señal de purificación. El obispo pronuncia una homilía. No existe vestigio del banquete judeo-cristiano.

La reconciliación toma especial importancia en el siglo III. Hay partidarios del rigorismo y de la moderación.

Los pecados privados se confiesan al sacerdote privadamente, pero luego viene una expulsión pública de la comunidad (se pasa a formar parte del grupo de los penitentes) y una readmisión pública, que es propiamente el sacramento (imposición de manos y unción con óleo exorcizado). Nótese el paralelismo entre los ritos del catecumenado y la penitencia, que aparecen paralelamente en esta época. Las exigencias son más duras para la reconciliación.

En el debate que tiene lugar a principio del siglo III sobre las condiciones para la reconciliación toman parte Hipólito, Tertuliano, Orígenes y Calixto. Los tres primeros son unánimes en que la penitencia no puede ser concedida más que una sola vez en la vida. Esta era la práctica de la época. Tertuliano considera como irremisibles el adulterio, el homicidio y la apostasía. La mayoría de los obispos no piensa así. Un debate parecido había sido sostenido por los obispos del Ponto, siendo zanjado por Dionisio de Corinto en el sentido de la indulgencia.

Respecto a la jerarquía de la Iglesia, contamos con tres fuentes principales: la Traditio Apostolica, la Didascalia de los Apóstoles y un ritual de ordenación incluido en los escritos pseudo-clementinos. En todos sitios aparecen los tres grados: obispo (elegido por el pueblo y consagrado por los obispos presentes), presbíteros (ordenados por el obispo, juntamente con los demás sacerdotes) y diáconos (ordenado por el obispo). También hay lectores, catequistas, exorcistas y porteros. Hay el orden de los confesores que no forman parte de la jerarquía.
Está también el orden de las viudas (oración y visita a los enfermos). Crece en importancia el orden de las vírgenes. A mediados del siglo III aparecen las diaconisas, que sustituye al orden de las viudas. Aparecen en paralelo con los diáconos (visita a enfermas, bautismo de mujeres). Parece ser que por esta época hubo una ordenación de diaconisas con imposición de manos.
Eucaristía: sólo el domingo. Los asistentes reciben el pan eucarístico y se lo llevan en un vaso a su casa. Hay otras asambleas encaminadas a la instrucción , diariamente (cfr. Homilías de Orígenes, pronunciadas en Cesarea).

También hay asambleas vespertinas en las que el obispo da gracias. Hay ágapes con una bendición y canto de salmos.

Ahora los cristianos son más, pero ha bajado el nivel de vivencia cristiana.

2. Los orígenes del arte cristiano

En los periodos relativamente tranquilos de Ceferino y Calixto, hay edificios consagrados al culto. Hay sacraria (lugares sagrados). Una de las más antiguas primitivas iglesias es la de Dura Europos que data de antes de 256. Es una casa corriente transformada en iglesia. En la segunda mitad del siglo III se comienzan a construir edificios dedicados como iglesias.

Durante las persecuciones los cementerios sirvieron de lugares de reunión. A fines del siglo I las tumbas cristianas aparecen yuxtapuestas a las paganas en un cementerio de superficie (Vaticano). A fines del siglo II ya hay hipogeos de familias cristianas ricas (como la de los Flavios en el cementerio de Domitila). Además hay verdaderos cementerios cristianos que pertenecían a la Iglesia directamente. Parece ser que las catacumbas (cementerios subterráneos como los de Calixto) aparecen durante el pontificado de Ceferino. Antes eran de superficie.

A fines del siglo II y principios del III hay frescos, mosaicos y sarcófagos cristianos. Las primeras tumbas cristianas tienen motivos comunes a los de las tumbas paganas. Pronto aparecen los temas cristianos del Antiguo y Nuevo Testamento con carácter esencialmente profético y tipológico (Adán, Noé, Daniel, Abraham, Jonás, David…). También aparece frecuentemente el tema del Pastor y temas del Nuevo Testamento bautismales y eucarísticos.

3. Los cristianos y la sociedad pagana

Como en el caso del arte, en la sociedad, los cristianos mantienen unas costumbres que son las del mundo grecorromano, pero penetrándolas de sentido cristiano (Epístola a Diogneto, Apologeticum de Tertuliano). A comienzo del siglo III es la época en que los cristianos dejan de vivir en pequeños grupos e invaden la sociedad. Clemente y Tertuliano son los grandes moralistas que contribuyen a ayudarles a diferencias entre lo que puede adoptarse y lo que no.
Teniendo en cuenta la exageración (diatriba cínica y exhortación quimérica), se puede ver en la literatura de la época las costumbres que adoptaban los cristianos.

Los cristianos (Tertuliano, Clemente) valoran los estudios profanos, sin los cuales serían imposibles los estudios religiosos. En cambio respecto de los profesores se tiende a que los cristianos no enseñen las letras profanas (Tertuliano), aunque se mantiene una tolerancia (Orígenes). La educación bíblica se imparte en casa y la profana en la escuela.

Para los cristianos no es algo malo el comercio, pero es problemático por su relación con el gran mercado de los ídolos.

La profesión de soldado no tiene nada de indigna, pero presenta muchos peligros para el alma en el siglo III.

El periodo que estamos estudiando presenta un enorme interés para la historia de la civilización cristiana. La labor de los cristianos no es una desacralización, sino de una penetración progresiva del espíritu cristiano de las costumbres familiares y sociales.

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