| CAPÍTULO
IV: ARRIO Y EL CONCILIO DE NICEA No
sólo en África estaba la Iglesia dividida. También en Egipto
y Asia Menor había partidos. Osio, obispo de Córdoba, que había
llevado a cabo una primera labor de investigación en la iglesia de África,
es nuevamente encargado por el emperador para informarse de la situación
de la igelsia en el Oriente. La conclusión será también la
convocación de un concilio.
Arrio, probablemente un prófugo
del cisma de Melecio, entre 318 y 323 se opone al obispo de Alejandría,
Alejandro, en temas de teología trinitaria. Se revivían las discusiones
tenidas en los últimos años del episcopado de Dionisio de Aloejandría
(260-265).
Dionisio se había inclinado al subordinacionismo en su
polémica con los sabelianos de la Cirenaica, y había sido censurado
por el papa Dionisio. El obispo de Alejandría rectificó y, a partir
de entonces, insistió en la plena igualdad entre el Padre y el Logos.
Arrio
se decía discípulo del mártir antioqueno, Luciano. Se pronuncia
a favor de la primera postura de Dionisio, es decir, quiere que no se pierdan
los "privilegios del Padre", único aggennetoV, es
decir "no engendrado" ("no entrado en el ser"). También
dice que es "no devenido" (de ginomai
= "llegar a ser"), porque en esa época
no se distingúia entre "engendrar" y "devenir". El
Padre es el absolutamente único (arch) y principio de todos los seres.
En consecuencia, Arrio afirma que el Logos no es eterno, ni increado, ni "no
engendrado" como el Padre, porque del Padre ha recibido el ser y la vida.
Arrio
llega a afirmar que el Logos "antes de ser engendrado no existía",
fórmula que suena blasfema ante la ortodoxia. Hay que tener en cuenta que
Arrio, lo que intenta explicar es una superioridad ontológica del Padre,
no cronológica, sin embargo, es claro su subordinacionismo, porque sostiene
explicitamente que el Logos es una creatura divina perfecta, pero creatura.
Cien
obispos de Egipto y Libia, encabezados por Alejandro, anatematizaron la doctrina
de Arrio y lo excomulgaron a él y a sus partidarios (dos obiospos, cinco
presbíteros y seis diáconos). Arrio buscó el apoyo de los
discípulos de Luciano de Antioquía ("syllukianistas").
Uno de ellos fue Eusebio, que había sido obispo de Beyrut, luego de Nicomedia
(corte imperial) y por fin de Constantinopla. Fueron convocados sínodos
en Palestina y Bitinia, que apoyaron a Arrio. En las comunidades con partidarios
de Arrio se levantaron adversarios: contra Eusebio de Cesarea, Macario de Jerusalén;
contra los arrianos de Fenicia y Cicilia, los obispos de Trípoli y Eustacio
de Antioquía; contra Eusebio de Nicomedia (en Bitinia), Marcelo de Ancira
(en Galacia).
Mientras tanto Alejandro de Alejandría envía
cartas a los obispos de Asia y al obispo de Roma, Silvestre. Se imponía
un Concilio "mundial", ecuménico. Se reunieron 300 obispos en
Nicea (junto a Nicomedia) el 20 de mayo de 325 (100 de Asia Menor, 30 de Siria-Fenicia,
meos de 20 de Palestina y Egipto, tres o cuatro obispos de Occidente). Asisten
también dos presbíteros romanos en representacíon de Silvestre
de Roma.
Se
presentan diversas tendencias en el concilio: 1) los arrianos primitivos respaldados
por sus amigos syllukianistas, encabezados por Eusabio de Nicomedia; 2) Eusebio
de Cesarea que preside un grupo de subordinacionistas moderados, discípulos
de Orígenes, junto a otro grupo de tradicionalistas que quieren apegarse
a la Escritura y desechan toda fórmula nueva; 3) los que han sabido desenmascarar
el peligro del arrianismo: Alejandro de Alejandría, su diácono Atanasio
y Osio de Córdoba; 4) Eustacio de Antioquía y Marcelo de Ancira
apoyan a los anteriores, pero se van al extremo opuesto del arrianismo y defienden
el modalismo y sabelianismo.
Se llegó a una mayoría fuerte
que condena los errores de Arrio. Se toma como base la propuesta de Eusebio de
Cesarea, pero se afirma claramente que el Hijo es "engendrado y no creado,
consustancial (omoousioV) al Padre. De esta manera, al introducir un término
no escriturario, sino erudito, el concilio reconoce el esfuerzo propiamente teológico
de elucidación del dat revelado.
Constantino apoya la decisión
del concilio. Sólo Arrio y los dos obispos que le habían apoyado
desde el principio, se niegan a aceptar la fórmula nicena, y son desterrados.
Tres meses después, Eusebio de Nicomedia y dos de sus vecinos intentan
retirar su firma de adhesión al concilio y por tal motivo son también
desterrados (otoño 325). Home
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