| De
la Luisiana a la Nueva España
La Historia de Juan Bernardo Domínguez y Gálvez (1783-1847) (por
Víctor Cano Sordo, México, D.F., 1999) CAPÍTULO
II El Conde de Gálvez (1746-1786) Podrá
parecer que es algo excesivo dedicar un capítulo entero a este personaje
que no se relaciona directamente con las figuras centrales de esta historia.
Me
he decidido a incluirlo por tres motivos. El primero -como ya señalé
en el capítulo anterior- porque la figura del conde de Gálvez, vencedor
de Panzacola, tuvo una influencia grande en la familia del capitán don
Juan Domínguez. En segundo lugar, porque ya tenía redactado el capítulo
cuando pude conocer que Juan Bernardo no era hijo suyo, sino sobrino más
o menos cercano. Y en tercer lugar, me ha parecido justo dar a conocer, de manera
resumida, las investigaciones que hizo don Guillermo Porras sobre este gran virrey
de la Nueva España. El querido sacerdote historiador dedicó varios
artículos a poner de relieve la importancia histórica del Conde
de Gálvez. Y yo estoy en deuda con él por las valiosas orientaciones
que me proporcionó hace más de diez años.
Veamos pues
quién fue y qué cosas hizo don Bernardo de Gálvez, que le
dieron tanta fama.
1.
Primeros años (1746-1777)
Aunque
don Matías de Gálvez desempeñó un papel digno como
virrey de la Nueva España, el carácter jovial y alegre y, sobre
todo, las notables hazañas militares de su hijo Bernardo, han opacado,
de alguna manera, su figura en la historia.
Don Bernardo de Gálvez,
hijo mayor de don Matías de Gálvez y doña Josefa de Ortega,
había nacido en Macharaviaya el 23 de julio de 1746. Fue bautizado en la
parroquia de dicha villa el 1º de agosto de 1746 (1).
Cuando tenía
cuatro años murió doña Josefa. Su hermano José tenía
entonces dos años de nacido. Bernardo tuvo que pasar su infancia sin las
dulzuras de una madre. Quizá por eso fue un hombre duro y exigente consigo
mismo, y supo curtirse en las dificultades de la vida. Esto le valió, más
tarde, tener un carácter decidido y valeroso en las lides guerreras.
Además,
cuando tenía diez años, murió su hermano José. Era
el año de 1756, y todavía no había comenzado a brillar la
estrella de los Gálvez.
En 1759 subía al trono de España
Carlos III, sucediendo a su hermano Fernando VI. José, hermano de Matías
comenzaba a destacar y, como ya hemos visto, aprovecha su ascenso político
para favorecer a su familia.
Como
desde su niñez Bernardo daba pruebas de viveza e inclinación a las
armas, su tío José se encargó de su educación y le
hizo ingresar en 1760 en la Escuela Militar de Ávila. Allí aprendió
los dos primeros años matemáticas, francés y táctica
militar (2).
En 1762, al estallar la guerra con la Gran Bretaña
y Portugal, debido a su gran interés en participar en la contienda, su
tío le hizo nombrar subteniente agregado al Regimiento de la Corona, uno
de los pertenecientes al ejército que invadió Portugal. Sus cualidades
militares, su bizarría y prestancia, le valieron el ascenso al grado de
capitán al frente de una compañía de ese prestigiado Cuerpo,
antes de concluir la guerra con Portugal.
En 1764, finalizada la contienda
con el país vecino, Bernardo pasó a la Nueva España con don
Juan de Villalba que tenía el mando del Regimiento de la Corona.
En
las costas de Tabasco estuvo a punto de perder la vida al naufragar la embarcación
dónde viajaba. Tenía dieciocho años de edad cuando conoció
el país en el que, veintidós años más tarde, pasaría
los últimos años de su vida.
Desde 1765 desempeñó
numerosas comisiones. En 1769 el virrey, marqués de Croix, lo destina a
la provincia de la Nueva Vizcaya -la actual Chihuahua-, bajo las órdenes
del comandante, capitán Lope de Cuellar, que había sido investido
con el mando de las armas en la porción Norte de la Nueva Vizcaya, y nombrado,
además, gobernador de la región Tarahumara.
El 11 de abril
de 1769 se presentó Bernardo en San Felipe el Real de Chihuahua. Ese mismo
día recibió el nombramiento de capitán de una de las cuatro
compañías que se habían organizado para lanzar una dura ofensiva
contra los indios apaches. Lope de Cuellar le delegó el mando de la operación
militar, que no tuvo frutos significativos.
A mediados de 1769, Lope de
Cuellar es destituido de su cargo como gobernador de la región Tarahumara
por haber intentado usurpar más de cien mil pesos pertenecientes a los
fondos de las fábricas de las iglesias parroquiales de la zona (3).
En consecuencia, Bernardo asume en 1770 el cargo de capitán comandante
de las Fronteras de Nueva Vizcaya, Sonora y Opatería, puesto que desempeñó
hasta 1771. Allí tuvo que sostener muchos combates con los apaches -que
solían atacar por la noche las plantaciones de los colonos españoles-
en los que se distinguió por su singular audacia. Durante estos años
escribió su Noticia y Reflexiones sobre la Guerra que se tiene con los
Indios Apaches en las Provincias de Nueva España.
Bernardo de Gálvez
actuó hábilmente para pacificar la región. Por una parte,
hizo una alianza con los indios ópatas, que continuamente asolaban la zona.
Por otra, se empeñó en hacer la guerra contra los indios apaches,
mucho más belicosos, que no estaban dispuestos a dejar los sistemáticos
asaltos a caminos y rancherías, que arruinaban toda la comarca del norte
del país.
En octubre de 1770 Gálvez realizó su primera
campaña contra los apaches. Con doscientos hombres recorrió largas
distancias por el desierto hasta llegar a las márgenes del río Colorado
en Texas. Habían agotado las provisiones sin conseguir encontrarse con
ningún apache. La tropa estaba desmoralizada. Entonces Gálvez dirigió
a sus hombres la primera de muchas arengas que siempre le iban a dar buenos resultados.
Vale la pena leer sus primeras palabras que han quedado para la historia y que
pronunció en tono vibrante (4):
«Compañeros
míos: Llegó el día de hacer el último esfuerzo para
dar al mundo una prueba de nuestra constancia. Los fríos y los hielos ya
veo con qué alegría sabéis resistirlos; el hambre, que es
peor que todas las intemperies del tiempo, la tenemos a la vista, no por mi culpa,
sino porque el cielo con sus muchas aguas, nos ha perdido el bastimento. Nuestros
enemigos, ignoro los días o meses que tardaremos en encontrarlos; volver
a buscar qué comer es dar tiempo a que nos corten el rastro los indios,
y después que seamos sentidos será imposible alcanzarlos. Irnos
a Chihuahua con el sonrojo de haber gastado tiempo y dinero sin hacer nada, no
es para quien tiene vergüenza, ni esta ignominia se acomoda a mi modo de
pensar. Me iré sólo si no hubiese quien me acompañe. Yo llevaré
una cabellera para Chihuahua y cumpliré por uno o pagaré con mi
vida el pan que he comido al rey. Este es el camino de nuestra tierra: váyanse
por él los que tuviesen el corazón débil y síganme
los que quieran tener parte en mis gloriosas fatigas, en el supuesto de que nada
puedo darles, sino es las gracias de esta fineza, que vivirá siempre en
mi memoria y reconocimiento».
Bernardo
entonces cruzó el río, y la respuesta fue inmediata. Todos le siguieron
jurando que le acompañarían hasta la muerte.
Esa misma noche
algunos indios amigos le informaron que había un campamento de apaches
cerca. Pasaron la noche en vela preparando el asalto y, antes del amanecer, al
grito de «¡Santiago!», se lanzaron sobre las tiendas de los
apaches. Veintiocho de ellos alcanzaron la muerte aquella madrugada y otros treinta
y seis fueron cogidos presos. El botín que obtuvieron alcanzaba a doscientos
cuatro bestias y más de dos mil pesos en pieles de bisonte y venado.
En
otra de esas guerras fronterizas Gálvez no tuvo tan buena suerte. Habiendo
sido sorprendida la villa de San Felipe por un ataque de apaches, Bernardo fue
atacado brutalmente por cinco de ellos, que lo dejaron por muerto, con una flecha
en un brazo y dos heridas de lanza en el pecho.
Este
suceso le obligó al poco tiempo -en diciembre de 1771- a tener que dejar
la Comandancia de las Armas en la villa de Chihuahua, y -en 1772- a regresar a
España para restablecerse de sus heridas.
Tenía
veintiséis años de edad, había pasado ocho años en
la Nueva España y regresaba a su tierra natal curtido en la vida militar
y con un prestigio ganando por propio mérito.
Vuelto a España
solicitó licencia para pasar a Francia, en donde estuvo tres años
para perfeccionarse en la ciencia de la guerra. Durante esa época se dio
de alta en el Regimiento de Cantabria.
De regreso a su patria se incorporó
al Regimiento de Sevilla. Siendo Bernardo capitán de infantería
y bajo las órdenes de O'Reilly, este regimiento fue destinado en 1775 a
la desastrosa campaña contra Argel. Herido en la sangrienta jornada del
8 de julio, como recompensa a sus méritos, fue ascendido a teniente coronel
y agregado a la Escuela Militar de Ávila. Mientras tanto su padre, Matías,
estaba en las islas Canarias.
Después
de una breve estancia en el Colegio de Ávila, Carlos III le nombró
coronel del Regimiento de la Luisiana y, un año después le dio el
mando de esta provincia ultramarina recién cedida a España por Francia
(10 de julio de 1776).
2.
Gobernador de la Luisiana (1777-1779)
El
1º de febrero de 1777, Bernardo -con treinta años de edad- sucedió a Unzaga como gobernador interino de la Luisiana.
Aunque
los españoles Alonso Alvarez de Pineda (1519), Pánfilo Narváez
(1528), Ca-beza de Vaca y Luis de Moscoso, y Hernando de Soto (5) (1549) habían
explorado la región de la desembocadura del Mississippi, fueron los franceses
quienes tomaron posesión del territorio de la Luisiana y lo colonizaron.
En
1682, el explorador francés Roberto de la Salle fue el primero en descender
por el Mississippi hasta su desembocadura. Tomo posesión de aquella tierra
y la llamó Luisiana, en honor al rey de Francia Luis XIV.
Era un
territorio muy dilatado que se extendía desde los Grandes Lagos hasta la
desembocadura del Mississippi, en el golfo de México.
Bienville
inicia, en 1718, la fundación de la capital de la nueva colonia, Nueva
Orleans -en honor del duque de Orleans, regente de Francia-, en la margen oriental
del gran río. A los tres años su fundación, en 1721, la población
era de 470 personas (6). En 1762, cuando termina el período de la administración
francesa, era siete veces mayor.
Francia y España estaban unidas
por pactos de familia al comenzar la Guerra de los Siete años contra el
imperio colonial inglés (1754). El resultado adverso de la contienda ocasionó
a Francia la pérdida de Canadá y de toda la zona de Luisiana situada
al este del río Mississippi, con excepción de Nueva Orleans. España
perdió las dos Floridas: la Oriental, con capital en San Agustín,
y la Occidental, con capital en Panzacola. Entonces, Luis XV decidió desprenderse
de la incómoda e inútil colonia de la Luisiana, y se la cedió
a su primo Carlos III, como compensación por la derrota sufrida en la guerra.
Se consagró esa donación mediante el Tratado de Fontainebleau el
3 de noviembre de 1762. Después, al terminar la guerra, se firma la Paz
de París (1763) (7).
Desde 1769, bajo el gobierno de Alejandro O'Reilly,
España reforzó firmemente sus posiciones al este del Mississippi.
Pronto destacó Nueva Orleans como una ciudad de particular importancia
comercial y estratégica. Allí estaba la sede de la gobernación
española en 1777.
No tardó Bernardo en relacionarse con la
distinguida sociedad de Nueva Orleans. Un día conoce a Felícitas
de Saint Maxent, hija del poderoso comerciante Gilberto Antonio de Saint-Maxent
y de Elisabeth La Roche.
Felicité de Saint Maxent -nacida en 1755
y fallecida después de 1803 en España- era ya en 1777 viuda de Jean
Baptiste Honoré d'Estréhan, de quien había tenido una hija:
Adelaida d'Estréhan.
El 2 de noviembre de 1777, estando Bernardo
gravemente enfermo en Nueva Orleans, decidió formalizar la promesa de matrimonio
que había hecho previamente a Felícitas. Hizo llamar a Cirilo de
Barcelona, cura de la parroquia de la iglesia de San Luis de Nueva Orleans, para
manifestarle «que tenía contraidos esponsales con Dña. Felicia
de Saint Maxent y que, en el lance en que se hallaba, quería efectuar matrimonio
con dicha señora, pues en caso de que Dios dispusiera de su vida, moriría
con el consuelo de haber cumplido su palabra (8)».
En consideración
a tan cristianas razones se procedió a tomar el mutuo consentimiento de
ambos contrayentes. Este matrimonio fue en secreto, pues carecía del permiso
real.
Años después, el 26 de noviembre de 1781, cuando ya
había nacido Matilde, su primera hija, el obispo de La Habana -don Santiago
José de Echeverría y Elguezua- les impartió la bendición
nupcial en la capilla episcopal de la iglesia catedral, para que no se dudase
de la legitimidad del matrimonio (9).
Tres hijos tuvieron Bernardo y Felícitas:
1ª)
Matilde, que debió nacer hacia 1778, pues en el documento de su Confirmación-de
fecha 8-XII-1781- se le llama niña y señorita, de modo que podría
haber tenido unos tres años por entonces. Matilde sería la heredera
-después de Miguel, que murió célibe- del título nobiliario
de su padre. Es decir, llegaría a ser la III condesa de Gálvez.
Casó con Raimundo Capece Minutolo, de los príncipes de Canosa. Tuvieron
varios hijos. Paulina Capece y Gálvez, la mayor, llegó a ser la
IV condesa de Gálvez. Casó con el duque Francisco de Balzo y Caprigliano,
príncipe de Italia, residente en Nápoles. De este matrimonio nació
don Ernesto del Balzo que heredó en 1887 los títulos de su padre
y madre, y fue el V conde de Gálvez. Don Ernesto de Balzo casó con
Lady Dorothy Walpole de la casa de los condes de Oxford. Uno de sus hijos fue
el VI conde de Gálvez. Habiéndose suprimido el título del
condado de Gálvez a mediados del siglo XIX, fue rehabilitado por don Luis
Alarcón de Lastra (1891-1971) el 4 de mayo de 1956. Don Luis Alarcón,
que casó con doña Catalina Domínguez de Vargas, fue el VII
conde de Gálvez. Esta familia desciende de Fernando de Gálvez, hijo
de Antón de Gálvez y Luisa Gómez del Postigo. Su hijo, don
Joaquín de Alarcón Domínguez, recibió el título
por Real Carta, el 12 de diciembre de 1975 (10), y es el VIII conde de Gálvez.
Don Francisco García Pérez, se opuso a la concesión del título
a esta familia, pues él desciende de un pariente más cercano del
primer conde de Gálvez: don Juan de Gálvez, que fue hermano de Antonio
de Gálvez, el abuelo de Bernardo (11).
2º) Miguel, que nació
en Guarico, Haití, el 29 de septiembre de 1782 (12). Fue bautizado el 20
de enero de 1783 , y recibió el Sacramento de la Confirmación en
La Habana siete meses después, es decir, en abril de 1783 (13). Fue cadete
de la Compañía Americana de Reales Guardias de Corps, segundo conde
de Gálvez y de hábito de Calatrava, que vistió el 31 de mayo
de 1797. No dejó descendencia. Falleció mozo y soltero al día
siguiente de haber testado en Madrid, el 2 de abril de 1825 (14).
3ª)
María Guadalupe, nacida, como hija póstuma, en México el
11 de diciembre de 1786. Desconocemos su paradero, y tampoco sabemos si tuvo descendencia.
Las
dotes personales de Bernardo, y su matrimonio con Felicité de Saint Maxent
le ganaron un gran prestigio entre los colonos españoles y franceses. Es
interesante señalar que con el tiempo, cuatro de las hermanas Saint Maxent
se casarían con personajes de relieve en el mundo agitado de finales del
siglo XVIII y principios del XIX. Don Lucas Alamán dice en su Historia
de México que Bernardo de Gálvez.
«casó
en Nueva Orleans con Doña Felícitas Saint-Maxent -la hermana mayor,
Doña Isabel, casó con Don Luis de Unzaga, gobernador de la Luisiana,
y después Capitán general de Caracas y de la isla de Cuba-, cuando
fue mandando la expedición que reconquistó las Floridas, cuyas dos
hermanas Doña Victoria y Doña Mariana, casaron la primera con D.
Juan Antonio de Riaño, y la segunda con Don Manuel Flon, conde que después
fue de la Cadena, ambos oficiales de aquel ejército. Cuando se crearon
las intendencias se dio al primero la de Valladolid, en que permaneció
poco tiempo, pasando enseguida a la más importante de Guanajuato, y a Flon
la de Puebla» (15).
Don
Manuel Flon, murió heroicamente -siendo ya entonces conde de la Cadena
y segundo comandante en el ejército que mandaba el que más tarde
sería el virrey Calleja- en la famosa batalla del puente Calderón
contra los primeros insurgentes.
Durante los dos años de gobierno
en la Luisiana, antes de la guerra contra Gran Bretaña, Bernardo de Gálvez
hizo todo lo que pudo por debilitar a los ingleses que seguían ocupando
una serie de fuertes y plazas estratégicas en la margen oriental del Mississippi
y en la Florida Occidental.
Aún estaba reciente la fecha en que
las Trece Colonias se habían independiza-do de la corona inglesa y habían
comenzado a llamarse los Estados Unidos de América (1776). Bernardo, simpatizaba,
como Lafayette, con los ideales de libertad, y proveía de armas a los americanos
de las fronteras a través de la agen-cia del famoso irlandés Oliver
Pollock. Además atacaba los barcos ingleses que llevan un lucrativo contrabando
a la Luisiana.
Bernardo de Gálvez cooperó a la causa de la
independencia norteamericana en varias ocasiones. En enero de 1778, por ejemplo,
ayudó a George Rogers Clark en el dominio de la región al norte
del río Ohio, financiando en gran parte su expedición. A través
de Pollok le envió 7.200 pesos en mercancía y más de 500
libras de pólvora (16).
En ese mismo año favoreció,
de alguna manera, las acciones del corsario norteamericano Willing en las poblaciones
inglesas de la ribera del Mississippi.
Sin embargo, también se servía
de los norteamericanos para el desarrollo de sus planes en favor de la causa de
su rey.
En Estados Unidos, Gálvez gozaba de gran popularidad. Por
su ayuda a la independencia Pollock solicitó su retrato para colgarlo en
el salón del Congreso. En la cúspide de la notoriedad, fue común
en los bancos oficiales brindar «por la salud de los generales Washington
y Gálvez». Don Bernardo de Gálvez colaboró con fondos
para la construcción del primer templo católico de Nueva York, que
fue un regalo de Carlos III (17).
3.
Guerra contra los ingleses en La Luisiana (1779-1781) Tanto
Matías como Bernardo se distinguieron en la nueva guerra que España
declara a Inglaterra en las provincias de ultramar y especialmente en el área
del Caribe. La Luisiana ocupaba el frente norte de esta estratégica región.
Don
Matías, siendo capitán general de Guatemala, triunfó contra
los asentamientos británicos de la Mosquitía, y don Bernardo, siendo
capitán general de la Luisiana, se apoderó de los principales puertos
de la Luisiana, en la margen oriental del Mississippi, y en la Florida Occidental,
dominando así la franja norte caribeña (18).
En 1779 estalló
la guerra contra la Gran Bretaña. Sin esperar a recibir órdenes
de la Capitanía General de Cuba, de la cual dependía la provincia
de Luisiana, Bernardo de Gálvez rompió las hostilidades con una
columna heterogénea de apenas mil quinientos hombres.
En el mes
de septiembre de 1779, consiguió apoderarse de Fort Bute en Manchak, Fort
New Richmond en Baton Rouge y Fort Pamure en Natchez, en la orilla este del Mississippi.
Estas batallas le valieron el ascenso a general brigadier.
En los años
sucesivos, ayudado por los refuerzos de La Habana se apoderó de dos plazas
del golfo en la Florida Occidental: Fort Charlotte en Molibe (14-III-1780) con
su guarnición compuesta de mil doscientos hombres, y Fort George en Panzacola
(10-V-1781), cogiendo más de dos mil ingleses y expulsándolos enteramente
de las dos Floridas. Consiguió así controlar la desembocadura del
Mississippi y el golfo de México.
La más famosa acción
de toda su carrera militar es la toma de Panzacola (19). Dos veces fue a La Habana
para obtener refuerzos. Como el almirante que comandaba la armada se negase a
atacar Panzacola por el riesgo que preveía en la operación, Gálvez
se embarcó sólo en una pequeña nave, el Gálvezton,
que pertenecía a sus propias fuerzas de Luisiana. Este episodio es el que
dio origen a la inscripción en su escudo del lema YO SOLO con la representación
del bergantín Galvezton, que daría más tarde nombre a la
bahía y a la ciudad de Galvezton, actual puerto de la ciudad de Houston.
En
esta batalla, como veremos, también participó el entonces teniente
don Juan Do-mínguez, padre de Juan Bernardo, que había llegado destinado
a La Habana con el Regimiento de Infantería de Navarra.
Si la captura
de los puestos del Mississippi le había merecido a Gálvez el ascenso
a brigadier con el gobierno unido de Luisiana y Mobila, la conquista de Panzacola
agotó la gracia real. En el escalafón militar fue ascendido a teniente
general y se le encomendó el man-do de la nueva provincia de la Luisiana
y Flo-rida Occidental, independiente de cualquier virreinato y con sueldo anual
de diez mil pesos (12-XI-1781) (20).
Finalmente el 3 de septiembre de 1783
se firmaría el Tratado de Paz en Versalles por el que España recuperaba
la posesión de las dos Floridas.
4.
Guarico (1782-1783) En
1782, entre otras muchas acciones de gobierno positivas para la región,
Bernardo de Gálvez ayudó a obtener una cédula comercial para
las Floridas y la Luisiana, y consiguió precisar la política española
en relación con los asuntos indios.
Pero el acontecimiento más
importante en la vida de don Bernardo, en ese año -en el que ya habían
terminado las hostilidades contra los ingleses en la Luisiana, pero continuaba
la guerra en el resto del Caribe-, sería el famoso episodio de Guarico
(Cap-Haîtien o Cabo Francés), situado en la parte francesa (Haití)
de la isla de Santo Domingo (21).
La isla de Jamaica estaba en manos de
los ingleses desde 1655. Las victorias de Matías y Bernardo de Gálvez
contra los ingleses en Guatemala y el Mississippi respectivamente, se presentaban
como una coyuntura favorable para intentar recuperar la isla.
A partir
de 1780 se organizó un plan hispano francés que partiría
de Guarico. Así se formó el Ejército de Operaciones de América
que llegó a contar con más de cincuenta mil hombres (22).
Al
principio, fue puesto al mando de las operaciones Victorio de Navia, con Gálvez
como segundo jefe. Pero a principios de 1781 Bernardo de Gálvez fue ascendido
a la jefatura de aquel ejército.
En febrero de 1782 Gálvez,
ya capitán general de la Luisiana y las dos Floridas, tomaba el mando efectivo
de la gran escuadra de 79 navíos, y partía de La Habana para reunirse
con el general De Grasse que, desde diciembre, esperaba en Guarico.
El
21 de marzo, ya en Guarico, se celebró el nacimiento del heredero de la
corona de Francia con un solemne Te Deum, escaramuzas y desfile de la tropa y
la presentación libre de una ópera francesa. Terminada la función,
hubo fuegos artificiales y una cena ofrecida por el gobernador de Haití
para 300 personas. A continuación, empezaron el baile ambos generales -Gálvez
y el conde De Grasse-, continuando hasta el amanecer (23).
Esta alegría
no duró mucho. El 1º de mayo, en Guarico se recibió una noticia
desastrosa. La armada del conde De Grasse formada por 36 navíos había
sido atacada en las costas de Guadalupe por la flota inglesa, de 44 navíos,
al mando del almirante Rodney. A partir del 9 de abril y durante tres largos días,
los franceses habían resistido la superioridad numérica de los ingleses.
Pero, al final, tuvieron que dispersarse los barcos, siendo algunos apresados,
entre los cuales estaba el del comandante De Grasse.
Las esperanzas de
recuperar Jamaica se desvanecían. Sin embargo, los triunfos de don Matías
en las costas de Honduras y del gobernador de Cuba en la isla Providencia, alentaban
a Bernardo de Gálvez, que esperaba refuerzos españoles, para continuar
las acciones de guerra contra los ingleses.
Mientras don Bernardo permanecía
en Guarico, Felicitas estaba esperando su segundo hijo desde diciembre de 1781.
Gálvez no la había dejado en La Habana sino que la había
llevado consigo a Guarico. Allí nace Miguel el 29 de septiembre de 1782.
La
flota del contralmirante Hood, que apareció en el golfo en diciembre de
1782, había impedido toda comunicación de las tropas instaladas
en Guarico con Cuba, México o España. Bernardo de Gálvez
estaba aislado y con los brazos atados. Se agotaban sus recursos y tuvo que recurrir
a pedir préstamos a los comerciantes para sostener sus tropas.
Durante
los meses de enero y febrero de 1783 estuvo don Bernardo en Guarico incomunicado.
A principios de marzo, recibía unos pobres refuerzos desde La Habana. Pero
la ayuda era tardía y del todo inútil. Gálvez había
sufrido mucho en la forzada e inactiva espera de Guarico.
A principios
de abril don Bernardo recibe una real orden -firmada en El Pardo el 7 de enero
de 1783- por la que se le notifica que el conde d'Estaing había sido designado
para tomar el mando de la operación contra Jamaica. La orden no se pudo
llevar a cabo, porque el 12 de marzo había llegado desde Francia la noticia
de que la guerra había terminado. El 20 de enero se habían firmado
los tratados de París que ponían fin a la contienda. La noticia
extraoficial desde España no llegaría sino hasta el 29 de marzo,
en un bergantín procedente de Cádiz.
Sin embargo, Hood mantenía
su flota a la vista de la costa, como si nada hubiera pasado, hasta el 5 de abril.
Ese día se acercó una embarcación con bandera parlamentaria
a la costa de Guarico, y de ella bajo a tierra al mediodía el príncipe
Guillermo, duque de Lancaster para negociar la paz.
A mediados de abril
llegaron a Guarico varios despachos del 10 de febrero dictando a Bernardo de Gálvez
nuevas órdenes que le mandan disolver el Ejército de Operaciones.
Don Bernardo actuó con suma rapidez, de tal manera que el 26 de abril
se había terminado la evacuación del Ejército de Operaciones.
Además, visitó en Guarico a todos los comerciantes y acreedores,
asegurándoles bajo su palabra que no movería de allí las
oficinas de Real Hacienda hasta liquidar totalmente los pagos. Mas tarde cumpliría
puntualmente su compromiso al recibir de la Nueva España dos o tres millones
de pesos que enviaba el virrey para cubrir las deudas del Ejercito de Operaciones.
Ultimados
los detalles de su gestión en Guarico, el 8 de mayo se embarcó en
el navío «San Luis» y entró en La Habana el día
1724.
El 1º de junio de 1783 Bernardo de Gálvez pasó
a dar cumplimiento al destino de los regimientos que habían compuesto el
Ejército de Operaciones (25).
Mientras tanto, en La Habana recibió
Gálvez las distinciones que le otorgaba Carlos III. El 20 de mayo, en Aranjuez,
se le hacía merced de un título de Castilla, el condado de Gálvez,
con el vizcondado previo de Galvezton, por los méritos acumulados por sus
antepasados al servicio del rey y que don Bernardo había actualizado en
sus recientes campañas. Además, se le permitía añadir
en su escudo de armas un nuevo cuartel que contenía al bergantín
Galvezton y el lema YO SOLO, para perpetuar su heroica entrada en la bahía.
Se le agregó también una flor de lis de oro en campo azur, en recuerdo
de las armas francesas de la Luisiana y a petición de sus habitantes por
su contribución a la paz y al desarrollo de dicha provincia. Se le concedía
también una caballería pensionada en la Orden de Carlos III, recientemente
creada, y la encomienda de Bolaños en la Orden de Calatrava completaron
los honores otorgados por la merced real (26).
5.Conde
de Gálvez y Gobernador de Cuba (1783-1785) Después
de licenciar sus tropas, se dirigió a España y permaneció
año y medio en la corte para rendir informes al Gobierno de Carlos III
acerca de la Luisiana, las Floridas y la frontera americana.
En un documento
fechado el 2 de julio de 1783, el obispo de La Habana, ilustrísimo señor
Echeverría y Elguezua, atestigua el matrimonio de don Bernardo con Felicité
de Saint-Maxent, y también la constancia del Sacramento de la Confirmación
que había recibido sus hijos Matilde, Miguel (recién confirmado)
y Adelaida -hija del matrimonio anterior de Felicité-, «a ins-tancia
del propio excelentísimo señor [conde]» (27).
Además,
desde La Habana, el 7 de julio de 1783, Gálvez expide un oficio escrito
en el que menciona el nombramiento de un gobernador interino, que gobierne las
dos Floridas y la Luisiana mientras él está en la corte.
El
16 de julio se embarcó, con su familia, en el navío San Juan Nepomuceno,
con destino a Cádiz.
Por fin, la noche del 8 de septiembre fondeó
en Cádiz el convoy que acompañaba al conde de Gálvez (28).
Un
poco más de un año estaría Bernardo en España, recibiendo
las distinciones prometidas y otras nuevas que quiso concederle el rey.
El
15 de octubre de 1783 -durante su estancia en Madrid- es encargado de la inspección
general de las Tropas Veteranas y Milicias Regladas de Indias. El 3 de noviembre
de 1783 se le concede el Gobierno y Capitanía General de la ciudad de San
Agustín y Provincias de las Floridas (Oriental y Occidental) y la Luisiana.
A
mediados de 1784, don José de Gálvez (1720-1787), ministro de Indias
y tío de don Bernardo, hizo conferir a éste el Gobierno y la Capitanía
General de Cuba, en donde tenía gran aura popular. En octubre de 1784 el
conde de Gálvez se encargaba de embarcar en Cádiz las tropas reclutadas
para América.
Al tocar Bernardo de Gálvez en el puerto de
Aguadilla, en Puerto Rico, supo con gran dolor que su padre, don Matías
(1717-1784), había fallecido el 3 de noviembre en México. Llegó a La Habana el 4 de febrero de 1785 para hacerse cargo del gobierno de Cuba.
En los pocos meses que permaneció en Cuba se decidió a enviar
a la corte multitud de proyectos para introducir las mejoras necesarias. Pero,
al fin llegó de Madrid su esperado nombramiento para la Nueva España,
y se embarcó hacia Veracruz.
6.
Virrey de la Nueva España (1785-1786) El
conde de Gálvez llegó a Veracruz el 30 de mayo de 1785 y tomó
el mando del virreinato de la Nueva España el 17 de junio.
Una de
las características de su personalidad fue la pasión por la popularidad.
Tras él caminaban siempre la diversión y la alegría. Una
de sus primeras disposiciones en la capital fue organizar las representaciones
del gran teatro fabricado allí en la época del virrey Bucareli.
Sus fastuosos gastos y su extremada popularidad le suscitaron rastreras imputaciones
en la corte. Llegó a decirse que aspiraba a una corona independiente.
Su
efímero gobierno se destaca por el sumo interés que tomó
en aliviar la penosa situación en que se encontraba el pueblo debido a
la pérdida de las cosechas y a una epidemia de peste que azotaba al virreinato.
Para manifestar con hechos sus deseos de ayudar a los más pobres, decidió
distribuir doce mil pesos de la herencia de su padre entre sus súbditos
más necesitados.
Fomentó el empedrado y alumbrado públicos,
reedificó el castillo de Chapultepec volviéndolo fortaleza, mejoró
el palacio virreinal y emprendió la construcción de las torres de
la catedral metropolitana.
Dedicó especial atención a la
creación de una escuela de botánica, al progreso de la Academia
de San Carlos -que su padre había impulsado decididamente- y a mejorar
las calzadas de Vallejo, la Piedad, San Agustín y el camino a Acapulco.
El
conde de Gálvez era generoso y liberal. Un día, vio que un sacerdote
llevaba el Viático a pie a un enfermo. Bajó de su coche, le cedió
su puesto al sacerdote que llevaba al Santísimo y acompañó
al Señor en la Eucaristía a pie hasta que el Santísimo regresó
al templo de donde había salido. Después, regaló el vehículo
a aquellos sacerdotes para que pudiera utilizarse de la misma manera en ocasiones
futuras (29).
Aunque era amante de todas las diversiones, pues siempre
asistía con su esposa a los bailes y fiestas que se organizaban con alguna
frecuencia, su verdadera pasión eran los toros, hasta tal punto que un
cronista de su tiempo le llama «taurómaco rematado», después
de una corrida en la que «tuvo tanto gusto -dice el cronista- que tiró
el pañuelo suyo, el de la señora y los de las niñas; y por
poco tira el uniforme» (30). Otro día, ante el asombro de los austeros
miembros de la Audiencia, el virrey saltó la barrera y se enfrentó directamente al toro.
Bernardo de Gálvez introdujo todas las innovaciones
que en el arte taurino se desconocían en la Nueva España. Don Guillermo
Porras, en su breve biografía del virrey, explica cuáles fueron:
«En
la temporada de noviembre de 1785, que contó con veinte corridas a mañana
y tarde, toreó una mujer, ahijada del virrey, y a la cual regaló
100 pesos en premio de su habilidad, y hubo suertes en zancos, tancredos, tapados,
monteparnasos y cucañas. La popularidad de las toreras llegó al
grado de verificarse una corrida con seis matadoras de primera línea. Solía
Gálvez llevar a torear también a sus perros, hasta que uno murió
en las astas del bicho. Las corridas de la época incluían la liberación
de globos estratosféricos, que eran el pasmo del pueblo, y palos ensebados
con valiosos regalos, y terminaban con un baile popular en el mismo ruedo»
(31).
El
virrey, que conocía bien las costumbres francesas, introdujo el uso del
café con leche azucarado, que se desconocía en México y en
España. Esta costumbre cobró tal auge en la capital virreinal que
pronto hubo quien instalara el primer establecimiento que tuvo la ciudad en este
género.
Al conde de Gálvez le gustaba dar largos paseos campestres
por los jardines de San Agustín de las Cuevas, Chapultepec y el Pensil.
Esta costumbre también pasó a formar parte de la vida corriente
de los mexicanos.
7.
Últimos sucesos de su vida (1786)
Poco
tiempo estuvo el conde de Gálvez al frente del virreinato de la Nueva España.
Pronto aparecieron insidiosas las enfermedades que vinieron a culminar en su muerte.
Las
muchas heridas recibidas durante su vida militar le habían dejado una salud
maltrecha. Esto, añadido a la agitación que caracterizó todos
sus años, es lógico que produjera un desgaste en las energías
de su organismo.
Su decaimiento físico empieza por lo menos el
27 de julio de 1786 (32). Ese día se celebró una «Misa de
gracias a la que no asistió el virrey por estar un poco enfermo»
(33). Quince días después don Bernardo se encontraba en San Angel
«mudando de temperamento». Su salud se fue empeorando de día
en día hasta que se decidió que recibiera los sacramentos.
La
víspera del día señalado para esta ceremonia pública
y solemne, Bernardo de Gálvez se incorporó en su cama para que su
ayuda de cámara lo afeitara, y el día 13 de ese octubre, por la
mañana, se vistió con el uniforme de teniente general, para esperar
al Santísimo Sacramento.
A la ceremonia asistieron las autoridades
civiles y eclesiásticas. En la catedral se formó una procesión
encabezada por la cruz alta, a la que seguían los curas de las parroquias
y los frailes de todas las religiones. Cerraba el cortejo el palio del Santísimo,
bajo el cual llevaba el sagrado Viático el dean del cabildo-catedral don
Leonardo Terraya.
En absoluto silencio, que sólo rompía
el tintineo de las campanillas que llevaban los «monacillos» y el
toque de la campana del templo, la procesión atravesó el Zócalo
y entró a palacio, llegando hasta el aposento del virrey.
Todos
los fieles se arrodillaron piadosamente ante la presencia de Jesús Sacramentado
pero Gálvez, no pudiendo hacerlo, se puso de pie con la ayuda de sus gentiles-hombres
y así escuchó devotamente las oraciones del sacerdote y recibió
la sagrada Comunión. Eran las once de la mañana (34).
El
31 de octubre tiene que trasladarse a Tacubaya nuevamente para «mudar de
temperamento». Ocupó una casa del arzobispo de México, que
después iba a ser el Observatorio Nacional.
El 8 de noviembre entregó
el gobierno a la Audiencia y ese mismo día otorgó testamento. En
este documento se declara católico y quiere morir en la Iglesia. El 16
de noviembre parece haber otra crisis en la enfermedad y el virrey vuelve a ser
sacramentado.
El conde de Gálvez murió el 30 de noviembre
de 1786 a las cuatro y cuarto de la mañana, en Tacubaya. El cadáver
se expuso a la mañana siguiente en el salón principal del palacio
virreinal, que estaba todo tapizado de damasco carmesí, bajo el dosel de
terciopelo del mismo color. El difunto vestía el uniforme de teniente general
con manto de caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos
Tercero, la venera de Calatrava, el bastón de mando y las demás
insignias de su oficio.
Alrededor había una multitud de hachas,
y montaban guardia continua los alabarderos y los pajes de la corte virreinal
de riguroso luto, «todo lo cual infundía al mismo tiempo que respeto,
la mayor ternura en el innumerable pueblo que concurría a verlo en los
tres días» (35).
Fue enterrado en la iglesia catedral, en
la bóveda del altar de Los Reyes, mientras se procedía a la preparación
de su sepulcro definitivo en la iglesia de San Fernando (11-V-1787), en cuyo presbiterio,
al lado del Evangelio, yacían los restos mortales de su padre. Bernardo
fue sepultado en el presbiterio de la capilla mayor, del lado de la epístola.
Condujeron el féretro, por relevos, los frailes franciscanos de la comunidad
de San Fernando.
Su
acta de sepultura dice lo siguiente (36):
«El
Exmo Señor D. Bernardo de Gálvez [al margen izquierdo].
En
quatro de Diziembre del año del S. de mil setecientos ochenta y seis, se
depocito (sic) en la Bobeda (sic) del Altar de los Reyes de esta Santa Iglesia
Metropolitana el Cadaver del Exmo Señor D. Bernardo de Galvez, Conde de
Galvez, Cavallero Pensionado de la R. y distinguida Orden de Carlos Tercero, Comendador
de Bolaños en la de Calatrava, Teniente General de los Reales Exercitos,
Inspector General de las Tropas de America y Filipinas, Capitán General
de la Provincia de la Luciana (sic), y dos Floridas, Virrey Governador, y Capitán
General de esta Nueva España, Presidente de esta R. Audiencia, casado con
la Exma Señora Doña Felicitas de Saint Maxent Condesa de Galvez,
recivio los Santos Sacramentos en este R. Palacio, murió en el Palacio
Arzobispal de la Villa de Tacubaya el día treinta del próximo mes
pasado, y lo firme, Juan Francisco Domínguez [Rubrica]».
Notas
del Capítulo II (1)
Cfr. AM, Libro 3º, f. 31 v. Cfr. Archivo Histórico Nacional de Madrid,
Orden de Carlos III, exp. nº 60 que contiene las pruebas de Miguel Gálvez
en 1779.
(2) Cfr. JACOBO DE LA PEZUELA, voz Gálvez (Don Bernardo, Conde
de), en Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico,
de la Isla de Cuba, Imprenta del Establecimiento de Mellado, vol. II, Madrid
1863, p. 381 y sig.
(3) Cfr. F. R. ALMADA, Resumen de historia del Estado
de Chihuahua, "Libros mexicanos", México, D.F., 1955, p.
122-123.
(4) G. PORRAS MUÑÓZ, Bernardo de Gálvez, en
Miscelánea americanista, vol. III, Instituto Gonzalo Fernández
de Oviedo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid
1952, p. 8.
(5) Se reconoce generalmente a Hernando de Soto la gloria de haber
sido el primer europeo en avistar y surcar las aguas del Mississippi hacia el
año 1540. Según la leyenda, las mismas aguas del gran río
le sirvieron de sepultura después de caer muerto en una refriega militar
con los indios de la zona. Se puede consultar, para todo este apartado a J. MONTERO
DE PEDRO, Españoles en Nueva Orleans y Luisiana, Ediciones Cultura
Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, Madrid 1979,
p. 14 y 15.
(6) Incluía a 147 hombres, 65 mujeres, 38 niños, 28
sirvientes, 73 esclavos y 21 indios.
(7) Cfr. CARMEN MARTÍNEZ, La
política exterior española en relación con América.
Los problemas militares en la segunda mitad del siglo XVIII, en AA.VV., Historia
General de España y América, vol. XI-2, Rialp, Madrid 1989,
p. 78 y 79.
(8) Cfr. Archivo de la Catedral de San Luis, Nueva Orleans, Luisiana,
Partida de matrimonio de Bernardo de Gálvez y Felicitas de Saint Maxent,
Libro 1º, f. 15 bis, nº 31.
(9) Cfr. Archivo Histórico Nacional
en Madrid, Orden de Calatrava, exp. nº 1009 que contiene las pruebas de Miguel
de Gálvez (1797). El cuaderno nº 2 de este expediente contiene los
desposorios de los Excmos. Sres. Don Bernardo de Gálvez, conde de Gálvez,
y doña Feliciana de Saint-Maxent, padres del pretendiente. El documento
-en el que también consta la fecha de Confirmación de Feliciana,
Adelaida, Matilde: 8-XII-1781, y también la Confirmación de Miguel
que tenía siete meses de edad- tiene fecha del 2 de julio de 1783.
(10)
Cfr. F. GONZALEZ-DORIA, Diccionario heráldico y nobiliario de los Reinos
de España, Editorial Bitácora, Madrid 1987, p. 142.
(11)
Cfr. ISIDRO VÁZQUEZ DE ACUÑA Y GARCÍA DEL POSTIGO, Estudio
histórico sobre algunas familias españolas, p. 1291.
(12)
Cfr. Archivo Histórico Nacional en Madrid, Orden de Calatrava, exp. nº
1009, documento nº 4 (bautismo del pretendiente).
(13) Cfr. ISIDRO VÁZQUEZ
DE ACUÑA Y GARCÍA DEL POSTIGO, o.c., p. 1286.
(14) Cfr.
ISIDRO VÁZQUEZ DE ACUÑA Y GARCÍA DEL POSTIGO, o.c.,
p. 1288.
(15) ALAMÁN, vol. I, p. 55.
(16) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ,
Bernardo de Gálvez, o.c., p. 33.
(17) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ,
Bernardo de Gálvez, o.c., p. 40.
(18) Cfr. A. SANZ TAPIA,
La política exterior española en relación con América.
La diplomacia, en AA.VV., Historia General de España y América,
vol. XI-2, Rialp, Madrid 1989, p. 58-61.
(19) Cfr. ARTHUR P. WHITAKER, voz
Gálvez Bernardo de, en Dictionary of American Biography, vol. VII,
New York 1937, p. 119.
(20) Cfr. G. PORRAS MUÑÓZ, Bernardo
de Gálvez, o.c., p. 26.
(21) Se puede consultar el excelente estudio
de G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso de Guarico, en «Anuario de
Estudios Americanos», 26 (1969) 569-609.
(22) Cfr. CARMEN MARTÍNEZ,
La política exterior española en relación con América.
Los problemas militares en la segunda mitad del siglo XVIII, en AA.VV., Historia
General de España y América, vol. XI-2, Rialp, Madrid 1989,
p. 79.
(23) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo de Gálvez,
o.c., p. 27.
(24) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso de Guarico,
o.c., p. 606.
(25) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso de Guarico,
o.c., p. 607.
(26) Cfr. G. PORRAS MUÑÓZ, Bernardo de
Gálvez, o.c., p. 26.
(27) Cfr. Archivo Histórico Nacional,
Madrid. Orden de Calatrava, exp. 1009, pruebas de Miguel Gálvez, 1797,
cuaderno nº 2. Los desposorios solemnes entre Bernardo y Felicitas se llevaron
a cabo el 26 de noviembre del año 1781. El 8 de diciembre de 1781 recibieron
el Sacramento de la Confirmación Felícitas, Adelaida y Matilde.
No consta la fecha de confirmación de Miguel. Sólo se dice que tenía
siete meses. Como nació el 29 de septiembre de 1782, seguramente fue confirmado
durante el mes de mayo de 1783.
(28) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso
de Guarico, o.c., p. 608.
(29) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo
de Gálvez, o.c., p. 43.
(30) G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo
de Gálvez, o.c., p. 44.
(31) G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo
de Gálvez, o.c., p. 44.
(32) Los siguientes datos los tomo
de G. PORRAS MUÑOZ, México Llorosa, publicado por el autor en México
1989, poco antes de su fallecimiento.
(33) JOSÉ GÓMEZ, Diario
curioso de México, de 14 de agosto de 1776, a 26 de junio de 1798,
en Documentos para la Historia de México, México 1854, p.
244.
(34) Cfr. JOSÉ GÓMEZ, Diario curioso de México,
de 14 de agosto de 1776, a 26 de junio de 1798, en Documentos para la Historia
de México, México 1854, p. 248.
(35) Gaceta de México,
vol. II, nº 23, 5 de diciembre de 1786, p. 251-255.
(36) Cfr. una copia
del acta que conservamos en el Archivo Familiar. No tenemos las referencias del
acta original.
Ilustraciones
del Capítulo II -Don
Bernardo de Gálvez (óleo sobre tela, pintado por Arreola Juárez
en 1966).
-Mapa de la Luisiana, impreso en París en 1718.
-Mapa del
área caribeña durante las expediciones españolas de reconquista
(1779-1783).
-Escudo de Armas de don Bernardo de Gálvez, primer conde
de Gálvez (óleo sobre piel).
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