Tema 1. Naturaleza de la Historia de la Iglesia

Antes de abordar el estudio de la Historia de la Iglesia antigua y medieval, es preciso detenernos a dar cuenta de la naturaleza de esta disciplina, que es a la vez histórica y teológica (apartados a y b).

Además, revisaremos en este capítulo introductorio porqué es de gran actualidad el estudio de los acontecimientos que tuvieron lugar hace tanto tiempo y de qué manera influyen esos sucesos en esta época histórica que nos toca vivir, al principio del Tercer Milenio de la era cristiana (apartado c).

Nos detendremos también a repasar brevemente con qué tipo de fuentes históricas contamos para analizar la vida de los cristianos desde el siglo I hasta mediados del siglo XV (apartado d).

Por último, veremos cómo se divide esta disciplina, es decir, estudiaremos cuáles son los distintos períodos por los que ha transcurrido la vida de la Iglesia desde su fundación hasta nuestros días (apartado e).

a) Condición teológica

Lo primero que tenemos que analizar es la condición teológica de la Historia de la Iglesia.

Según los historiadores de la Iglesia que son positivistas, esta disciplina debería centrarse en describir «las vicisitudes concretas de la Iglesia, situándola en el marco más general de los acontecimientos profanos, sin ninguna intención apologética o edificante, movida por el único afán de mostrar y explicar, según la fórmula de Ranke was geschehen ist, lo que ha sucedido» (J. DANIELOU, Nueva Historia de la Iglesia, tomo I, Ediciones Cristiandad, Madrid 1964, p. 19).

La verdad dicen, y con razón es una sola, tanto para los historiadores como para cualquier otro científico. No hay una historia de la Iglesia científica y otra religiosa.

Sin embargo, aunque la historia de la Iglesia deba orientarse de modo estrictamente científico, queda un lugar no despreciable para las consideraciones teológicas pues es imposible estudiar a la Iglesia sin tener en cuenta su naturaleza sobrenatural. Toda concepción de la Iglesia implica, quiérase o no, ciertas posiciones teológicas.

El historiador de la Iglesia deberá superar el punto de vista meramente sociológico, pues la Iglesia, como Cristo, tiene una doble naturaleza: divina y humana. En ella también tiene vigor la «Ley de la encarnación». El historiador deberá situarse en la perspectiva que le impone la propia naturaleza del objeto estudiado.

Algunos autores han llegado a afirmar que la Historia de la Iglesia es teológica por su genero, y por su especie, histórica (Cfr. J.I. SARANYANA, Historia de la Teología, BAC, Madrid 1990, p.). Es decir, ante todo es una parte de la teología, aunque es una teología en la que prevalece el enfoque histórico. La Historia de la Iglesia forma parte de la llamada Teología histórica.

Todo quehacer historiográfico es un "quehacer situado" (Zubiri). La Historia de la Iglesia es evidentemente un quehacer teológico, porque implica una lectura fiducial de unos hechos históricos.

La historia profana se distingue de la historia de la salvación. La historia de la salvación transcurre de manera oculta en el marco de los sucesos de la historia profana.

El historiador ordinariamente ha de diferenciar entre lo histórico y lo metahistórico. Sin embargo, en el caso de la Historia de la Iglesia tal distinción no siempre es posible, porque la salvación está incoada in tempore, aún cuando no se realice plenamente hasta después.

Además, hay que tener en cuenta que la Historia de la Iglesia no es una mera Historia de las religiones, hecha con un enfoque puramente sociológico, sino la historia de una realidad sobrenatural a través de la cual Dios interviene en el mundo. Desde los gnósticos (s. II), pasando por Joaquín de Fiore (s. XIII), el hombre ha tenido la tentación de considerar una historia de la Iglesia, sin la Iglesia, una historia de la salvación que se reduce a ser simplemente una historia religiosa de los pueblos.

Podemos enumerar dos factores importantes a tener en cuenta en el estudio de la Historia eclesiástica:

a) la acción del Espíritu Santo, alma de la Iglesia, que la gobierna hasta en los más pequeños detalles. Detrás de cada acción humana está actuando la Providencia de Dios. Su amor está presente en toda la historia. Todo tiene un sentido, aunque, a veces, a los hombres se nos oculte su significado profundo;

b) por otra parte, se trata de una verdadera historia, no de una ficción, pues los hombres actúan libremente. En la historia de la Iglesia hay grandes rasgos de santidad y heroísmo, y también flaquezas y miserias, fruto de la opción libre de los hombres.

En este sentido, cabe señalar que la historia de la Iglesia no se puede comprender sino a través de una perspectiva de fe. La teología, por lo tanto, es imprescindible como ciencia de apoyo.

Es muy útil el estudio de la Historia de la Iglesia, desde un punto de vista apologético para defender a la Iglesia del ataque de los ignorantes, pero también lo es desde el punto de vista teológico para comprender mejor cómo la Iglesia siempre ha permanecido la misma.

Además, este enfoque nos da una visión más serena de los acontecimientos actuales. La Historia siempre es Magistra vitae.

Evolución exterior e interior de la Historia de la Iglesia

La historia de la Iglesia es una disciplina teológica que pretende delinear un cuadro claro, comprensible y fundado científicamente, de la evolución interior y exterior, hecha en el espacio y en el tiempo, de esa institución salvífica visible, fundada por Cristo, que, con término derivado del griego, llamamos Iglesia (BIHLMEYER, I, 15-16).

  • Llamamos evolución exterior a los aspectos más exteriores de la Historia de la Iglesia como: la difusión del cristianismo (misiones), las relaciones con los pueblos y los Estados, las persecuciones, etc.
  • La evolución interior (más importante que la anterior) se refiere al estudio de la liturgia, la disciplina, las costumbres, la cultura, el arte, la literatura, la predicación, la doctrina (teología), etc.

La historia de la Iglesia se detiene en el estudio de la Iglesia en su relación con otras sociedades. Pero, sobre todo, interesa el estudio de la vida interna de la Iglesia, de su fe, de su liturgia, de sus miembros, etc.

El método que utiliza la Historia de Iglesia es, a la vez, histórico y teológico.

La exigencia del método teológico es una fundamentalmente: estudiar todo con fe, a la luz de la fe, partiendo de la fe... El historiador eclesiástico habrá de juzgar los hechos a la luz de la fe. No puede dejar a un lado el "misterio" de Iglesia, que es objeto de su estudio. La historia de la Iglesia debe tener una dimensión religiosa siempre. De hecho la Historia de la Iglesia forma parte de la Teología histórica.

b) Condición positiva

El hecho de que la Historia de la Iglesia sea una disciplina teológica no la exime de someterse al rigor científico de toda disciplina histórica.

Las exigencias del método histórico son tres:

  • fundamentación en las fuentes (monumentos arqueológicos, actas de Concilios y de papas, colecciones litúrgicas y canónicas, símbolos de fe, actas de mártires, vidas de santos, etc.) y talante crítico;
  • objetividad;
  • orientación pragmático-genética (causas, líneas de fondo, fuerzas motrices, influencias, etc.); sólo así puede ser verdaderamente Magistra vitae.

La Historia de la Iglesia busca constantemente fundamentar sus conclusiones en las fuentes históricas disponibles. De hecho, se han conservado más documentos y fuentes monumentales para estudiar la historia de la Iglesia en los primeros siglos que para el estudio de otras instituciones antiguas. Basta considerar la abundancia de versiones de la Sagrada Escritura con que contamos, así como de otros escritos de los Padres de la Iglesia, en comparación con los escritos que nos han legado los autores profanos.

«Objetividad» de los estudios históricos

Los tiempos históricos son tiempos de conciencia. Es más o menos lo que ocurre en el cine, en el que el hombre es dueño de la Historia. En la conciencia del hombre se ordenan presente, pasado y futuro. El saber histórico es explicación del presente.

No puede haber "neutralidad" en la explicación de la historia, ni "objetividad". En este sentido, se da actualmente una exageración de algunas visiones de la Historia que, por esta razón, sólo estudian datos "objetivos" (económicos, sociales, etc.). La Historia "total" es una meta a la cual tender aunque sea imposible alcanzarla. El eje central en el que se integran todos los acontecimientos es el espíritu humano.

La Historia no es la rueda ciega del eterno retorno (Krsna) ante la cual el hombre renuncia a su libertad mediante el auto-aniquilamiento (nirvana). Es imposible estudiar la Historia cuando se la desprende de la libertad.

La tradición es entrega de un patrimonio cultural que no se puede rechazar (revolución) ni anclarse en él (arteriosclerosis).

Para los griegos la Historia en un movimiento cíclico regulado por una ley universal. Para Israel la Historia es fruto de la libertad humana, teniendo presente la acción providente de Dios Creador.

La Historia de la Iglesia como ciencia

La Historia eclesiástica, como ciencia, se remonta a Eusebio de Cesarea (+339). Otros grandes historiadores han sido: Sócrates, Sozomeno, Teodoreto de Ciro, Evagrio Póntico, San Jerónimo, Rufino, Casiodoro, Cesar Baronio (+1607); y, últimamente: Möhller, Döllinger, Funk, Deniffle, etc.

c) Actualidad del estudio de la Historia de la Iglesia

La historia de la Iglesia constituye un apasionante tema de estudio porque en ella se entrecruza lo divino con lo humano, la Voluntad de Dios y el querer del hombre.

En la Historia de la Iglesia hay grandes rasgos de santidad y heroísmo, y también flaquezas y miserias, fruto de la opción libre de los hombres. La Historia de la Iglesia no se puede comprender sino a través de una perspectiva de fe.

Es muy útil su estudio para defender a la Iglesia del ataque de los ignorantes, y para comprender mejor cómo la Iglesia siempre ha permanecido la misma. Además, nos da una visión más serena de los acontecimientos actuales. «En la Edad Media, se llamaba al estudio de la historia "la escuela de los príncipes" (...). La historia de la Iglesia es "maestra de vida". Su aleccionador sentido pedagógico puede alentar a los cristianos a un mejor uso de su libertad. Necesitamos conocer el pasado para enfrentarnos al presente y prever el futuro» (Paul Johnson, cfr. Aceprensa 150/92).

d) Fuentes literarias y monumentales

Los documentos de los primeros siglos (Hechos de los Apóstoles, Cartas de San Pablo, Escritores latinos, Eusebio…) deben utilizarse con prudencia: su datación suele ser difícil, su autenticidad discutida y su interpretación ambigua.

A falta de documentos, los primeros siglos nos brinda una herencia literaria de una impresionante variedad (manuscritos del mar Muerto, los descubrimientos de Nag Hammadi, los escritos judeo-cristianos, etc.). Estos textos pueden utilizarse para la historia, situándolos con precisión en su contexto. Así se logra presentar una imagen más viva y real de los primeros siglos.

La Iglesia judeo-cristiana (anterior al año 70) aparece velada en los documentos oficiales y, sin embargo, tuvo una gran riqueza que conviene conocer.

Como hemos visto, la Historia de la Iglesia, por tratarse de una disciplina netamente histórica, ha de fundamentarse en las fuentes (monumentos arqueológicos, actas de Concilios y de papas, colecciones litúrgicas y canónicas, símbolos de fe, actas de mártires, vidas de santos, etc.), que investigará con un talante crítico.

e) División histórica

Se suele dividir la historia de la Iglesia en cuatro grandes períodos que, a su vez, cada uno de ellos, se subdivide en dos:

I. Edad Antigua:

1. Fundación, persecuciones, consolidación (0-313),
2. Expansión, conversión de los bárbaros, el Islam (313-692).

II. Edad Media:

1. Alta edad media (692-1122),
2. Baja edad media (1122-1453).

III. Edad Nueva o de las Reformas:

1. Epoca de pre-reforma (1453-1517),
2. Epoca de la Reforma protestantes y las guerras de religión (1517-1648).

IV. Edad Moderna:

1. Nacionalismos y monarquías absolutas (1648-1789),
2. Descristianización de las grandes masas (liberalismo, marxismo..) (1789-2000).

La antigüedad cristiana que estudiaremos en los temas 2 a 11 transcurre desde la fundación de la Iglesia por Cristo hasta fines del siglo VII (Sínodo Trullano: 692). Es la época en la cual la Iglesia vive prevalentemente en el ámbito de la cultura greco-romana. Se divide en dos periódos: antes (0-313) y después (313-692) del Edicto de Milán (año 313).

La época medieval que estudiaremos en los temas 12 a 24 abarca desde fines del siglo VII hasta la caída de Constantinopla en poder del Islam (año 1453). Se divide en dos periodos, a su vez: los inicios de la edad media (hasta el Concordato de Worms en el añol 1122) y la época de oro y tardía medieval (hasta el año de 1453).

Página principal | Esquema | Programa | Arriba