Vida moral y religiosa (V.J. Bourke)

XXXXXAl final de la introducción del capítulo VI, hicimos hincapié en que el acercamiento del hombre a Dios no es puramente cognitivo, sino que abarca también su corazón y toda su existencia. Epifanía del Señor y Justiniano que presenta su códice al Papa: a la derecha del Papa, San Agustín. Miniatura. Ms Urb. Lat. 164, fol. 77r. El presente capítulo trata de algunos de los puntos de vista de San Agustín sobre este aspecto de la vida práctica del hombre.No está interesado en la teoría o la especulación acerca de la vida moral en sí misma: la sabiduría de San Agustín es siempre eminentemente práctica. No separa la ética de la moralidad religiosa y la vida espiritual. Agustín prácticamente desconoce la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, con su naturalismo fundamental. La vuelta del alma a su Origen es un tema constante en los tratados de los Neoplatónicos, que Agustín había leido. Sin embargo, nunca se le ocurrió separar la ética de la religión. Aquí, como en cualquier otro tema, sus intuiciones proceden de la lectura de algún texto de la Sagrada Escritura aparentemente "intrascendente". Esto se nota, por ejemplo, en su comentario al Salmo 32 (Serm. 3, 15-16) de donde toma el fundamento del eudemonismo moral (que todos los hombres desean la felicidad), y no de Platón o Aristóteles.

XXXXXEn el Libro XIX de la Ciudad de Dios, Agustín trata ampliamente la orientación básica del hombre hacia Dios como Sumo Bien. En este escrito, Agustín examina tres tipos de bienes finitos (corporales, físicos y sociales), y explica que ninguno de ellos puede satisfacer plenamente las aspiraciones humanas. Es una argumentación por exclusión que eventualmente conduce a la conclusión de que Dios es el único fin que vale la pena, de los esfuerzos humanos. El verdadero fin de la existencia humana es la unión con Dios, por el amor. Este razonamiento, se encuentra también, de manera parecida, en el Libro III de la Consolación de la Filosofía, de Boecio, en el Libro III de la Summa Contra Gentiles de Santo Tomás de Aquino, y en otros muchos tratados de ética posteriores.

XXXXXHay una famosa definición de la virtud, que aparece en todos los tratados de teología moral, durante la Edad Media, y que es conocida como la definición agustiniana de la virtud. Realmente, fue acuñada por Pedro Lombardo en el siglo XII, a partir de varias obras de Sa Agustín (especialmente de su De Libero Arbitrio, II, 19). La definición dice así: "La virtud es una cualidad buena de la mente, por la cual vivimos rectamente, de la cual nadie puede hacer mal uso, que Dios lleva a cabo en nosotros, pero sin nosotros" (cfr. S. Thomas, Quaestiones Disputatae, Sobre las Virtudes en general, a. 2). Aunque la fórmula final de esta afirmacion no es de Agustín, sin embargo es típicamente agustiniana. Esto se puede ver en el escrito agustiniano Conducta Moral de la Iglesia Católica, 3-8.

XXXXXEl tratamiento de la moral, y particularmente de la perfección religiosa, en Agustín, no es legalísta. Él habla frecuentemente de la ley eterna de Dios y de la ley moral que está inscrita en los corazones de los hombres. La conciencia moral es una expresión de esta ley divina de bondad inscrita en nostros. Sin embargo, él no hace énfasis en los deberes, obligaciones, sanciones y todas las trampas jurídicas de una teología moral posterior. Eso se puede ver especialmente en algunos de sus tratados como la Ciudad de Dios (XIX, 14), cuando trata de los dos preceptos del amor.

XXXXXCuando trata cuetiones particulares, como por ejemplo, el tema de la mentira (cfr. Enchiridion, 18, 19, 22), destaca por su acento en la persona y en la intención. La definición de mentira, según Agustín, incluye la intención de engañar al otro. Santo Tomás de Aquino, en cambio, no incluye esta intencionalidad. Como consecuencia, la mentira es tratada siempre por San Agustín, como una acción interpersonal, y no le resulta nada fácil sostener su convicción de que todas las mentiras son moralemente malas. Obviamente, se dan algunos casos en que el que miente lo hace por el bien de alguna persona, o por algún otro bien importante. No es evidente que todas esas mentiras son inmorales. Una corriente de la teología moral católica posterior ha modificado la concepción agustiniana y ha tratado la mentira como una forma de abuso, pero ha admitido que no todas las mentiras son malas. Las dificultades que tuvo San Agustín para abordar este tema ha ayudado a otros a encontrar una mejor solución.

XXXXXSan Agustín es también uno de los pioneros en el desarrollo de los ejercicios espirituales. La forma básica de métodos posteriores de avanzar en la perfección espiritual, aparece en la descripción agustiniana de siete etapas de la vida del alma. Esencialmente, el movimiento de esos ejercicios es triple: 1) apartamiento de la atención de las cosas materiales del mundo, 2) concentración en lo que es mejor en el alma y 3) elevarse por encima del alma para centrarse en Dios, el Bien trascendente. Es posible descubrir esta secuencia, en muchos de los grandes tratados agustinianos, especialmente en sus Confesiones.

XXXXXHay algunos pasajes de los escritos de Agustín, que sugieren, al menos a algunos lectores, que él mismo tuvo experiencias místicas. Dom Cuthbert Butler siempre mantuvo que San Agustín fue un verdadero místico. Ha habido muchas opiniones al respecto. Otros pensadores rechazan esta hipótesis. La mayoría de ellos se basan en una diferenciacion radical entre lo intelectual y lo místico. Nos inclinamos a pensar como Charles Boyer: "Si admitimos esta oposición, aún la visión beatífica en el Cielo no sería "mística", en cuyo casó uno se pregunta qué se entiende entonces por "mística""

XXXXXBibliografía: Tomado de V. J. Bourke, The Essential Augustine. VII. Moral and religious life, The New American Library, New York 1964, pp. 149-151; tradución de Víctor Cano.

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