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¿QUÉ
ES LA MICROHISTORIA?
(por Víctor
Cano S.)
En
esta página recogemos algunas ideas que pueden servir de aliciente
a otros para iniciar o proseguir una investigación como la que
hemos ido haciendo en estos últimos
años, con el objeto de "volver a dar vida" a muchos antepasados
cuya memoria se había perdido casi totalmente para la generación
actual.
Nuestra
época es testigo de un resurgir del interés por esta tarea
cultural de primera magnitud. Un pueblo sin la conciencia de sus raíces
pierde identidad. Una persona que no tiene interés por conocer
quiénes fueron sus antepasados, dónde vivían, qué
tipo de vida llevaban, etc., pierde la memoria de su pasado y, con ello,
un gran tesoro de valores y realidades humanas que trasmitir a sus sucesores.
La
microhistoria, no es historia crítica o monumental. Su cometido
es mucho más humilde y sencillo. Como afirma Luis González
y González "es la versión popular de la historia, obra de
aficionados de tiempo parcial. La mueve una intención piadosa:
salvar del olvido aquella parte del pasado propio que ya está fuera
de ejercicio. Busca mantener al árbol ligado a sus raíces.
Es la historia que nos cuenta el pasado de nuestra propia existencia,
nuestra familia, nuestro terruño, de la pequeña comunidad"
(cfr. Hacia una teoría de la microhistoria. Discurso de
recepción del doctor Luis González y González en
la Academia Mexicana de la Historia, leído en la sesión
solemne del 27 de marzo de 1973).
En
cuanto a qué tipo de gente sea la que se dedican a esta tarea,
Don Luis González dice lo siguiente: "a la mies microhistórica
acuden operarios de muy desigual condición. Unos son abogados,
sacerdotes, médicos, poetas, políticos o personas que apenas
saben leer y escribir. Y sin embargo es posible rastrear en ellos algunos
rasgos comunes: quizá el más notorio sea el ego emocional,
la actitud romántica".
No
es un impulso racionalizante el que mueve al microhistoriador, es "un
amor (a veces ferocidad amorosa) a las raíces, un amor melancólico,
como aquel de Manuel Machado: "Me siento a veces triste… \ Mi pensamiento
entonces \ Vaga junto a las tumbas de los muertos, \ Y en torno a los
cipreses y los sauces \ que abatidos se inclinan… y me acuerdo".
El
que hace la microhistoria de sus antepasados, de su terruño, de
un grupo de familias ligadas por el tiempo y el espacio, muy a menudo
tiende a acumular todo tipo de vestigios, movido por el afán "de
ver a los ancestros en toda su redondez" (L. González).
Aunque
la microhistoria sea un saber humilde y sencillo —de lo cotidiano y familiar—
no por eso carece de rigor científico. Todo microhistoriador busca
afanosamente los datos reales en archivos tras una paciente investigación,
porque lo que pretende es reconstruir lo más exacta posible la
verdad. Las fuentes más frecuentadas por el microhistoriador son
los archivos parroquiales, los libros de notarios, los vestigios arqueológicos,
los cementerios, las crónicas de viaje, los censos, los informes
de munícipes y gobernadores, estatutos, reglamentos, leyes, periódicos
y tradición oral.
La
labor del microhistoriador es ardua. Se ve necesitado muchas veces de
hacerla de detective, con escasas y borrosas huellas, sin medios para
descubrir lo que busca penosamente. Para encontrar la verdad sobre las
personas que vivieron hace dos o tres siglos tiene que obtener datos y
después intentar relacionarlos entre sí. Esta es la tarea
más difícil, pero la más importante: "la resurrección
de nuestros difuntos requiere recubrir sus huesos de carne y espíritu".
El
estilo de la microhistoria es la expresión inspirada en lo coloquial.
Las personas y las sociedades se hacen más libres, crecen y producen,
si se conocen mejor a sí mismas, de dónde proceden y cómo
han llegado a ser lo que son.
Terminamos
con las palabras conclusivas de don Luis González en su Discurso
al ser aceptado miembro de la Academia Mexicana de la Historia: "La microhistoria
es la especie história que se ocupa de la añorada matria,
la gente de tamaño normal y las acciones típicas y triviales
del quehacer cotidiano. Es, desde otro punto de vista, la rama menos científica,
menos arrogante y menos emperifollada de la frondosa Clío. Es,
por último, la menuda sabiduría que hace libres a las minisociedades
y las promueve para el cambio; vacuna a los niños contra el horror
a los policías grandotes llamados héroes y caudillos; permite
hacer generalizaciones válidas a los científicos de las
ciencias humanas sistemáticas; proporciona viejas verdades a esos
revendedores que son los moralistas, y procura salud a los prófugos
del ajetreo".
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