Dimensiones de la Gracia (V.J. Bourke)

XXXXXSan Agustín es conocido, en la historia de la teología católica, como "el Doctor de la Gracia"; ninguna antología estaría completa sin algunos ejemplos de su enseñanza en este importante tema. Miniatura de la Escuela flamenca de Luis de Brujas (1460-1740). Agustín explica a los filósofos las condiciones para una vida recta (Biblioteca Nacional de París). Sin embargo, la visión agustiniana de la gracia divina, ha ocasionado siglos de controversias y, en este pequeño comentario, no podemos aspirar a ofrecer una interpretación definitiva.

XXXXXAgustín consideraba la gracia como una ayuda que Dios da a los hombres, por encima de las fuerzas naturales, para querer y ejercitar acciones que podrían ser acredoras a méritos para la salvación eterna. Si tuvieramos que dialogar con un teólogo del siglo XVI, diríamos que la gracia eleva al hombre al nivel de la vida y las acciones sobrenaturales. Pero esta distinción entre los órdenes natural y sobrenatural no aparece formalmente tratada en los escritos de San Agustín (cfr. por ejemplo, H. De Lubac, Surnaturel: Etudes Historiques) y, por lo tanto, esta distinción no nos es útil en este momento. Esto no quiere decir que San Agustín fuera contrario a la idea de lo sobrenatural; él, sencillamente, no trata el tema en estos términos.

XXXXXEn la última parte de la vida de Agustín, los pelagianos enseñaban que el libre albedrío de la voluntad del hombre es, por sí mismo, suficientemente poderoso para permitir a una persona llevar a cabo acciones meritorias del Cielo. Pelagio no negaba que Dios puede ayudar al hombre a través de su gracia, pero él afirmaba que esta graciosa ayuda no es realmente necesaria, que la gracia es más como un ornato que una auténtica necesidad en la vida espirirtual. Agustín (y tota la tradición en la teología cristiana) insistía en que la gracia divina es esencial en el ejercicio de los actos meritorios, que esta gracia no puede ser merecida por ninguna acción humana precedente y, por lo tanto, que la gracia es un regalo gratuito de Dios a los hombres. Estos puntos son tratados, por ejemplo, en las Retractaciones. En este escrito, Agustín revisa su tratado sobre el Libre Albedrío, y la pretensión de Pelagio de reclamar la autoría de este diálogo de juventud. Está claro que San Agustín nunca pensó como un pelagiano.

XXXXXPara entender todo el problema de la relación entre las acciones humanas y la actividad de Dios, es importante la distinción agustiniana entre libre albedrío (liberum arbitrium) y libertad (libertas). Este punto lo trata el Enchiridion ("Cómo la gracia restaura la libertad"). El libre albedrio es parte de la naturaleza humana: el alma, en cuanto voluntad, es dotada desde el principio, con la habilidad para dirigirse hacia o rechazar el bien supremo; esta habilidad es el liberum arbitrium. Implica una libertad de alternativas: hacer lo que es bueno o lo que es malo. Por otra parte, Dios puede disponer de tal manera la voluntad humana, que se incline sólo hacia su verdadero bien. Esta disposición divina liberaría a la voluntad de su tendencia hacia el mal; esta libertad tan eminente es la libertas. Obviamente, la libertad es el resultado de la gracia de Dios (cfr. E. Gilson, La Filosofía Cristiana de San Agustín, Parte II, cap. 3).

XXXXXEn su valiosa introducción a San Agustín, Eugène Portalié, ofrecía un resumen conclusivo sobre la enseñanza de la gracia, en términos de las siguientes tres proposiciones:

XXXXX1) "La absoluta soberanía de Dios sobre la voluntad se opone al principio pelagiano de la emancipación de la libertad".
XXXXX2) "La libertad de elección, aún bajo la influencia de la gracia eficaz, siempre fue salvaguarada por Agustín".
XXXXX3) "La teoría austiniana de la influencia divina, reconcilia los dos aspectos: la gracia y la libertad de la voluntad.

XXXXXBibliografía: Tomado de V. J. Bourke, The Essential Augustine. VIII. Dimensions of Grace, The New American Library, New York 1964, pp. 175-176; tradución de Víctor Cano.

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