| De
la Luisiana a la Nueva España
La Historia de Juan Bernardo Domínguez y Gálvez (1783-1847) (por
Víctor Cano Sordo, México, D.F., 1999) CAPÍTULO
IX Años de Madurez (1837-1847) Con
su enfermedad de diciembre de 1836, terminaba quizá la época más
dura de Juan Bernardo. El año de 1837 es un claro parteaguas en su vida.
Vuelve con su familia a San Juan, después de más de tres años
de alejamiento, y asiste a principios de ese año a la boda de su hija mayor.
Después vienen dos años de estabilidad en Querétaro, al frente
del Batallón Activo de esa ciudad. En 1839 comienza la última
etapa de su vida. Se traslada a México para trabajar en la Plana Mayor
del Ejército. Tiene diversas responsabilidades administrativas, pero también
participa -al final de este período- en varios pronunciamientos, hasta
que, hacia 1844 o 1845, decide volver a San Juan para pasara los últimos
años de su vida junto a su familia. Son los años de madurez y,
al mismo tiempo, de realismo y de aceptación de sus propios límites.
Fueron también años de sufrimiento y de desengaños, como
casi todos los de la vida de Juan Bernardo. El porvenir de México no era
muy halagüeño cuando, en 1847, a Juan Bernardo le llega la hora de
pasar al Señor, como decían los antiguos aludiendo al en-cuentro
inevitable de todo ser humano con su Creador. 1.
Boda de Mercedes Domínguez Quintanar (1837) Durante
los tres primeros meses de 1837, Juan Bernardo se restablece en San Juan, dónde
muy probablemente vivía María Ignacia con sus hijos desde que él
había tenido que salir de Querétaro en 1833. El 30 de enero
de 1837 se celebra el matrimonio de su hija mayor, Mercedes, con Rafael Díaz
Torres, uno de los hijos de don Esteban y doña Ramona. Doña Ramona
había sido, como recordamos, la madrina de la boda de Juan Bernardo y María
Ignacia. El matrimonio se llevó a cabo el 30 de enero de 1837, a las
cuatro de la mañana1. Extraña hora, pero así aparece en la
partida. Los contrayentes -dice el documento- fueron Rafael Díaz, hijo
de Esteban Díaz González y Ramona Torres Arroyo, y Merced Domínguez,
hija del coronel Juan Domínguez e Ignacia Quintanar. Todos eran vecinos
del barrio de San Miguel. Los padrinos fueron Juan Domínguez y Ramona Torres
Arroyo de Casabal2. Mercedes acababa de cumplir los catorce años, si
es que su bautismo tuvo lugar a los pocos días de nacida, lo cual no es
seguro, porque -como ya dijimos- en su partida de bautismo no se especifica la
fecha de su nacimiento. Rafael Díaz, en efecto, era hijo de don Esteban
Díaz González de la Campa y doña Ramona Torres, ambos originarios
de España; don Esteban de Santander3 y doña Ramona de Cataluña4.
Esta pareja, que tuvo tanta relación con la familia Domínguez
Quintanar, celebró su matrimonio en San Juan de Río el 29 de febrero
de 18085. Fueron «testigos de verlos casar» -como dice la partida-
el Br. D. Ignacio Delgado y Silis, clérigo presbítero, y don José
Agustín Ballesteros, notario de la parroquia. Doña Ramona tenía
un hermano -Manuel Torres-, que estaba casado con Margarita Retana Quintanar,
nieta de don Narciso de Quintanar. Don Esteban era dueño de la hacienda
de San Clemente, situada al norte del distrito de San Juan. En 1832 hizo su testamento6
y dejó como heredera a su mujer. Al morir doña Ramona, dejó
la hacienda de San Clemente a su segundo esposo, don Manuel de Casabal. Don Manuel,
quiso devolver la hacienda a los hijos de don Esteban y la dejó en herencia
a Antonio Díaz Torres, el esposo de Soledad. Pero Antonio falleció
pocos días antes de don Manuel, y la hacienda finalmente pasó al
siguiente sucesor, que era Miguel de Casabal. Miguel la vendió después
a don Gil Echevarría. De esta manera San Clemente dejó de pertenecer
a la familia Díaz Torres7. Don Esteban y doña Ramona tuvieron
una familia numerosa. Sus hijos enlazaron con antiguas familias de Querétaro
y San Juan, y desempeñaron un papel importante en la sociedad de ambas
ciudades. Fueron los siguientes: Joaquín (1809-1861), Dolores, Concepción,
Esteban, Rafael, Antonio (1820), Refugio (1823), Ignacio (1824) y Rafaela (1829-1860). Rafaela,
la hija menor, permaneció soltera y fue gran benefactora de la ciudad,
hasta tal punto que, actualmente, una calle de San Juan del Río lleva su
nombre. Pero, conviene señalar que no fue Rafaela Díaz Torres la
única benefactora notable de San Juan. En la visita pastoral que, en 1893,
hizo a la parroquia de San Juan don Rafael S. Camacho, obispo de Querétaro,
dejó entre otros datos una relación de benefactores de la ciudad.
Ahí aparece el nombre de la Sra. Ignacia Quintanar, que donó la
cantidad de dos mil pesos para la instrucción pública8. María
de la Merced y Rafael tuvieron, por los menos, dos hijos: Manuel Nicanor (1840)
y José Rafael (1841). El mayor de ellos, Manuel, años más
tarde, llegó a ser abogado y colaborador de «La Sombra de Juárez»,
un periódico liberal y de actualidades de San Juan del Río que se
fundó en 1872. Manuel tendría entonces treinta y dos años
de edad. El más pequeño, Rafael, se casaría con doña
Luisa Restorí, nacida en La Habana. En 1867 tuvieron una hija llamada Luisa,
como su madre. En esa época vivían en la hacienda Santa Rosa de
Xajay, cercana a San Juan del Río. Es probable que fueran sus dueños. Juan
Bernardo, después de la boda de su hija, continuó restableciéndose
una temporada en San Juan del Río. En abril de 1837 comenzaría una
nueva época de más seguridad y paz para México y también
para la familia Domínguez Quintanar. 2.
Al frente del Batallón Activo de Querétaro (1837-1839) El
30 de diciembre de 1836 se había publicado la Constitución centralista
decretada por el Congreso. Se le dio el nombre de la Constitución de las
«Siete Leyes». Con esta Constitución de 1836 -que estuvo vigente
hasta 1841- desaparecieron las entidades federativas y se transformaron en Departamentos. El
general don Anastasio Bustamante volvía a ocupar la presidencia del país
a partir del 19 de abril de 1837. Su administración fue la única
completa de todo el periodo de las Repúblicas Centrales. Terminó
el 22 de septiembre de 18419. El mismo mes de abril del 37, Juan Bernardo recibe
la noticia de que ha sido nombra-do coronel del Batallón Activo de Querétaro.
Dos años estaría en Querétaro al frente de ese batallón. Desde
1833 no había estado Juan Bernardo con su familia una temporada larga.
¡Qué alegría tiene que haber sido para él poder reunirse
nuevamente con María Ignacia y sus hijos! Es muy probable que toda la familia
haya aprovechado esta oportunidad y decidido trasladarse de San Juan a Querétaro
para pasar unos años en esa ciudad por segunda vez. La educación
de los hijos varones lo aconsejaba. En abril de 1837 Mercedes vivía
en San Juan con su marido. Consuelo y Soledad te-nían trece y doce años
de edad respectivamente, Juan nueve años, Manuel siete, Ángel seis,
y Refugio dos. Manuel y Ángel habían comenzado la instrucción
primaria en Querétaro (1837-1843). Mientras tanto, el general don Luis
de Quintanar vivía en la ciudad de México. Cuando iba a cumplir
los sesenta y cinco años de edad, el 16 de noviembre de 1837 -después
de haber ejercido sólo un año el cargo de ministro propietario en
el Suprema Corte de Jus-ticia Marcial10-, don Luis muere en la ciudad de México
y es sepultado con todos los hono-res de su rango en el panteón de los
Ángeles. Es probable que ya hubiera muerto su es-posa doña Luisa
de Garay. Don Luis dejaba dos hijos: un varón, llamado Antonio y una mujer
más joven que él, de la cual no sabemos su nombre. Al parecer murió
sin hacer testamento pues años más tarde -en 1895- dos sobrinas
suyas -Timotea y Matilde Quintanar, hijas de su hermano Vicente- reclamaron derechos
hereditarios11. Para María Ignacia, don Luis había sido durante
sus primeros años como un padre. Para Juan Bernardo, un estímulo
en su carrera militar y un hombre al que había tenido verdadero afecto.
A pesar de las diferencias que pudo haber en algún momento, habían
compartido en muchas ocasiones los mismos ideales. Juan Bernardo no podría
olvidar, por ejemplo, su reciente estancia en Oaxaca (1835-1836) como jefe del
Batallón Activo, precisamente bajo las órdenes de don Luis que era
el comandante militar de esa ciudad en esos años. Tanto María
Ignacia como Juan Bernardo, sentirían sinceramente la muerte de don Luis
de Quintanar. 3.
Nace Paz Domínguez Quintanar (1838) Al
año siguiente del matrimonio de Mercedes con Rafael, un 10 de septiembre
de 1838 nace, en San Juan del Río, Paz Domínguez Quintanar, la última
hija de Juan Bernardo. Desde chica le llamarían «La Güera»
por su cabello rubio y sus ojos azules. Más adelante nos ocuparemos
de ella y de la familia que formó con Cándido Madaleno. Por lo pronto
nos basta echar una ojeada a su partida de nacimiento: «En
la Parroquia de San Juan del Río a doce de septiembre de mil ochocientos
treinta y ocho, yo el Dm. D. José Ignacio Camacho Cura Propio Juez de ella
Bautizé solemnemente a María de la Paz Nicolasa Josefa Petra Regalada
Alta Gracia. Esta niña tiene dos días de nacida, hija legítima
del Coronel D. Juan Domínguez y Dña. Ignacia Quintanar; Fueron sus
padrinos D. Angel García Quin-tanar y su esposa Dña. María
de Jesús Peña todos vecinos de esta villa, están entendidos
de sus obligaciones y lo confirmé»12. El
padre José Ignacio Camacho -que bautizó a Paz- nació en Tequisquiapan
en 1788, y fue cura y juez eclesiástico de San Juan desde 1835 hasta 1846,
año en que falleció. Como dato curioso sabemos que ocupó
la secretaría del Congreso Nacional de los Insurgentes13. Angel García
Quintanar, el padrino de bautismo de Paz, era hijo de don Diego García
Fernández -oriundo de los Reinos de Espa-ña- y de María Dolores
Quintanar, hija de Raimundo de Quintanar. Su esposa era doña María
de Jesús Peña, madrina de Paz. El nacimiento de Paz tuvo que
ser una gran alegría para toda la familia. Aunque nació en San Juan
del Río, no parece que la familia Domínguez Quintanar haya dejado
Querétaro, su residencia habitual. Juan Bernardo y María Ignacia
irían de vez en cuando a San Juan del Río para visitar a su hija
Mercedes. Hay un documento de 1838, en el expediente militar del coronel Domínguez,
por el cual «la Comandancia del estado de Querétaro le concede ocho
días de licencia para pasar a San Juan el Río»14. Mientras
tanto en México, bajo la administración de Bustamante -concretamente
el 6 de agosto de 1838- se expidió un decreto disponiendo que las cenizas
de Iturbide fueran trasladadas a la capital de la República y depositadas
en la catedral, en un lugar destinado para los héroes de la Independencia.
Entre otros firma el decreto Antonio de Icaza (presidente del Senado)15. La
hoja de servicios de Juan Bernardo, fechada el 31 de agosto de 1839, es de la
Plana Mayor del Ejército. Esto indica que desde que salió del Batallón
Activo de Oaxaca dependía, por decirlo así, directamente de la Plana
Mayor. Este hecho hace también más comprensible que el 2 de enero
de 1839 Juan Bernardo haya recibido el nombramiento de un nuevo destino en la
ciudad de México, para dedicarse a un trabajo que dependía de la
Plana Mayor. Efectivamente, ese día fue nombrado vocal secretario de la
Junta Consultiva de Guerra y Marina. Este encargo lo desempeñó hasta
el 2 de julio del 40. 4.
De nuevo en la ciudad de México (1839-1841) El
11 de marzo de 1839 Juan Bernardo a-bandona su puesto al frente del Batallón
Activo de Querétaro. Este seria su último cargo en contacto directo
con los oficiales y la tropa. A partir de ahora tendrá que dedicarse más
a ta-reas de tipo administrativo. El 12 de marzo es nombrado ayudante ge-neral
de la Plana Mayor del Ejército. Es un cargo de gran responsabilidad y su
presencia en la ciudad de México es inevitable. Es posible que María
Ignacia haya decidido entonces trasladarse a México con Consuelo, Soledad,
Refugio y Paz. Juan, Manuel y Ángel tendrían que quedarse a terminar
sus estudios de primera enseñanza en Querétaro. También pudo
haber sucedido que María Ignacia se estableciera con sus hijas en San Juan
-más cer-cano a Querétaro- y Juan Bernardo viviera sólo en
México e hiciera viajes frecuentes a San Juan. Una tercera posibilidad
es que permaneciera todo la familia en Querétaro, mien-tras que el padre
vivía en México. De cualquier manera, vale la pena resaltar la
gran movilidad de la familia Domínguez Quintanar, lo cual no era raro que
sucediera en las familias de los militares. De los ocho hijos tres nacieron en
San Juan, cuatro en Querétaro y una en México. El 30 de septiembre
de 1839, Juan Bernardo recibe dos nuevo nombramientos. El primero, como vocal
de la Junta de Redacción de Ordenanza donde permaneció hasta que
se disolvió, el 1º de diciembre del 40, pasando sus trabajos al Ministerio
de la Guerra. El segundo, como miembro de la Comisión de Justicia, al que
renunció poco tiempo después. En su hoja de servicios, de la
Plana Mayor del Ejército, con fecha de 31 de diciembre de 1839, se dice
que «no se le ha impuesto ningún castigo ni ha usado ninguna licencia
en el tiempo que lleva de servicio»16. Después de haber servido
durante más de un año como ayudante general de la Plana Mayor, el
30 de junio de 1840 deja ese cargo y queda en calidad de suelto en varias comisiones
hasta el 31 de diciembre de 1841. Esto no significa que no haya desempeñado
tareas de peso. Lo que quiere decir es que oficialmente no tenía una tarea
concreta que desempeñar hasta que el 1º de enero de 1842 comienza
a trabajar en la Suprema Corte Marcial. Durante unos meses, a partir de mediados
de 1840, Juan Bernardo tendría más posibilidades de viajar a Querétaro
y San Juan para ver a sus hijos y quizá también a su mujer, si es
que no estaba con él, en México, acompañada por sus dos hijas
pequeñas. 5.
Boda de Soledad Domínguez Quintanar (1841) Después
del matrimonio de Mercedes, no tardaría mucho en llegar el de Soledad.
Se casó con Antonio Díaz Torres, hermano de Rafael, el 22 de febrero
de 1841, en el templo del Señor del Sacromonte, llamado El Santuario, a
unos pasos de la calle de Don Esteban. Los padres de Antonio -don Esteban y doña
Ramona- ya habían fallecido. El 22 de noviembre de 1831 se había
inaugurado este templo. Está situado en la calle Nacional (actual Av. Juárez
Oriente). Uno de los encargados de organizar las fiestas fue don Esteban Díaz
Torres, hijo de don Esteban Díaz González de la Campa y de doña
Ramona Torres. El padre de la novia es mencionado en la partida17 ya como
General D. Juan Domínguez, aunque realmente no lo sería sino hasta
unos meses más tarde. Sus padrinos fueron Ángel García
Quintanar, casado con María de Jesús Peña, e Ignacia Quintanar. Antonio
Pedro Rafael Ramón Díaz Torres fue bautizado en la parroquia de
San Juan el 19 de enero de 1820, según consta en el Archivo Parroquial18.
Había nacido el día anterior. Antonio y Soledad tuvieron al menos
dos hijos: Enrique Juan (1842) y Celestino (1843-1886). Enrique aparece, en 1871,
mencionado como testigo en la partida de nacimiento de la primera hija de Paz
Domínguez Quintanar. En ese mismo año también fue testigo
en el registro del nacimiento de una hija de Ángel Do-mínguez Quintanar.
Entonces estaba casado con María Piña y vivía en la calle
de don Esteban nº 4, es decir, era vecino de Paz Domínguez y Cándido
Madaleno. Era abogado de profesión19. Su hermano Celestino fue el más
famoso de la familia. Estudió Leyes en la capital, donde recibió
el título de abogado del Imperio (1865). Poeta, periodista y orador, llegó
a ser un cronista teatral muy apreciado. Fue minis-tro fiscal y magistrado del
Tribunal Superior de Justicia. También fue diputado por el distrito de
San Juan del Río. Colaboró en el diario La Sombra de Arteaga (Querétaro).
Fue fundador y director propietario del periódico La Verdad. En 1882 hizo
posible que coincidiera la terminación del Ferrocarril Central20 con la
Exposición Industrial de Querétaro. Allí dirigió la
edición del periódico La Exposición. Escribió una
Guía del viajero en Querétaro21 y unos Estudios sobre Derecho Constitucional.
Fue director del periódico La Razón y redactor de El Eco del Comercio.
Murió sorpresivamente, en la ciudad de México, el año de
1886, a los cuarenta y tres años de edad22. Estos datos eran los únicos
que conocía de la familia de Soledad hasta el 6 de noviembre de 199823.
Ese día hice un gran descubrimiento. Me encontraba en el Archivo Histórico
de Querétaro. El Lic. Miguel Ferro, director del Archivo, amablemente me
iba sugiriendo bibliografía para investigar el período en que Juan
Bernardo era comandante en Querétaro. Mientras lo oía con atención,
observé que, sobre su escritorio, tenía un libro titulado Guía
del viajero en Querétaro de Celestino Díaz Domínguez. Lo
interrumpí impresionado por el ines-perado hallazgo, y le dije que don
Celestino era también descendiente, como yo, del general Juan B. Domínguez.
El Lic. Ferro entonces me explicó que se trataba de una nueva edición
de esa obra y me preguntó si sabía que don Celestino era abuelo
de don Fernando Díaz Ramírez, rector durante muchos años
de la Universidad de Querétaro. Don Fernando, ya fallecido, había
sido además un gran historiador. Entonces recordé que una de las
obras que había consultado recientemente era una Historia de Querétaro
escrita por él. El Lic. Ferro añadió que, si quería,
podía visitar a su hijo, Fernando Díaz Reyes Retana, cuya notaría
se encontraba muy cerca del Archivo. Emocionado por el descubrimiento, me
despedí de Miguel Ferro y me dirigí rápidamente a la Notaría
nº 6. Tengo que reconocer que me hacía mucha ilusión conocer
a un descendiente de Soledad, la hermana de mi bisabuela Paz. La Notaría
nº 6 está localizada en el llamado Andador del 5 de mayo (antigua
calle del Biombo), a un costado del templo de San Francisco, dónde ciento
sesenta y cinco años antes había luchado por sus ideales nuestro
antepasado común, el entonces coronel don Juan Domínguez. El
primer encuentro con Fernando Díaz fue muy cordial: como si nos hubiéramos
conocido desde siempre. Me enseñó las oficinas de su Notaría.
Allí está un cuadro con el retrato de su padre. También vimos
el título original de abogado del Imperio de Celestino Díaz, su
bisabuelo, expedido en 1865. En esa primera conversación me dijo que, aunque
su padre era historiador, no se había interesado especialmente por la genealogía
familiar. Eso explicaba que Fernando desconociera hasta entonces que la madre
de Celestino se llamaba Soledad Domínguez. Y que el padre de Soledad había
sido un destacado militar en la época de la Independencia. Tampoco sabía
que tanto ella como su hermana Consuelo y su padre Juan Bernardo estuviesen enterrados
en el panteón del Calvario, en San Juan del Río. Soledad está
enterrada allí porque murió joven. La fecha de su sepulcro es de
mayo de 1847. No sabemos la fecha exacta del fallecimiento de Soledad. Pudo haber
sido antes de 1847 o entre 1847 y 1859, pues los restos de Juan Bernardo y sus
hijas no fueron trasladados a ese sepulcro sino hasta después del año
1859, al haberse concluido las obras de remodelación del panteón
del Calvario. Pero, volvamos al año de 1840, cuando Juan Bernardo se
dedicaba a desempeñar diversas comisiones en la capital de la República.
No duraría mucho esa situación, pues el 1º de diciembre de
1840, al disolverse la Junta de Ordenanza en donde estaba como vocal, Juan Bernardo
pasa a trabajar al Ministerio de la Guerra con el general Almonte, hijo del ilustre
don José María Morelos y Pavón. 6.
El general Domínguez (1841) En
1841, don Anastasio Bustamante estaba a punto de cumplir los cuatro primeros años
de su período presidencial24. A pesar de su patriotismo y desinterés,
Bustamante no había conseguido resolver los graves problemas del país,
como la revuelta de Yucatán, la situación de Texas y la rebelión
de los liberales y federalistas en los departamentos. Había también
intentos de desautorizar la república y volver a la monarquía. Firme
en sus propósitos de protección a la industria y necesitado de recursos
para afrontar las carencias económicas del país, se decidió
por recargar las tarifas de importación más de lo que era considerado
aceptable. Entonces, el 8 de agosto de 1841, el comandante general de Guadalajara,
don Mariano Paredes y Arrillaga, se pronunció en armas. El día 31
secundó la revolución en la ciudadela de la capital el general Gabriel
Valencia. Y el 9 de septiembre hizo lo mismo Santa Anna en Ve-racruz y se apoderó
del Castillo de Perote. El día 17 el Congreso autorizó a Busta-mante
para que mandara personalmente las armas contra los insurrectos, y la presidencia
recayó interinamente en el general Bravo, presidente del Consejo de Gobierno.
Como estaba ausente se encargó del Poder don Javier Echeverría,
vicepresidente del Consejo25. El 1º de septiembre de 1841, Juan Bernardo
«se presentó en la Ciudadela para militar a las órdenes del
general don Gabriel Valencia y fue nombrado jefe de su Estado Mayor. Se pronunció
por la regeneración política de la República»26. Con
esta acción, Juan Bernardo se pronunciaba a favor de un cambio en el sistema
de gobierno establecido desde 1836. Aunque tenía muchos puntos comunes
con Bustamante desde hacía muchos años, en ese momento le parecía
que Mariano Paredes -otro viejo amigo suyo27- tenía razón en intentar
buscar una nueva fórmula política que produjera mejores resultados
en México. Después de varios encuentros, el 28 de septiembre
los de ambos partidos redactaron el Plan de Tacubaya, por el que se cesaba en
sus funciones a los Poderes Supremos y se desconocía la Constitución
de 1836. El 10 de octubre cesó en el poder Echeverría y se eligió
como presidente provisional a don Antonio López de Santa Anna. Se trataba
de instaurar una «revolución centralista contra el centralismo»28,
con pretexto de que el gobierno era malo y de que la constitución debía
ser reformada. El 22 de octubre Juan Bernardo «obtuvo nombramiento de
secretario de la Comandancia General de México que desempeñó
a satisfacción de sus superiores»29. Permanecería en este
cargo hasta junio de 1842. Este nombramiento lo concedió el C. Antonio
López de Santa Anna, benemérito de la Patria, general de división
y presidente provi-sional de la República Mexicana30. En
atensión (sic.) a la aptitud y buenas circunstancias que concurren en el
S. Coronel de Infantería permanente Dn. Juan Domínguez, y habiendo
merecido la confianza del E.S. Comandante gral. del Departamento de México,
he venido en aprovar (sic.) el nombramiento de Secretario de la misma Comandancia
general que hizo en su fabor, con el goce de la gratificación de cuarenta
pesos, que a los de su clase les designa la Ley del 9 de septiembre de 1823, cuya
comisión deberá desempeñar hasta que sea relevado de ella
cuando se tenga por conveniente. Por tanto mando que previo el cúmplase
de estilo, y las formas de razón en las oficinas de Hacienda que corresponda,
se le tenga por tal Srio. de la Comandancia general de México, y que se
le guarden las consideraciones debidas a este empleo. Palacio de Gobierno general
en México a veinte y dos de octubre de mil ochocientos cuarenta y uno:
vigésimo primero de la Independencia, y vigésimo de la Libertad. [Rúbrica]
Antonio López de Santa Anna. [Firma también José María
Tornel y otros] Al
día siguiente, 23 de octubre de 1841, recibió el nombramiento de
general graduado31. A partir del 1º de enero de 1842, Juan Bernardo comenzó
a trabajar en la Suprema Corte Marcial en dónde permanecerá hasta
el 31 de diciembre de 1843. Durante el año de 1842 estuvo como ministro
propietario y en 1843 como ministro fiscal. En su expediente hay una carta
firmada por don Melchor Alvarez, general de división y presidente de la
Suprema Corte Marcial, por la que se certifica que «el general graduado
de coronel don Juan Domínguez llegó desde el año de 1813
al territorio mexicano en la clave de teniente suelto y que lo he conocido -dice
don Melchor- siempre afincado a sus jefes y no ha sabido que halla sufrido reprensiones,
ni más prisión que la de 1833, cuando salió des-terrado de
la república por afirmaciones polí-ticas. Y a pedimento del interesado
escribe la carta en México a 28 de abril de 1842»32. Don Melchor
Álvarez era aquel coronel del Regimiento de Saboya con el que Juan Bernardo
salió de Veracruz acompañando a un convoy de siete mil mulas en
octubre de 1813. En junio de 1842 se reunió el Congreso para presentar
el proyecto de la nueva Constitución según el Plan de Tacubaya,
pero Santa Anna -haciéndose eco de la opinión reinante- se pronunció
en contra de ese proyecto y nombró una Junta de Notables compuesta por
sesenta y nueve personas residentes en la capital. Juan Bernardo, quizá
con motivo de este pronunciamiento de Santa Anna, dejó su cargo como secretario
de la Comandancia de México, y el 1º de julio comenzó a trabajar
otra vez en la Plana Mayor del Ejército. Desde su enfrentamiento con
Santa Anna en diciembre de 1822, Juan Bernardo parece que no tuvo muy buenas relaciones
con este hombre polifacético. En su hoja de servicios del general Juan
Domínguez y Gálvez, fechada el 31 de di-ciembre de 1842, aparece
la firma de Juan Bernardo, precedida por el siguiente texto: «quedo satisfecho
del tiempo y méritos que se mencionan». La hoja dice que es general
graduado y coronel de caballería permanente. Menciona también que
tiene sesenta años (había cumplido los cincuenta y nueve). Dice
que tiene valor acreditado, capacidad bastante, instrucción en ordenanza
buena, en ejercicios buena, en matemáticas se ignora, conducta militar
viva, conducta civil viva y salud robusta33. El 6 de enero de 1843 la Junta
de Notables presentó la Constitución conocida con el nombre de Bases
Orgánicas, que se publicó el 13 de junio de ese año, y es
-según Arrangoiz- «la menos impracticable que ha tenido México»34.
Don Antonio López de Santa Anna fue elegido presidente constitucional. El
4 de octubre de 1843, Santa Anna se retiró a su hacienda de Manga de Clavo
y quedó como presidente sustituto el general don Valentín Canalizo,
hermano de Rafael, el que fue gobernador en Querétaro por los años
treintas. 7.
Luchas entre centralismo y federalismo (1844-1847) El
31 de diciembre del 1843, Juan Ber-nardo continuaba en la Suprema Corte Marcial,
y el 1º de enero de 1844 se instaló el Congreso con arreglo a las
Bases Orgánicas. Durante el año de 1844 Santa Anna estuvo buscando
la oportunidad de recuperar Texas, aunque era una empresa de antemano perdida
por el franco apoyo que Estados Unidos daba a la nueva República. Con este
objeto se rodeó de la mayoría de los jefes militares que lo secundaban.
Santa Anna gobernaba del modo más arbitrario, pero el temor de volver a
caer en poder de los hombres de 1828 y 1833, hacía que se toleraran su
inmoral administración, y su despotismo, pues -a pesar de todo- mantenía
el orden público. Sin embargo, a finales del año, volvió
a dejar el poder en el fiel Canalizo. El 1º de noviembre se produjo el pronunciamiento
que lo apartaría del poder. El comandante general del departamento de Guadalajara,
don Mariano Paredes Arrillaga, volvió nuevamente a intervenir en la vida
política del país, y pidió que se separara de la presidencia
a Santa Anna. Canalizo suspendió las sesiones del Congreso el 29 de noviembre.
Este hecho fue la chispa que provocó -el día 6 de diciembre
de 1844- un pronunciamiento a favor de Paredes del vecindario y la guarnición
de la capital, que forzaron las cosas para que se restableciera el orden cons-titucional.
El día 17 de diciembre fue nombrado el general Herrera presidente interino,
aquel que llevó a Luis de Quintanar preso desde Guadalajara hasta México
en 1825. Todo esto coincidió con el inesperado apresamiento de Santa
Anna por parte del alcalde de Jico, pueblo de indios en el departamento de Veracruz,
que lo condujo al castillo de Perote. Más tarde el Congreso sancionó
la revolución de Paredes y se procedió a la elección del
presidente, que recayó en el mismo Herrera. Santa Anna fue desterrado a
La Habana. Pero ¿qué papel desempeñó el general
Domínguez en todos estos sucesos? Al parecer, Juan Bernardo, en cierta
manera, compartía las ideas del general Mariano Paredes. Habían
sido compañeros en la acción de Arroyo Hondo el 7 de junio de 1821
y en el pronunciamiento de Querétaro en 1833. Paredes era un hombre honesto
y un militar íntegro. Por estas razones Juan Bernardo había a-poyado
su pronunciamiento en septiembre de 1841. Ahora también aprobaba la
necesidad de poner fin a la imprudente administración de Santa Anna. Por
eso se adhirió a la iniciativa de Paredes. Todo esto lo podemos confirmar
por el contenido de una carta dirigida a Juan Bernardo por el jefe de operaciones
militares en la ciudad de México y fechada el 19 de diciembre de 1844,
es decir, dos días después de que el general Herrera fue nombrado
presidente interino de México, para sustituir a Santa Anna. La carta
está firmada por el general Gabriel Valencia, aquel mismo que se había
pronunciado hacía tres años en la Ciudadela, y que había
nombrado a Juan Bernardo como jefe de su Estado Mayor. Veamos el contenido
de la «Carta del general en jefe del Ejército de Operaciones, nombrado
como segundo jefe de las fuerzas que deben obrar en esta capital para su defensa»35: «Me
he dispuesto a dividirla en cuatro cuarteles -dice el que escribe la carta- y
atendiendo a la capacidad y méritos de V.S. lo he nombrado para mandar
uno de los cuatro cuarteles de la ciudad: el cuarto, cuyo punto céntrico
deberá caer en la iglesia del Hospital de Jesús Nazareno y su comprensión
deberá ser desde la esquina de la Diputación, portal de Flores,
plaza del mercado, calle de Meleros, espalda de palacio, calle de Santa Inés,
la del amor de Dios hacia San Lázaro por la acera que mira al norte, y
desde la esquina de la diputación, calle de la Monterilla hasta Necatitlán
por la acera que mira al poniente, siendo sus principales edificios que deberán
guarnecerse y queda a sus or-denes: Diputación, Universidad, Araceli, Jesús
María, Merced, Balbanera, San José de Gracia, San Pablo, Recogidas,
edificio de San Pablo, Jesús Nazareno, San Miguel, Santa Cruz Acatlán,
La Palma, San Camilo y San Bernardo». Esta
carta es una prueba de que los militares que en ese momento dirigían el
ejército y que -por lo tanto- apoyaban la revolución de Paredes-
tenían puesta la confianza en Juan Bernardo, pues lo elegían para
dirigir la defensa de uno de los cuatro cuarteles de la ciudad, en caso de que
Santa Anna -que aún no había sido puesto en prisión- se decidiera
a atacar la capital, lo cual era muy probable, teniendo en cuenta que contaba
con el apoyo de la mayoría de los jefes militares. A los dos días
Juan Bernardo recibe otra carta en la que la Comandancia General de México
le comunica la decisión del Senado de la República de conceder a
tres generales -Villada, Barbero y Domínguez- el permiso que solicitó
el Supremo Gobierno para que los superiores del Ministerio de Guerra y Marina
puedan emplearlos en lo que juzguen conveniente. Evidentemente se refiere a la
defensa de los cuarteles de la ciudad. El texto de la carta es el siguiente: «Comandancia
General de México. El Ministerio de la Guerra y Marina, con fecha de ayer
me dice lo que sigue: "Los Secretarios de la Cámara de Senadores en
oficio de ley me dicen: El Senado, en la sesión de hoy ha tenido a bien
aprobar la siguiente proposición: Se concede a los generales Manuel María
Villada, D. Esteban Barbero y D. Juan Domínguez el permiso que solicitó
el Supremo Gobierno para emplearlos en lo que juzguen conveniente. Tenemos el
honor -se dice- de trasladarla a V.E. para su conocimiento y como resultado de
su nota relativa a la fecha de hoy». Está fechada el 21 de diciembre
de 184436. Esta
segunda carta seguramente la envió la Comandancia General de México
a Juan Bernardo, para asegurarle que las instituciones legalmente establecidas
en la República -es decir, la Cámara de Senadores- daban su consentimiento
para que Juan Bernardo y los otros dos generales pudieran aceptar el encargo que
se les había hecho de defender los cuar-teles de la ciudad contra el posible
ataque de Santa Anna. No fue necesario defender militarmente la ciudad, pues
Santa Anna había sido puesto en prisión y desterrado a La Habana. Desde
diciembre de 1844 ya no aparece ningún dato más en su expediente
militar. ¿Cuál es la razón de este silencio? No la sabemos,
pero suponemos que, a partir de mediados de 1846 -al ser desterrado del país
el general Mariano Paredes, e instalarse de nuevo los liberales en el poder-,
iría desligándose de las responsabilidades militares que tenía,
hasta que, en un tiempo no muy largo, acabó por retirarse definitivamente
del ejército. Veamos sucintamente lo que sucedió en México
entre 1845 y 1847. Durante todo el año de 1845, la principal misión
del general Herrera era mantener conversaciones con los Estados Unidos para conseguir
solucionar las graves tensiones que existían entre los dos países.
Como no conseguía resultados visibles, y antes su incapacidad para lograrlos,
el general Mariano Paredes se levantó en armas y el dos de enero de 1846
entró en México con sus tropas. Varios generales de división,
de brigada y los graduados de esta segunda clase levantaron un acta. Es muy probable
que Juan Bernardo estuviese entre ellos. Paredes nombró una Asamblea de
Notables que más tarde lo elegiría a él como presidente interino37.
Las personas que, bajo el mando de Paredes, quedaron al frente del país
en aquel momento, tenían una clara inclinación monárquica.
El 26 de enero don Lucas Alamán escribía la convocatoria para el
nuevo Congreso Constituyente y, aunque en ella no constaba la palabra monarquía,
se traslucía en el escrito. Poco tiempo duró el intento de Paredes
controlar la situación, pues a mediados de 1846 hubo un nuevo pronunciamiento,
esta vez de los republicanos federalistas por el que se destituía a Paredes
de la presidencia. El general Salas proclamó el sistema federal, desterró
a Paredes a Europa (que se embarcó el 2 de octubre) y llamó a Santa
Anna de La Habana. Convocado un Congreso formado en su mayoría por liberales,
el 6 de diciembre de 1846 se eligió a Santa Anna como presidente y a Gómez
Farías como vicepresidente de Méxi-co. Volvían a dirigir
la nación los hombres de 1828 y 1833. Y llegó 1847, el año
de la guerra contra Estados Unidos y del fallecimiento de Juan Bernardo. 8.
Fallecimiento de Juan Bernardo (1847) A
partir de 1839 Juan Bernardo se había trasladado a vivir a la capital.
¿Qué había sucedido desde entonces con el resto de la fa-milia? Aunque
no podemos saberlo con seguridad, es probable que -como ya hicimos no-tar- María
Ignacia haya estado en México junto a Juan Bernardo todos esos años.
También vivirían con ellos Refugio y Paz. Mercedes y Soledad
se habían casado y vivían en San Juan. No sabemos si Consuelo ya
había fallecido. En 1841, cuando se casó su hermana Soledad, habría
cumplido los diecisiete años de edad. Veamos lo que sucedió
con los tres varones de la familia. Juan Otón, al terminar la primaria,
hacia 1840, se decide por la carrera de las armas. Era un joven apuesto y brillante.
Aparece con uniforme militar en un retrato de la época que actualmente
está en la casa de una biznieta suya38. La pintura representa a un
oficial de mediados del siglo XIX, de unos treinta años de edad. En la
hebilla del cinturón se leen las letras RDH, que probablemente significan
Regimiento de Húsares. En un papel suelto, con letra de Alfredo Lelo de
Larrea, está escrito lo siguiente: Juan
Otón Domínguez. Comandante de Escuadrón de Ejército.
Capitán del Regimiento de Húsares de la Guardia de los Poderes de
México. Nació en Querétaro en 1838 o 1808? Pinto Pablo Fuentes. El
primer hijo varón de Juan Bernardo, siguió el ejemplo de su padre
y llegó, al menos, al grado de capitán en el Arma de Caballería.
Sin embargo, no sabemos cuál fue su trayec-toria militar. Es probable
que ya antes de 1844, desde los trece o catorce años de edad, Juan Otón
haya estado en alguna academia militar. A partir de 1847, al morir su padre, tiene
de nuevo su residencia en San Juan39. De Manuel y Ángel, en cambio,
tenemos más datos. A los trece y doce años de edad respectivamente,
terminan sus estudios primarios en 1842 y 1843, y se trasladan a la ciudad de
México para continuar sus estudios e ingresar en la universidad40. Es
posible que desde 1839 hayan estado como internos en algún colegio de Querétaro.
A partir de 1842 (43) se reunirían con sus padres en la capital del país.
En efecto, entre 1842 (43) y 1847 (48) los vemos en el Colegio de San Juan de
Letrán y San Ildefonso, que en 1845 estaba establecido en tres escuelas
y contaba con un total de 476 alumnos inscritos41. Juan Bernardo y María
Ignacia se habían establecido nuevamente en San Juan del Río a mediados
de 1846, cuando los liberales tomaron el poder en México. Manuel y Ángel
continuaban sus estudios en la ciudad de México, agitada en esos momentos
por el peligro inminente de una guerra con los Estados Unidos. Llega por fin
el año de 1847. México está en guerra. Juan Bernardo, a sus
sesenta y tres años de edad42 y con su clara vocación militar, vive
intensamente los triunfos y las derrotas del ejército mexicano. En San
Juan del Río, el calor de mayo propicia las enfermedades infecciosas que
constituían una de las causas más frecuentes de mortandad en aquella
época. Juan Bernardo, gravemente enfermo, recibió los Santos
Sacramentos de penitencia, Sagrado Viático y extremaunción. Es decir,
murió con todos los auxilios de su madre la Iglesia, a la que había
defendido y por la que había es-tado dispuesto a morir. Lo más probable
es que haya fallecido el día 24 de mayo, en el mes de la Virgen y en la
fiesta de Nuestra Señora María Auxiliadora. Fue enterrado al
día siguiente, 25 de mayo, en el campo santo vecino a la parroquia. Actualmente
ya no existe. Estaba localizado entre el templo parroquial y la iglesia vecina
del Sagrado Corazón43. Los restos de Juan Bernardo fueron tras-ladados
más tarde al panteón del Calvario. A espaldas del templo del
Calvario se encuentra el viejo panteón de la Santa Vera Cruz, en el que
eran enterrados los principales habitantes del pueblo. Estuvo abandonado mucho
tiempo, y en 1853 el Ayuntamiento concedió el permiso para que pudieran
nuevamente hacerse enterramientos. El encargado de hacer el proyecto del panteón
fue el Dr. Guadalupe Perusquía, con quien María Ignacia Quintanar
se casó en segundas nupcias después del fallecimiento de Juan Bernardo44. Fue
precisamente el Dr. Guadalupe Perusquía quien se encargó, a partir
de 1853, del proyecto de remodelación del panteón. Aunque era médico,
también sabía de arquitectura y de arte, y dibujaba bien. Recordemos
que en 1856 había hecho un levantamiento topográfico de la hacienda
de La Lira45. La lápida de Juan Bernardo Domínguez, que lleva
la fecha de mayo de 1847, fue colo-cada -junto con sus restos- después
de 1853. Esto pudo haber ocurrido años más tarde, quizá cuando
Manuel Domínguez Quintanar -su hijo-, era subprefecto político de
la ciudad (1864 o 65). Los restos de Juan Ber-nardo serían trasladados
desde el camposanto de la parroquia al panteón del Calvario, donde también
fueron depositados los de sus dos hijas Consuelo y Soledad. El acta de sepultura
de Juan Bernardo dice así46: «En la Parroquia de San Juan del
Río a veinte y cinco de Mayo de mil ochocientos cuarenta y siete sepulté
en el Cpo. Sto. de dicha Parroquia el cadáver del Sr. Gral. de Brigada
D. Juan Domínguez, casado que fue con Dª Ignacia Quintanar, originario
de la Havana y vecino de esta Cabecera en el Barrio de San Miguel. Recibió
los Santos Sacramentos de penitencia, Sagrado Viá-tico y extremaunción;
disen murió de Dicentería, y lo firmé para que conste. L.
José M. Ochoa [Rúbrica]. [Al margen izquierdo] Sr. Gral. de Briga-da
D. Juan Domínguez. Casado. 63 años. Es-ta partida corresponde a
la foja 137 vuelta. Sacada certificación en 7 de Junio de 847» [Al
margen derecho] «Havana Cabecera 1402». El
nicho en que se encuentran los restos de Juan Bernardo en el panteón del
Calvario, está situado en alto, en la pared que está entrando al
cementerio a al izquierda. La inscripción en el nicho dice así: «Aquí
los restos del honrado General D. JUAN B. DOMINGUEZ Y DE SUS HIJAS LA
Sta. CONSUELO DOMINGUEZ Y LA SRA. SOLEDAD DOMINGUEZ DE DIAZ MAYO
DE 1847 RIP» Notas 1
Así se menciona en la partida de matrimonio. No puedo explicar porqué
motivos se celebraría la boda a esa hora de la mañana, y si era
una costumbre usual o había algún motivo extraordinario para haber
escogido esa hora. Alguien me explicó una vez que el paso de las diligencias,
a México o a Querétaro, a la hora de madrugada, obligaba a los novios
a tener que casarse tan temprano. También es notable la edad en la que
se casó Mercedes. Sin embargo, en aquella época no resultaba tan
raro casarse a los catorce años como lo es ahora. 2 AJ, c-42, partida
nº 24 de 1837, f. 61v. y 62. Matrimonio de Rafael Díaz Torres con
María de la Merced Domínguez Quintanar (cfr. AJ, b-78, f. 36). 3
Era originario del valle de Mazcuerras, en el Concejo de Cabezón de la
Sal. Su padre se llamaba Bernardo Díaz y Fernández, y su madre Ignacia
González de la Campa (cfr. la partida de bautismo de su hijo Ignacio en
AJ, b-78, f. 36). 4 Doña Ramona fue la madrina en la boda de Juan Bernardo
e Ignacia (cfr. ASM, Libro de Matrimonios de mayo de 1821 a diciembre de 1822,
f. 34 v. y 35). Era originaria de ciudad Seixida, Cataluña. Su padre se
llamaba José de Torres y del Campo. Era originario de Sevilla, y entre
1812 y 1814 era capitán del Regimiento de Infantería Fijo de México
y comandante militar y político de la jurisdicción de San Juan del
Río (cfr. AYALA, p. 130-136). En 1809 era dueño de la hacienda de
Santa Rosa (cfr. AYALA, p. 125). La madre de doña Ramona se llamaba María
Rafaela de Arroyo y Montalbo, y era originaria de La Habana, Cuba. 5 Cfr. AJ,
c-4, f. 39. 6 Falleció antes de octubre de 1834, según una información
proporcionada por Alejandro Mayagoitia. 7 Cfr. MARTA EUGENIA GARCÍA
UGARTE, Esplendor y poderío de las haciendas queretanas, Querétaro
1987, p. 166-169. 8 Cfr. los Apuntes geográficos y estadísticos
de la ciudad y parroquia de San Juan del Río, publicados por el Ilmo. y
Rmo. Sr. Obispo diocesano Dr. D. Rafael S. Camacho, como un recuerdo de la visita
pastoral hecha en noviembre de 1893, Imprenta de la Escuela de Artes, Calle Nueva
nº 10, Querétaro 1894, p. 7. 10 Cfr. BRAVO UGARTE, vol. III, p.
187. 10 Cfr. Secretaría de la Defensa Nacional, Archivo Histórico,
expediente del general de división don Luis de Quintanar, nº XI/III/1-163,
tomo I (174 fojas), f. 140. 11 En una carta del 24 de octubre de 1895, don
Angel García Peña (probablemente hijo de Angel García Quintanar
y María de Jesús Peña, padrinos de bautismo de Paz Domínguez
Quintanar), secretario del Juzgado Tercero de lo Civil (no se dice si es en México
o San Juan del Río), reconoce a Matilde y a Timotea Quintanar, hijas de
Vicente Quintanar -hermano del intestado- derechos hereditarios. Menciona también
en esa carta al Lic. José María Díaz González y al
Lic. Epitacio F. Rivera, patrono de Matilde y Timotea (quizá eran empleadas
de ese señor). Cfr. Secretaría de la Defensa Nacional, Archivo Histórico,
expediente del general de división don Luis de Quintanar, nº XI/III/1-163,
tomo I (174 fojas), f. 170. Cfr, también el f. 159 en donde se recoge una
carta de Timotea Quintanar fechada en México el 26 de junio de 1895, en
la que se hace la petición. Al parecer no tuvo éxito la gestión
de las dos hermanas, pues ya se había saldado anteriormente la deuda del
ejército con don Luis de Quintanar (quedaron debiéndole algunos
sueldos al morir). En esa carta no se menciona a sus dos hijos. Quizá ya
habían fallecido sin dejar herederos, y las dos sobrinas de don Luis -aconsejados
por algunos familiares- decidieron intentar la gestión de recuperar la
posible deuda. 12 AJ, b-89, f. 55. 13 Cfr. AYALA, p. 152. 14 Cfr. EXPEDIENTE,
f. 49. 15 Cfr. ARRANGOIZ, p. 375. 16 Cfr. EXPEDIENTE, f. 31 y 32. 17
Cfr. AJ, c-43, f. 105 v. 18 Cfr. AJ, b-10, f. 111 v. 19 Aunque era vecino
de San Juan cuando contrajo matrimonio, se casó en la parroquia del Sagrario
Metropolitano de la ciudad de México el 15 de noviembre de 1866 (libro
32, f. 24, partida 157). Los padres de su mujer, que entonces tenía 23
años de edad, eran Ignacio Piña y Dolores Zavala, quienes apadrinaron
la boda. Cfr. A. MAYAGOITIA, Fuentes para servir a la biografías de abogados
activos en la ciudad de México durante el siglo XIX: matrimonios en la
Parroquia del Sagrario Metropolitano, Revista Ars Iuris (Universidad Panamericana),
n. 17, México 1997, p. 480. 20 Los viajes de Querétaro a la ciudad
de México tenían una duración de dos días. El Ferrocarril
consiguió abreviar el tiempo de viaje a nueve horas. Además, asociada
a la llegada del Ferrocarril, apareció en Querétaro la luz eléctrica
y el teléfono. 21 El autor previene al lector de que «no busque
en las presentes líneas, ni el estudio profundo del autor científico,
ni el lenguaje florido del novelista, sino el estilo rudo y franco del que escribe
sin pretensiones». Cfr. el prólogo a la segunda edición de
esta obra escrito por Jaime Vega Martínez. Cfr. CELESTINO DÍAZ,
Guía del Viajero en Querétaro, 2ª edición, Gobierno
del Estado de Querétaro, Querétaro 1998, p. 9-10. 22 En 1881,
el Lic. Celestino Díaz era corresponsal en Querétaro -con domicilio
en la calle de Catsonzi nº 1- de un negocio de música denominado Repertorio
de Música. El propietario en la ciudad de México era J. Rivera,
Hijo y Cía. Al final de la Guía del viajero en Querétaro
aparece un anuncio de este negocio en el que se recuerda que, a los mismos precios
que en México, se encuentran a la venta «métodos para piano,
para canto, Ejercicios, Vocalizaciones, Fantasías, Caprichos, etc., etc.,
etc.». 23 Conchita Sordo -mi madre- recuerda que a veces iban dos viejecitas
a ver a su madre, Carmen Madaleno Domínguez, que se llamaban Cholita y
Lolita. Es probable que hayan alguna relación con Soledad. 24 Según
la Constitución de 1836 el período presidencial tendría que
extenderse a ocho años. 25 Cfr. ARRANGOIZ, p. 378. 26 EXPEDIENTE,
f. 53 v. 27 Había coincidido con él en la acción de Arroyo
Hondo (de treinta contra cuatrocientos), en 1821, y después en el pronunciamiento
de Querétaro en 1833. En aquella ocasión, el entonces coronel Mariano
Paredes -que había llegado desde Guadalajara a Querétaro para apoyar
el pronunciamiento- se logró fugar y no fue puesto en prisión, como
su compañero el coronel Domínguez (cfr. Periódico de Puebla
«La Aurora de la Libertad» del 2 de julio de 1833, microfilm del Archivo
Condumex: 05.72.49 AUR; A.Nº. 14754-C; año 1833; Mejía, José
Antonio; "Parte rendido en Querétaro...". Ver documento en el
apéndice 8). 28 Cfr. JUSTO SIERRA, Evolución política
del pueblo mexicano, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México
1993, p. 231. 29 EXPEDIENTE, f. 53 v. 30 Conservamos el nombramiento original
en el AF. 31 Cfr. M. MESTRE GHIGLIAZZA, Efemérides biográficas,
Antigua Librería Robredo, José Porrúa e Hijos, México
1945, p. 42: «DOMÍNGUEZ Y GÁLVEZ (Juan).- General graduado
el 23 de Octubre de 1841.-Murió en San Juan del Río (Querétaro)
el 25 de mayo [de 1847].- Nació en La Habana (Cuba) el 13 de Diciembre
de 1783». Los oficiales graduados eran aquellos oficiales a los cuales sólo
se les ascendía nominalmente de grado, pero desempeñaban funciones
y mando de su grado antiguo. Eso se producía cuando por los méritos
de un oficial había que ascenderlo, pero no había vacante en el
grado superior, o no querían mudar de plaza o faltaba presupuesto en el
ejército para asignarle un sueldo superior. Cfr. J. MARCHENA FERNÁNDEZ,
oficiales y soldados en el Ejército de América, Escuela de Estudios
Hispano Americanos de Sevilla, C.S.I.C., Sevilla 1983, p. 76. 32 EXPEDIENTE,
f. 50. 33 Cfr. EXPEDIENTE, f. 40-45. 34 ARRANGOIZ, p. 381. 35 EXPEDIENTE,
f. 51 36 EXPEDIENTE, f. 52. 37 Cfr. ARRANGOIZ, p. 329. 38 Se trata de
Elena de la Mora, vuida de Manuel Echeverría Gorozpe. También tiene
en su casa un retrato, del siglo pasado, de Ignacia Quintanar de unos 60 años
de edad. José Lelo de Larrea, descendiente de Manuel Domínguez Quintanar,
tiene una copia que mandó hacer su padre, Alfredo Lelo de Larrea, al pintor
Arreola Juárez en 1967. 39 Eso dice su acta de matrimonio (cfr. AJ,
c-46, f. 192 a 192 v., partida 213). 40 Parece que Manuel inició sus
estudios en el Colegio de San Ildefonso en el año de 1842. Cfr. F. X. GUERRA,
México: del Antiguo Régimen a la Revolución, Fondo de Cultura
Económica, México 1988, p. 409. 41 Cfr. DOROTHY TANCK DE ESTRADA,
La educación en la ciudad de México en la primera mitad del siglo
XIX, en AAVV, El corazón de una nación independiente, Departamento
del D.F., México D.F. 1994, p. 123 a 134. 42 El dato de sus sesenta
y tres años de edad al morir coincide con la fecha de nacimiento que recoge
M. MESTRE GHIGLIAZZA, Efemérides biográficas, Antigua Librería
Robredo, José Porrúa e Hijos, México 1945, p. 42: 13 de diciembre
de 1783. 43 A finales del siglo XVIII se construyó una capilla abierta,
en dicho cementerio, que miraba a la plaza Mayor. Allí se veneraba la imagen
de Jesús Nazareno de las Tres Caídas. Esta imagen se encuentra ahora
en el primer nicho que está a la mano derecha, entrando por la puerta sur
del templo del Sagrado Corazón. Cfr. AYALA, p. 84. 44 Antes de haberse
fundado este panteón los enterramientos se hacían en un pequeño
recinto que existía entre la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe
y la iglesia del Sagrado Corazón. Allí estuvo enterrado Juan Bernardo
al principio. Además, a finales del siglo XIX se abrieron otros dos panteones
a ambos lados del río y al norte del puente histórico. El más
antiguo es el del lado poniente del río. Allí está enterrado
don Guadalupe Perusquía (1812-1879). 45 Cfr. AYALA, p. 109, nota 26. 46
AJ, e-39, partida 1402, f. 141 v. Ilustraciones -
Fachada de la casa construida en 1809 por don Esteban Díaz y González
de la Campa. - Dos de sus hijos -Rafael y Antonio- se casaron con dos hijas de
Juan Bernardo y María Ignacia: Mercedes y Soledad - Portada de la «Guía
del Viajero en Querétaro», obra publicada por don Celestino Díaz
en 1881 y recientemente reeditada. - Anuncio del negocio "Repertorio de
Música" que Celestino Díaz, hijo de Rafael Díaz Torres
y Soledad Domínguez Quintanar, tenía en Querétaro hacia 1881,
año en que escribió su "Guía del Viajero en Querétaro". -
Documento por el que D. Antonio López de Santa Anna, presidente provisional
de la República Mexicana, concede a D. Juan B. Domínguez y Gálvez
el nombramiento de secretario de la Comandancia General del Departamento de México,
con fecha de 22 de octubre de 1841. - Juan Otón Domínguez Quintanar,
capitán del Regimiento de Húsares de la Guardia de los Poderes de
México (pintura de Pablo Fuentes, hecha sobre lámina hacia el año
de 1865). - Sepulcro de D. Juan B. Domínguez, situado en el panteón
de iglesia de la Santa Vera Cruz, en San Juan del Río. Volver
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