LIÉRGANES Y RIOTUERTO (CANTABRIA)

A. GEOGRAFÍA E HISTORIA DE LIÉRGANES Y RIOTUERTO

       La Cavada, Riotuerto (Cantabria), lugar de nacimiento de los antepasados de María Faro de la Vega (1886-1944), está la comarca de Trasmiera. Desde mediados del siglo XVII se establecieron en Liérganes, un municipio vecino, familias de flamencos, para trabajar en la fabricación de cañones, pues desde 1634, aproximadamente, se hicieron ahi, y luego en La Cavada (Riotuerto), unos hornos de fundición. El municipio de Riotuerto, en la comarca de Transmiera.De Lieja llegó a Liérganes Juan de Arche, el primero de la dinastía de los Arche, antecesor de Fidel Faro Arche, padre de María. También llegaron, durante el siglo XVII, otros antepasados de María, tanto a Liérganes como a Riotuerto.

1. Datos generales

       Los municipios de Liérganes y Riotuerto pertenecen geográficamente a la comarca de Trasmiera. Riotuerto, que es lugar donde más tiempo vivieron los antepasados de María Faro, colinda al norte con los municipios de Medio Cudeyo y Entrambasaguas, al oeste con Lïerganes y Miera, al este con Solórzano y al sur con los municipios de Ruesga y Arredondo, que pertenecen ya a la comarca de Asón-Agüera.

       El municipio está dedicado principalmente al sector primario, aunque también el secundario ha alcanzado cierto desarrollo principalmente gracias a la industria textil de algodón.

       Históricamente, Riotuerto y Liérganes pertenecían a la Merindad de Trasmiera y, dentro de ella, a la Junta de Cudeyo. Riotuerto se dedicó, al igual que Liérganes, a la fabricación de cañones desde la fábrica construida al efecto en La Cavada, en 1638. Su producción tuvo fama entre los siglos XVII y XIX y estuvo dirigida durante muchos años por los hijos de Juan de Olivares, secretario del rey.

       El monumento más importante del municipio es la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, construida en 1740 por orden de Tomás Crespo Agüero, arzobispo de Zaragoza y natural de la localidad de Rucandio donde se levantó el templo. En La Cavada destaca la puerta de Carlos III, de estilo neoclásico.

       "La fiesta de la Juventud", en agosto, es una de las más sobresalientes del municipio junto a la noche de San Juan (24 de junio).

       La gastronomía de Riotuerto conquista sobre todo por sus cremosos quesos de nata y sus dulces típicos, los corazones.

2. Localidades del municipio de Riotuerto

       Veamos algunos datos recientes de las localidades del Municipio de Riotuerto y su situación geográfica.

La Cavada: 688 habitantes. Está situada a 24 kilómetros de Santander.
Rucandio: 130 habitantes. Está situada a 1
Revilla
: 90 habitantes. Está situada a 0 km. de distancia de la capital.
Monte: 185 habitantes. Está situada a 3 km. de distancia de la capital.
La Lombana: 93 habitantes. Está situada a 0 km. de distancia de la capital.
Agustina: 15 habitantes. Está situada a 5 km. de distancia de la capital.
Arronte: 36 habitantes. Está situada a 0 km. de distancia de la capital.
Barrio de Arriba: 281 habitantes. Está situada a 2 km. de distancia de la capital.
Camposdelante: 24 habitantes. Está situada a 3 km. de distancia de la capital.

3. Historia

       Tanto la cueva del Canónigo como la de Cordivilloso, en Rucandio, han aportado los más antiguos restos de ocupación humana de este territorio. En ambos casos se trata de materiales cerámicos que, tipológicamente, pueden ser adscritos a la Edad del Bronce. 

       Como es tan frecuente, hay un lapsus temporal importante entre estos vestigios y la primera cita documental sobre el municipio, que pretenece al año 1085 y forma parte del Cartulario de Santa María de Puerto de Santoña. Es muy posible, sin embargo, que estas tierras de Riotuerto estuvieran bajo el dominio de la Abadía de Santander en la Alta Edad Media.

       En el Becerro de las Behetrías (1351) aparece bajo la jurisdicción de Pedro González de Agüero y bajo el dominio de la Casa de Velasco.

       En la Edad Moderna se creó en La Cavada la ferrería (fábrica de piezas de artillería) gracias a un privilegio otorgado a Jorge de Bende, llegando a funcionar tres hornos, que junto con los otros dos más de Liérganes, suministraron armamento a plazas fuertes de España y las Colonias, y a la Armada Real. Su fama trascendió de nuestras fronteras, siendo alabadas sus piezas en toda Europa. Hacia 1759 entre las ferrerías de Liérganes y La Cavada tenían en funcionamiento cinco hornos de fusión y dos de reverbero. La crisis de la Armada, a finales del siglo XVIII, con una gran reducción de efectivos por las continuas guerras con Francia e Inglaterra, trajo la decadencia de la actividad, que a principios del XIX era insignificante, fundiéndose por última vez en 1826.

       En lo referente al patrimonio monumental, destaca la iglesia parroquial de La Cavada, construcción de los siglos XVI-XVII y que posee en su interior un excelente retablo mayor del XVII. También es muy interesante la iglesia parroquial de Rucandio, obra de mediados del siglo XVIII. Es barroca, de planta octogonal, al igual que la torre de cuatro pisos.

       También en Rucandio merece la pena señalar la Casona de Ardanaz, del siglo XVIII, en estilo barroco montañés, blasonada.

       En La Cavada se encuentra el Arco de Triunfo o portalada de Carlos III, obra de 1784, de tipología neoclásica, con arco de medio punto entre pilastras adosadas.

4. La Cavada 

       A primera vista, lo que encontramos al llegar a La Cavada, es un hermoso río que serpentea por el centro del pueblo, y que, tras correr los casi 40 Km. que le separan de su nacimiento en el Portillo de Lunada, desemboca en la Ría de Cubas, frente a la Bahía de Santander. Nos referimos al río MIERA. Dicho río tuvo una importancia vital en la vida de la localidad durante los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX, ya que constituyó junto con la localidad limítrofe de Liérganes, los primeros altos hornos de fundición que hubo en España.

       El inicio de fundición tuvo lugar en 1634, siendo a partir de ahí, cuando se empezó la fundición de cañones que tanto renombre dio a las fábricas. En 1623 se habían construido ya, los hornos en Liérganes.

       En cuanto al origen de las fábricas hay que remontarse a la revuelta de Cataluña y a la famosa "Guerra de los Doce años", debido a la crisis que sufrían las fábricas de Lieja. Fue D. Juan Curcio, que viendo las ventajas que suponía este enclave, en el que existía un caudaloso y constante río, la proximidad de muelles de embarque y sobre todo extensos bosques de madera como fuente primordial de alimento que requerían los voraces hornos, se puso en camino hacia nuestro país, dónde llegó en 1616, según constatan los documentos que guardó por entonces el cura de Navajeda D. Ignacio Villastra.

       Con anterioridad, D. Juan Curcio, había intentado asentarse en el País Vasco, pero el monopolio que poseían los pequeños fundidores vascos lo impidió.

       La nueva Cavada, quedó instituida, como ya nos hemos referido anteriormente, en 1634 y construyéndose dos años más tarde edificios y talleres. La factoría quedó terminada en 1637 y poco tiempo después, se fundó un establecimiento destinado a la elaboración de pólvora, que llevó el nombre de Santa Bárbara. Estas últimas obras las realizó D. Jorge de Blande, el que, a la muerte de D. Juan Curcio, con motivo de los préstamos realizados a este, adquirió las instalaciones.

       D. Jorge de Blande designó como única heredera a su esposa, doña Mariana de Brito, nacida en 1607, y anterior esposa del fallecido administrador, D. Juan de Olivares, que se instaló a vivir en Riotuerto.

       Doña Mariana y sus hijos, residían en Riotuerto en la Casa de Olivares, llamadas "Casas principales", con iglesia adosada y consagrada a Santa Bárbara.

       La propietaria residía en La Cavada en los meses comprendidos de noviembre a abril, por ser la época de mayor actividad industrial. El tiempo restante lo pasaba en Santander.

       El segundo horno que se instaló se ofreció a la Virgen del Pilar, destinándolo a la producción de municiones. Es cuando se logra la mayor productividad (años 1756-1759).

       En el año 1763, tras ser nombrado el coronel de artillería D. Vicente Xiner, la fábrica inicia una nueva etapa bajo el control del ejército, como génesis de la nacionalización de la empresa privada.

       A causa de una deficiente administración y con unas directrices técnicas muy precarias se produce un gran fracaso en estas fábricas.

       Después de dichos fracasos, el Gobierno del Conde de Floridablanca, decide reorientar la dirección de las fábricas, encomendado la misma al Ministerio de Marina para el restablecimiento del antiguo método de fundición. También es loable destacar algunos éxitos conseguidos entre los años 1783 y 1784, ya que se llegaron a fabricar 958 cañones, de estos más de 800 fueron útiles. Para conmemorar esta efeméride se construyó el ya famoso Arco de Carlos III, que aún perdura.

       A partir de 1787 se toma otra orientación en la fabricación, como fueron los bienes de equipo para las industrias privadas y escudos para los Palacios Reales. Muestra de ello son las cañerías de las fuentes de la Granja de San Ildefonso en Segovia. Otro ejemplo es, el Escudo de los Brito, sito en La Cavada.

       Con aflicción hay que recordar que a finales del siglo XVIII, las fábricas por carecer de recursos económicos, de trabajo y sobre todo de materias primas (aunque se habían hecho prácticas con coque pero infructuosas por su mala calidad y la no adecuación de los hornos), entraban en un periodo de decadencia iniciando en mayo de 1795 el cese de las actividades, siendo la fundición de Liérganes la primera en ser clausurada.

       La Cavada contaba por entonces con cuatro grandes hornos para la producción de artillería, así como una máquina de cortar y cinco de barrenar, ocho fraguas, carboneras, viviendas, cuarteles, huertas, edificios administrativos, etc.

       Durante la Guerra de la Independencia, los franceses apenas aprovecharon algún cañón que encontraron ya que todo lo demás había sido enterrado por orden del director de las fábricas D. Francisco Javier de Villanueva. Las instalaciones habían sufrido numerosos saqueos.

       Desde Agosto de 1822, las fábricas no recibieron aportación económica alguna, por lo que los proyectos en marcha pasaron a ser meramente utópicos, pese a los constantes empeños y viajes a Madrid de los administradores. Es fácil de prever su desaparición de forma paulatina.

       Hay dos acontecimientos claves que van a propiciar y apresurar la clausura de las actividades industriales. Una de ellas acontece en Agosto de 1834, en la que una gran crecida del río Miera destruye la presa principal, así que las máquinas quedaron paradas. La otra, fue el saqueo de las instalaciones por parte de tropas ejército carlistas, surgiendo posteriormente el deterioro de hornos, talleres y edificios por influencia de los agentes atmosféricos. En 1840, se convertía La Cavada en un cúmulo de ruinas, pues los propios vecinos del lugar se dedicaron al saqueo y destrucción.

       Cuando en 1849, se pasó a depender del Ministerio de Hacienda el panorama era desolador, vendiéndose las fábricas de Valdelazón a D. Juan de la Pedraja, convirtiendo parte de las ruinas en una industria textil que ha perdurado hasta 1960, año en que cerró sus puertas a causa de la especulación.

       Los descendientes de los técnicos belgas que vinieron a estas fábricas se expandieron en comarcas limítrofes perviviendo en la actualidad. Los apellidos en su mayoría flamencos pasaron a ser españoles en el siglo XVIII.

       Cabe mención especial a los numerosos pleitos con los nativos del lugar por su carácter autárquico, debido a la oposición de conceder grados de hidalguía a los extranjeros.

       Recordando alguno de estos apellidos tenemos: ARCHE, BALDOR o VALDOR, DEL VAL, BERNÓ, BUDAR, COLAR, COMPAÑÍA, GUATE, LOMBÓ, MARQUÉ, OSLÉ o USLÉ, OTÍ, ROJÍ, ROQUEÑÍ, MAEDA, SART, etc.

       En la actualidad persisten restos de lo que fue la próspera industria de La Cavada. Ejemplos de esto son los restos de muralla, con la antigua capilla, ahora vivienda particular que nos encontramos al llegar a La Cavada dirección Liérganes. Detrás de las casas de la capilla, hay restos de los hornos de fundición. Las casas de la Calle Arriba, son lo que en antaño eran las caballerizas y casas de los operarios. Al lado del río, junto a la actual vía del ferrocarril, están los antiguos almacenes. En el río, el lugar llamado "La Lastruca", hay restos de un retén de troncos (estos se transportaban por el río Miera desde el puerto de Lunada). También, se puede observar el Arco de Carlos III. Cabe hacer mención especial a dos cañones: uno situado en el Parque Carlos III, y otro enfrente del Ayuntamiento. Fuera del Municipio, se pueden observar en el Fuerte Español de Nueva Orleans (EE.UU), en las murallas de Cádiz, en la entrada de la Almudaina en Palma de Mallorca, en Astillero, en Muslera (junto a la iglesia), en Santoña, en el Museo Marítimo de Santander, etc.

5. Historia de los Altos hornos de La Cavada

       La historia de los altos hornos en España está ligada a las necesidades militares: cañones y pelotería para su abastecimiento. El desarrollo de los altos hornos se produce en la primera mitad del siglo XVII.

       El horno bajo de Eugui (Navarra), que funcionaba según la tradicional industria del bronce y del hierro fundidos, tenía que ser sustituido por los altos hornos de técnica moderna, que funcionaban según el llamado «secreto nórdico». El episodio de la invencible (1602) lo puso de manifiesto.

       J. Alcalá-Zamora sostiene que fue la tregua de Doce Años entre España y Holanda (firmada en 1609), la ocasión de atraer técnicos de Lieja (Flandes), que se encontraba con problemas de superproducción a causa de la paz.

       El año de 1609, el gobierno de Felipe III consiguió atraer al empresario Juan Curcio, quien no comenzaría a trabajar en Liérganes (Santander) hasta 1622. Se trataba de producir hierro dulce por el procedimiento indirecto, para servicio de la artillería y otros objetos de uso civil, tanto en un alto horno como en una ferrería (establecidas principalmente en Vizcaya). A pesar de las condiciones del lugar los gastos fueron elevados y Curcio se arruinó.

       El luxemburgués Jorge de Bande se hizo cargo de los trabajos que dieron su fruto en 1628-29 con la puesta en funcionamiento de los primeros altos hornos.

       La demanda militar de la última ofensiva española en Europa impulsó espectacularmente la empresa de Bande. En 1637 se erigirían dos nuevos altos hornos en la cercana localidad de La Cavada. Según Alcalá-Zamora, el rendimiento de esta empresa por año y horno no se superaría hasta 1830. Sin embargo, las consecuencias positivas que hubiera podido tener la fundación de las fábricas de Liérganes y La Cavada quedaron disminuidas por la inexistencia de mercados civiles pujantes que absorbieran parte de la producción. La dependencia de la demanda militar no quita, sin embargo, que los altos hornos tuvieran importancia económica grande, sobre todo si tenemos en cuenta los reiterados conflictos bélicos.

       Por otra parte, los altos hornos, que producían y consumían mucho más que las mejores ferrerías tradicionales, promovieron la aparición de numerosas industrias anejas, desde las auxiliares del carboneo y transporte, hasta las complementarias del cureñaje. En el caso de Liérganes y La Cavada, en el período 1636-1750 se registró un crecimiento de población del 87 por 100 en las comarcas ligadas a las fábricas, y prácticamente nulo en las que no lo estaban.

       Mientras prosperaban los hornos de Liérganes y La Cavada, desaparecía el abastecimiento de Eugui (1638); sus métodos eran arcaicos y estaba peligrosamente próximo a la frontera francesa. Para sustituirlo, se creó (1640-42) un quinto alto horno en Corduente (Molina de Aragón), también bajo la supervisión de Jorge de Bande y con operarios flamencos y santanderinos. Durante los años cuarenta abasteció al ejército de Cataluña. Después, los costos de la producción y transporte aumentaron tanto que, a falta de otra demanda más cercana, la empresa dejó de fundir en 1670.

       La media docena de altos hornos establecidos en España entre 1628 y 1629, junto con las fundiciones de bronce de Sevilla, permitieron al país atender la inmensa mayoría de las necesidades peninsulares y ultramarinas, de material de guerra pesado y municiones. La calidad del producto tampoco hacía recordar las anteriores importaciones del extranjero. En concreto, Liérganes-La Cavada produjo piezas de extraordinario tamaño y de la mejor calidad europea.

       Durante el siglo XVII de las más de 30 mil toneladas producidas de hierro colado, en Liérganes y La Cavada se produjeron 20 mil. Esto supone cuatro veces la producción del siglo anterior y solamente un tercio de lo que se conseguiría en el siglo XVIII.

       «España poseía una competente industria armamentista, abastecida de hierro de Guipúzcoa y Vizcaya, cobre de Sierra Morena, azufre de Hellín y salitre de varias partes de la península, pero estos recursos sólo ocasionalmente se explotaban adecuadamente, y España solía verse obligada a adquirir armas extranjeras. Todavía en 1620, las existencias de pólvora en las fortalezas españolas no excedían en ningún caso de la dotación correspondiente a tres días; sólo a partir de 1623, en que Jean Curtius, magnate armamentista de Lieja, estableció una fundición en Liérganes, cerca de Santander, pudo la Corona contar con un buen aprovisionamiento de cañones».

       Felipe II legó a su hijo una Hacienda en quiebra y una guerra en el norte de Europa cuyo coste España no podía permitirse. Una vez firmada la paz de Versalles con Francia (1598) y con la Inglaterra de Jacobo I (1604), España podía ocuparse de los Países Bajos. En septiembre de 1604 se produce la toma de Ostende. Ambrosio Spinola fue designado comandante en jefe del ejército de Flandes y director del Tesoro. Así emprendió un victorioso avance en territorio holandés. Sin embargo, España era incapaz de sufragar sus campañas, por lo que, tanto en Bruselas como en Madrid se alzaron voces a favor de la apertura de las negociaciones. Las negociaciones formales entre ambas partes se iniciaron en febrero de 1607, y en abril se convino el cese de las hostilidades; finalmente, en abril de 1609, se firmó una tregua de doce años, la tregua de Amberes, en la que España no vio satisfechas sus peticiones de tolerancia para los católicos del norte. Fue una tregua totalmente favorable para los rebeldes. Holanda tuvo su independencia de facto, y las potencias extranjeras que compartían sus intereses, encabezadas por Francia, Inglaterra y Venecia, se apresuraron a reconocerla como Estado soberano.

       En los doce primeros años de reinado de Felipe III, de 1598 a 1609, se consumieron cerca de 42 millones de ducados exclusivamente en la guerra de los Países Bajos. En el Flandes español, principal escenario de la guerra, el Archiduque Alberto y su esposa, la infante Isabel, estaban convencidos de que la paz ayudaría a restaurar la prosperidad.

B. LINAJES DE LIÉRGANES Y RIOTUERTO

       Para consultar los linajes de cada apellido, ver en la sección de apellidos.

       ORIGEN (Linajes que tienen su origen en estos lugares). * Hay que aclarar que algunos de estos linajes son originarios de Flandes (Zona francófona valona). Llegaron a los municipios de Liérganes y Riotuerto a mediados del siglo XVII.

Liérganes: Arche, Bernó, Colart; Compañia; Roqueñí; Uslé.

Riotuerto: Aparte; Arche; Arronte; Baldor; Bernó; Budar; Buega; Camporredondo; Campos; Canales; Cantolla; Cavada; Cobo; Colart; Cordero; Cubría; Fontaranosa; Gómez; Hayuela; Higuera; Langre; Lombana; Lombó; Marqué; Martínez; Mier; Monte; Ochagabía; Oporto; Ortiz; Pardo; Pedraja; Pérez Marañón; Pontones; Portilla; Puente; Revilla; Roldán; Ruiz; Solana; Solórzano; Torre; Vega.

Otro lugar aún no determinado: Faro y Fuster.

       RESIDENCIA (Linajes que tienen su origen en otros lugares, pero residieron una temporada en estos lugares)

La Cavada: Cano y Faro.


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